Cada momento que compartió con su esposa mientras estaba embaraza fue una experiencia única, como cuando sintió por primera vez a su hijo moverse dentro del vientre de su madre. Nunca se imaginó que ser padre fuera de esa manera, había sentido tantas emociones y sentimientos al mismo tiempo, desde felicidad hasta temor. Pero no cambiaría nada, volvería a tomar las mismas decisiones, una y mil veces, las que lo llevaron de regreso a la vida de Amanda. Miró correr a su hijo Vincenzo de seis años por el jardín tomado de la mano de la hermosa Elizabeth, hija de Xavier y Sofía. Quienes eran perseguidos por la pequeña Rosalina de tan solo tres años, ella era hija de Maurizio y Antonella. La pareja se había casado hace poco más de tres años. Sintió a alguien colocarse a su lado, de reojo pudo ver que se trataba de su hermana. Ella estaba embarazada y estaba ya en su último mes. Sonrió y pasó su brazo sobre su hombro. —Hola, tú —Musitó ella. —¿Cómo estás? —Preguntó él. —Te diría que bien,
En cuanto las puertas del ascensor se cerraron, Amanda se apoyó en la pared. Xavier le había gustado, mucho, sabía que podía desilusionarse otra vez, aun así, quería intentarlo, él lo valía, pero no sabía que le pertenecía a otra mujer. Lo mismo había pasado con Andrés hace casi un año ya. Agradeció porque aún no era tarde como para que su corazón se rompiera en mil pedazos igual como cuando Franco se lo había roto cuando aún era muy joven. En ese entonces conocía a Franco desde que eran niños, él siempre la había tratado de una manera única y especial, su corazón palpitaba fuerte cada vez que lo miraba, cada vez que pensaba en él, pero de pronto su actitud cambió mostrándole una parte de él que no conocía. Ahí en aquel ascensor de una compañía que no era la suya, se prometió que esta sería la última vez que iría detrás de un hombre, la última vez que se ilusionaría como una adolecente. Recordó las palabras que Xavier le dijo antes de salir de su oficina. Él creía en que ella, Aman
—Señorita Viena, su padre la está buscando —le anunció su secretaría en cuanto pasó por su escritorio, sacándola de sus pensamientos. —Gracias Jianna, iré en seguida —Amanda entró a su oficina, dejó su bolso a un lado y se quitó su abrigo, luego caminó hacia el enorme ventanal desde donde se podía ver la ciudad. Su padre confiaba en ella para hacerse cargo de la compañía incluso desde ahora, y no pensaba defraudarlo. Todo por lo que se ha esforzado hasta ahora ha sido para que él se sintiera orgullo de ella. Cuando se llegó el momento de decidir cuál carrera tomaría, no lo pensó mucho porque nunca había querido nada más que hacer feliz a su padre. Aunque le gustaba cantar y tocar la guitarra nunca pensó en hacerlo de forma profesional. Desde niña se imaginaba como sería su familia si su madre no hubiera muerto, apenas tenía tres años cuando eso sucedió y aunque no la recuerda en el fondo la ha extrañado siempre y sabe que su padre también, quizás por eso nunca se volvió a casar. El
Amanda estaba confundida, le daba vuelta la cabeza. Su padre no le había querido decir de que estaba hablando con el señor Leandro. Y después sale con que deberá tener cuidado con Min-joon. Y ahora la historia de su tío Choi. A sus 18 años tuvo acceso al testamento de su madre, ella había heredado no solo sus acciones, también todas las propiedades que eran de su madre pasó a su nombre. Ni siquiera su padre podía meter mano ahí, Su abogado le había explicado como todo estaba bien protegido. Terminó de trabajar cerca de las seis de la tarde. Miró su teléfono y tenía un mensaje de Fiorella. Lo abrió y leyó: “Julia y Luciana han reservado en el mismo lugar de siempre. Ve y Diviértete” Dejó el teléfono a un lado después de leer el mensaje. Ella tenía ganas de salir, pero con su amiga Fiorella. No era que no le gustara salir con las otras chicas, es solo que ellas eran mucho más alocadas y de seguro terminaría sola la noche. Al menos Fiorella siempre le hacía compañía. —No importa, Iré
