—¿Y él quién es? —Claudia había arrastrado a Amanda hasta el bar del hotel. Lo único que ella quería era llegar a su habitación y descansar ya eran cerca de las ocho de la noche cuando llegaron al hotel. Pero no todos los días uno podía encontrarse con una estrella como Claudia, además había hecho buena amistad hace un tiempo y no la miraba desde navidad del año pasado.
—Es mi guardaespaldas.
—Oye, que envidia —Amanda sonrió y negó con la cabeza— si lo pruebas dime a que sabe —ella le guiño un ojo.
—¡Oye! —Claudia soltó una carcajada. Claudia no dudó en hacer que Franco se sentara con ellas.
—Ese era el lugar del futuro esposo de Amanda, pero no importa, podemos buscarle otra silla.
—¡Claudia! —la regañó Amanda, se le había olvidado lo incontrolable que era su amiga cuando hablaba.
—¿Esposo? —cuestionó Franco.
—Mi representante ha estado locamente enamorado de ella, desde hace mucho tiempo —respondió ella inclinándose a él como si le estuviera contando un secreto— pero ella es más dura que una piedra.
—Claudia —advirtió Amanda, por segunda vez, y ella notó en su voz que mejor debía callarse. Amanda era una dulzura de mujer, profesional y educada, pero a veces este tipo de personas son de temer cuando llegan a su límite.
—De acuerdo —dijo ella levantando sus manos— cambiemos de tema. ¿Cuándo escribirás otra canción para mí? —Franco miró a Amanda, al parecer eso llamó también su atención y ayudó a que la molestia que se había instalado en él hace un momento desapareciera, solo un poco
—¿Y qué tal si me cuentas sobre tu gira? —propuso ella.
—El concierto de mañana es pequeño, los que vienen después serán una locura.
—Aman… ¿La señorita Viena, escribe canciones? —preguntó Franco.
—Ups —Claudia sello sus labios con sus dedos— es un secreto, pero supongo que tú has firmado un contrato de confidencialidad, no puedes revelar nada —él levantó una mano como si lo estuviera prometiendo. Claudia parecía darle más atención a Franco que a ella ¿debería irse y dejarlos solos?
“¿Celos?” Le gritó su subconsciente, claro que no.
—La primera vez que la vi, fue en una academia de música —empezó a relatar ella. Franco notó en la mirada de Amanda que su mente había viajado al pasado. Se quedó en silencio y dejó a su amiga hablar— Amanda, les estaba dando clases de guitarra a unas niñas —ella bebió de su copa, mientras Franco escuchaba atento— cuando escuché su canción, ofrecí comprársela de inmediato ¿Sabes que me dijo? —él negó con la cabeza.
—¿Que?
—Te la regalo, con una condición —Amanda había perdido la cuenta de cuantas copas se había tomado ya. Saber que aquellas letras que ella había escrito y la melodía que compuso, pensando en su madre y en el momento en que una persona sale de nuestras vidas. Habían llegado a ser escuchadas por millones de personas, no podía sentir más que agradecimiento.
—Grises, es una canción que llegó a tocar el corazón del mundo entero, bueno… casi de todo el mundo —sonrieron— también me ayudó a llegar más alto, gracias a esta chica —dijo señalándola con ambas manos— pero lo malo de nuestro trato fue que me obligó a no revelar su nombre, y fue así como ella me cedió todos los derechos —terminó de relatarle.
Amanda no entendía como Claudia estaba contándole todo eso a alguien desconocido para ella. si no se tratara de Franco era obvio que no lo hubiera permitido, aun así, debió detenerla y no tiene idea de porque no lo hizo.
—Perdón por la tardanza… ¡Amanda!
—Camilo— Ella se colocó de pie. Pero de inmediato sintió mareos y supo que ya había tomado de más. El recién llegado sonrió feliz, tomó la mano de ella y depositó un beso.
—mia bella signora.
“¿Y este de dónde salió?” pensó Franco. Tomó un trago de su vaso con agua.
—¿Y los chicos? —preguntó Claudia.
—Se fueron a descansar —respondió Camilo, sin quitar su mirada de Amanda— Mia bella, que gusto volver a verte —Franco se aclaró la garganta antes de que Amanda contestara algo.
—Oh perdón, Camilo, él es Franco Ferri. Franco, Camilo —Claudia los presento.
—Mucho gusto —Camilo le extendió la mano. Y él la tomó haciendo más fuerza de lo normal. No dijo nada solo asintió.
El tipo de verdad parecía encantado con Amanda y ella sonreía con él mientras conversaban. En tanto Claudia parecía seguir queriendo distraerlo.
—Me dio mucho verlos, pero ya debo retirarme —dijo ella un rato después. Amanda sentía que sus ojos se cerrarían en cualquier momento.
—Podemos quedar mañana para almorzar juntos —dijo Camilo y a Amanda no le pareció a una pregunta.
—Lo siento, debemos volver mañana mismo. —Se escuchaba que ella ya arrastraba las palabras.
—De acuerdo —aceptó camilo, sabía que ella nunca cedía, las veces que tuvo la oportunidad de estar cerca, fue por casualidad y gracias a Claudia. Se colocó de pie y perdió un poco el equilibrio, Franco fue rápido y la sostuvo de la muñeca. Cuando se estabilizó se soltó de su mano. Claudia la despidió con un abrazo y besos en sus mejillas, camilo intentó hacer lo mismo, pero ella no lo dejó.
—Deja de tocarme —soltó de pronto ella, Camilo levantó las manos, Franco y Claudia sonrieron. Al parecer ya estaba muy ebria. Salieron del bar. Ella por poco se cae, sino fuera porque Franco la sostuvo.
—Puedes apoyarte en mi —dijo él, cuando vio que se le dificultaba caminar.
—¿También quieres tocarme?
—Amanda, sabes que no puedes caminar —ella cerró los ojos.
—Está bien —musitó. ÉL la sostuvo de su cintura mientras caminaban. Cuando entraron al ascensor él no la soltó y ella tampoco se separó de él.
—Estás muy caliente —susurró ella.
—Hace mucho calor aquí.
—Entonces… quítate esto —dijo mientras deslizaba su saco por sus brazos. Franco lo hizo, pero ella no se quedó ahí, llevó sus manos a su corbata y Franco tomó sus manos.
—Pequeña… —Franco rodeó su cintura y la pegó a su cuerpo— quédate quieta —ordenó.
—Uhm —ella apoyó la cabeza en su pecho— Puedes quedarte en la habitación —Musitó.
—Planeaba hacerlo, no iba a dejarte sola —ella levantó su cabeza para verlo y él bajó su mirada. Sin pensarlo tomó su barbilla y acercó su rostro lentamente a ella. Cuando estaba a punto de besarla ¡Ding!
Amanda despertó con el sonido de su alarma.
—No otra vez —Se quejó, al parecer últimamente estaba empeñada en despertar con dolores de cabeza— Uhm, no volveré a beber alcohol, lo prometo —Se levantó y entró al baño.
Con una toalla en su cabeza y con un albornoz que le llegaba a mitad de su muslo, salió de la habitación, en busca de algo para comer y aliviar su dolor.
—Uhm, M****a —volvió a quejarse ella.
—¿Mierda? —la voz ronca de un hombre hizo que se sobresaltara. Franco estaba saliendo de la cocina con unos platos en la mano. No llevaba su usual traje, pero parecía recién duchado, porque su cabello aún estaba mojado.
—Creí que la señorita Viena no decía esas palabras —dijo mientras colocaba los platos en la mesa.
—Creíste mal, por eso prefiero tener mi privacidad ¿Qué haces aquí?
—Anoche dijiste que podía quedarme —ella frotó sus sienes.
—No lo recuerdo.
—Ya veo, el alcohol te da amnesia.
—Eso ocurre con la mayoría de las personas ¿No?
—Conmigo no. Te… preparé el desayuno.
—No debiste hacerlo, el hotel tiene…
—No, no debía, pero quise hacerlo —Se miraron unos segundos.
—No sabía que podías cocinar.
—Te sorprenderías al saber todo lo que puedo hacer ¿Qué tal si lo pruebas y me das tu opinión? prometo que no tiene veneno —Franco retiró un poco la silla invitándola a sentarse, ella entrecerró sus ojos.
—No sé si debería creerte —Franco sonrió y ella sin poder evitarlo hizo lo mismo. Él fijó su mirada en sus labios que por fin le sonrieron con naturalidad—Lo que creo es que vino un chef del hotel e hizo todo esto.
—De hecho, si vino, pero lo envié de vuelta. Ah, y el café lo hice como te gusta, negro y sin azúcar —Se vio tentada a preguntar cómo lo supo, pero era fácil saberlo. Las personas que la rodeaban lo sabían.
—Perdona… si anoche te hice las cosas difíciles —musitó ella con algo de vergüenza en su rostro. Notó la mirada de él fija en ella y sintió que sus mejillas se calentaban aún más, no sabía cómo evitarlo, entonces decidió probar su desayuno.
Sí, fue un poco difícil, pero él no se lo iba a decir.
La noche anterior.
Después de que salieron del ascensor Franco la llevó hasta la habitación. Amanda caminó casi a tropezones hasta el mini bar.
—Amanda, ya bebiste suficiente, es hora de dormir.
—No es para mí, es para ti.
—¿Para mí? —ella asintió.