Franco llegó a su auto. Su compañero le abrió la puerta de la parte trasera. Colocó con cuidado a Amanda, luego él entró también. Su blusa de tirantes parecía no darle el suficiente calor por que se pegó a su cuerpo. Era seguro que llevaba un abrigo, pero podría ser que lo dejó en el club. No tuvo más opción que quitarse su propio abrigo y colocárselo a ella. Aun así, ella se aferró a su cintura y colocó su cabeza en su pecho. Franco maldijo en voz baja. No podía creer que terminaría esa noche de niñera. Para Leandro fue un alivio que el padre de Amanda tuviera que viajar a otra ciudad y no estuviera en casa esa noche, sino le reclamaría por descuidar a su hija. El equipo de seguridad de la mansión Viena dejó entrar a Franco. Se detuvo un momento en medio de la sala. Aunque muchos de los muebles y la decoración eran diferentes a como lo recordaba el ambiente seguía siendo como el hogar de una familia numerosa, algo que nunca había sido, pero así se sentía. No pudo evitar recordar que
Franco se colocó su traje negro, cuando estuvo listo para su primer día de trabajo, bajó las escaleras y fue directo a la cocina, su madre lo envió a sentarse para servirle el desayuno. Ella le insistía en que descansara unos días más, pero él prefirió empezar de una vez a trabajar para su padre. Además, ya había descansado, antes de volver a casa se había tomado varios días libres, y fue por eso que su novia de hace tres años lo dejó. Habían estado separados mientras él estuvo en Irak. Una semana después de haber vuelto habían acordado venir para que ella conociera a sus padres. Pero antes de viajar, Franco se había ido a Verona a visitar a un amigo al que le habían amputado una pierna. Así le daba tiempo a ella para arreglaba las cosas en su trabajo, cuando volvió, ella rompió la relación incluso cuando le había explicado por teléfono la razón de su viaje. —No te preocupes madre, ya descansé lo necesario antes de venir. —Deja de tratarlo como un niño —se quejó su padre. —Es el n
—¿No vas a saludarme? Hace mucho tiempo que no nos vemos y me recibes con esa seriedad. —¿Franco? Oh Disculpa, a penas y te reconocí —era una mentira, se había quedado sin la capacidad para hablar, pero él no tenía por qué saberlo. —¡Aush! —musitó Franco, mientras se llevaba una mano a su pecho— eso dolió pequeña. —¿Ustedes se conocen? —preguntó Jianna. Ambos asintieron. Él se acercó a ella y le dio un beso en su mejilla, como si no había sido suficiente el solo verlo. Y él, como si el haberla besado en los labios la noche anterior no era suficiente también. Pero no pudo evitarlo. —¿Qué... que haces aquí? —le cuestionó ella— oh, perdona pasa, por favor —dijo señalando la puerta. Franco se adelantó y abrió la puerta para que ella pasara primero. —Tú secretaría ya lo dijo, estaré encargado de tu seguridad. —¿Es una broma? —dijo sonriendo. Él negó con la cabeza. —No, no lo es —respondió él mientras observaba el lugar. —¿Por qué tu padre haría eso? —Debo hacer esto antes de tomar
—¿Y él quién es? —Claudia había arrastrado a Amanda hasta el bar del hotel. Lo único que ella quería era llegar a su habitación y descansar ya eran cerca de las ocho de la noche cuando llegaron al hotel. Pero no todos los días uno podía encontrarse con una estrella como Claudia, además había hecho buena amistad hace un tiempo y no la miraba desde navidad del año pasado. —Es mi guardaespaldas. —Oye, que envidia —Amanda sonrió y negó con la cabeza— si lo pruebas dime a que sabe —ella le guiño un ojo. —¡Oye! —Claudia soltó una carcajada. Claudia no dudó en hacer que Franco se sentara con ellas. —Ese era el lugar del futuro esposo de Amanda, pero no importa, podemos buscarle otra silla. —¡Claudia! —la regañó Amanda, se le había olvidado lo incontrolable que era su amiga cuando hablaba. —¿Esposo? —cuestionó Franco. —Mi representante ha estado locamente enamorado de ella, desde hace mucho tiempo —respondió ella inclinándose a él como si le estuviera contando un secreto— pero ella es m