—Tú bebiste solo agua, y… como ya no tienes que cuidarme por hoy… —Franco le quitó el vaso y la botella de las manos. Y las dejó a un lado.
—¿Quién dice que ya no debo cuidarte? aún voy a cuidarte ¿Vale?
—Uhm, sigues siendo muy lindo —Amanda entrelazó sus brazos en su cuello y el la sujetó de la cintura— Entonces… vamos a dormir —sus frentes chocaron y El cuerpo de Franco empezó a reaccionar de una manera que no debía.
—Maldición —dijo entre dientes, se inclinó un poco y la levantó en sus brazos— quieres dormirte ya, por favor —habló como si la estuviera regañando. Ella asintió con la cabeza y escondió su rostro en el cuello de él y la llevó hasta la cama, le quitó los zapatos. Cuando la estaba cubriendo con las mantas, ella lo tomó de la mano. Franco alzó su mirada y vio que ella ya estaba dormida.
—No… te vuelvas a ir —la escuchó decir en apenas un susurro. Se quedó unos minutos más observándola hasta que logró soltarse de su mano.
Amanda vestía un jeans azul claro, una camisa blanca, una chaqueta de cuero negro y unas gafas de sol, su cabello estaba recogido en una coleta con trenzas. Ella dio un par de vueltas en su propio eje observando todo el lugar, aunque ya había estado una vez antes en el hotel. Nunca había ido a esa zona. El lugar era hermoso, las cabañas estaban entre los árboles, y la playa estaba muy cerca, desde ahí se podía sentir la brisa del mar. —Entonces, cree que aprueben el presupuesto para la renovación de todas las cabañas —preguntó el gerente. —No —el gerente y el arquitecto la vieron muy sorprendida por su rápida respuesta— ya no es necesario, no vamos a renovar. —Pero aún no se ha analizado bien… —Ya lo hice, tengo el informe anual de los ingresos y los gastos de mantenimiento, la renovación no es poco, no planeo renovar este lugar. Estas cabañas se mantienen ocupadas solo en temporada alta. —¿Entonces qué piensa hacer? —Toda esta área será para que las personas que les gusta avent
—¿Desean algo más? —preguntó la joven, en ese momento Franco tomó la mano de Amanda por encima de la mesa, ella se tensó, pero no retiró su mano. —Bonita, ¿quieres comer algo más? —preguntó Franco con cariño, llevó su mirada de sus manos a los ojos de él, Amanda solo negó con la cabeza— entonces, está bien así —le dijo a la chica, Amanda retiró su mano a penas la joven se fue, él no desaprovechó la oportunidad de acariciar hasta la punta de sus dedos. Pasaban por el vestíbulo cuando una de las recepcionistas los detuvo. —Señorita Viena —ella se giró hacia quien sea que la estuviese llamando, la recepcionista se acercó a ella—, el señor Camilo Leone, dejó esto para usted —dijo extendiéndole unas entradas para el concierto de Claudia. Amanda las miró un momento. —Déjatelas —dijo antes de darse la vuelta. —Pero… Ella había dado un par de pasos cuando de pronto se detuvo haciendo que Franco por poco chocara con su espalda. —Espera… —Amanda observó el nombre de la joven en su unifor
Después de eso no hubo más mensajes de texto, porque el auto se detuvo frente a casa de Valeria, era una suerte que no quedaba muy lejos del hotel. Ella los invitó a pasar. Amanda vio su reloj de pulsera, tenía algo de tiempo. Era una casa modesta, al menos el padre del hijo del Valeria le había comprado esa casa y le pasaba una mensualidad. Cuando entraron una señora como de mediana edad los recibió con un bebé en brazos, supuso que era el hijo de su nueva “¿amiga?” talvez, su compañía era agradable tenía una facilidad para tratar a las personas y parecía ser alguien sencilla. Valeria tomó en brazos al pequeño. —Señorita Viena. —Dime Amanda —Valeria sonrió. —Amanda, él es mi hijo, Valentino, la luz de mi vida —Valeria sonrió con amor al ver a su pequeño. Amanda tomó la manita de Valentino. —Hola campeón —ella le sonrió mientras que el bebé parecía evaluarla, pero al final también sonrió— es hermoso —musito acariciando la mejilla del niño. —Y ella es mi madre, Cristina. Mamá ven
Amanda sintió unas caricias en su rostro, no quería despertar estaba bien donde estaba. —Bonita —escuchó la voz de Franco. —Uhm, déjame —se aferró más a él. —Nos quedaremos aquí toda la noche abrazados o te llevo en brazos hasta la casa de tu abuela, tu escoges. Abrió de golpe sus ojos, cuando escuchó la palabra “abuela” podría quedarse ahí, pero no era correcto. Levantó su rostro para verlo y la sonrisa de Franco la recibió. Tuvo el impulso de llevar una mano a su rostro, pero fue él quien la acarició primero. —No te he mentido, déjame demostrarlo. Talvez aún estaba un poco dormida, porque no entendió de que estaba hablando, le costó unos segundos recordar su última conversación. Necesitaba tiempo para asimilar sus palabras, pero ese era el problema, él no le daba tiempo para pensar. Franco sostenía su mentón con sus dedos, y en un segundo cerró la distancia que los separaba, unió sus labios en un casto beso. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces la había besado en un solo
El día con la abuela fue bastante entretenido, era sábado, le ayudó a trabajar en su jardín de orquídeas y eso la mantuvo distraída. Había recibido un mensaje de Franco por la mañana, pero ella logró ignorarlo y él pareció entender porque no volvió a escribirle durante el día, debió sentirse aliviada por eso, pero no se sentía así.El fin de semana pasó rápido, contrario a lo que se imaginó, pero había tenido tiempo suficiente para pensar y decidir lo que realmente quiere hacer. Aunque el día domingo Franco llenó su móvil de mensajes, bromearon en un par de ocasiones cuando ella le contestó uno que otro mensaje, pero la mayoría de los mensajes de él eran sobre lo linda que era, cuanto la extrañaba y algunos que hicieron que su cuerpo se calentara, como el mensaje que decía que apenas estuvieran a solas la iba a estrechar en sus brazos y la besaría hasta quedar sin aliento. Deseaba que esa fuera una promesa que él cumpliera tal y como lo había dicho.Después de recogerla en casa de su
Y como un ángel enviado del cielo, su amiga hizo su aparición.—¡Aman! —Fiorella bajó las escaleras, corrió a su lado y la abrazó. Amanda se apoyó en ella, deseaba derrumbarse ahí mismo, pero no se lo permitió, no sabe de donde encontró las fuerzas para mantener su elegante e inquebrantable postura— ¿Qué haces aquí? —preguntó su amiga cuando la dejó ir.—Le prometí a tu padre que pasaría a saludar —miró a Leandro y este asintió—, pero ya me tengo que ir.—Oh no, quédate —le pidió su amiga.—Fiorella, no puedo de verdad —dio una rápida mirada a Franco y a la chica llamada Stella que colgaba de su brazo—, Felicidades —luego se giró hacia los padres de su amiga y su abuelo— buenas noches, fue un gusto verlos —no esperó respuesta y caminó hacia la salida.—Alto ahí —debió suponerlo, su amiga la conocía muy bien. La voz de Fiorella la detuvo antes de subir a su auto, para entonces sus lágrimas ya habían empañado su vista, no quería que nadie más supiera de lo que había pasado entre ella y
Rodeó por completo su cuerpo con sus brazos y la pegó a él. Ella colocó sus manos sobre su pecho con la clara intención de alejarlo, pero no había ningún esfuerzo de su parte por llevar a cabo lo que estaba pensando, era como si su cuerpo no quisiera obedecerle.—Franco… —su voz era de súplica, no le estaba ordenando nada con su firmeza de siempre.—Shhh, bonita te necesito —susurró él cerca de sus labios. Ella cerró sus ojos y en un segundo él la estaba besando, abrió su boca para recibirlo. Aquello era un error, sabía desde el inicio que no debió dejar que él se acercara de esa manera a ella.Siempre había sabido hacer lo que creía correcto cuando algo estaba mal, pero actuar de la misma forma en este momento estaba lejos de suceder. Ella también lo necesitaba, lo quería y hasta lo deseaba. Dejó que todo aquello que él la hacía sentir se apoderara de ella y cualquier pensamiento coherente desapareció de su mente cuando rodeó su cuello con sus brazos para acercarlo más a ella, si es
Su nuevo guardaespaldas se tomaba su trabajo muy en serio, no es que Franco no lo hacía, lo había visto en muchas ocasiones fruncir el ceño cuando algo no le gustaba y lo sentía como si él fuera un escudo que estaba dispuesto a recibir una bala por ella. Benedetto, así era como se llamaba su nuevo jefe de seguridad, él miró hacia todos lados evaluando el lugar y hablando con su compañero atreves de sus auriculares, el otro guardaespaldas estaba en algún lugar manteniendo la distancia. El señor Leandro había insistido que para este viaje tuviera dos guardaespaldas. Luego de estar seguro abrió la puerta del auto para ella. Era un tipo grande, calvo y musculoso, le recordaba al actor de cine Dwayne Johnson. Incluso usaba ropa deportiva a petición de ella misma, era lo mínimo que podía hacer para no llamar tanto la atención, aunque parecía inútil, por sí solo llamaba la atención de las personas. Miró hacia arriba, el imponente hotel que su abuelo materno inauguró hace más de treinta añ