—¿No vas a saludarme? Hace mucho tiempo que no nos vemos y me recibes con esa seriedad.
—¿Franco? Oh Disculpa, a penas y te reconocí —era una mentira, se había quedado sin la capacidad para hablar, pero él no tenía por qué saberlo.
—¡Aush! —musitó Franco, mientras se llevaba una mano a su pecho— eso dolió pequeña.
—¿Ustedes se conocen? —preguntó Jianna. Ambos asintieron.
Él se acercó a ella y le dio un beso en su mejilla, como si no había sido suficiente el solo verlo. Y él, como si el haberla besado en los labios la noche anterior no era suficiente también. Pero no pudo evitarlo.
—¿Qué... que haces aquí? —le cuestionó ella— oh, perdona pasa, por favor —dijo señalando la puerta. Franco se adelantó y abrió la puerta para que ella pasara primero.
—Tú secretaría ya lo dijo, estaré encargado de tu seguridad.
—¿Es una broma? —dijo sonriendo. Él negó con la cabeza.
—No, no lo es —respondió él mientras observaba el lugar.
—¿Por qué tu padre haría eso?
—Debo hacer esto antes de tomar algún puesto en la oficina, él es el jefe, supongo que debo obedecer —respondió él mientras levantaba sus hombros. Si era así, eso explicaba porque fue a buscarla anoche al club.
—Puedo hablar con tu padre, si no quieres trabajar como mi guarda…
—¿Quién dijo que no quiero? —le cuestionó, antes de que terminara de hablar, Franco se acercó más a ella— ¿No será que eres tú, la que no quiere tenerme cerca?
—Para nada, solo intentaba ayudarte —Amanda se alejó de él y rodeó su escritorio ahí se sentía más segura como si aquel mueble la protegiera de él— la verdad me da igual quien sea. Mientras haga bien su trabajo.
—Y a mí me da igual a quien cuidar, mientras no haga las cosas difíciles —ella sabía que se refería a su escapada de anoche. El sonido de su teléfono hizo que se rompiera el hilo de sus miradas. Amanda agradeció la interrupción y se disculpó para contestar.
—Pásame la llamada —ordenó a su secretaria— Giorgio —saludó ella— así es, hubo un cambio de última hora —hubo un silencio mientras escuchaba a la persona del otro lado de la línea — está bien, te veo ahí en dos horas —Amanda colgó el teléfono. Lo miró un segundo antes de hablar.
» Bien, en ese caso, Señor Ferri —él levantó una ceja ante la forma en como lo llamó— volvamos a nuestras labores —ella se sentó en su silla y abrió su computadora—. Almorzaré fuera y esta noche volaremos a Valencia.
—¿Tu agenda ha cambiado?
—Sí.
—Entonces, iré a verificar todo —ella no lo miró ni contestó nada. Levantó su mirada hacía la puerta hasta que escuchó que esta se cerró.
Las siguientes dos horas estuvo concentrada en su trabajo sin ninguna interrupción. Cuando se llegó la hora del almuerzo salió de su oficina, como era de esperarse Franco la esperaba para llevarla al lugar donde se iba a reunirse con Giorgio. Mientras caminaban por la compañía, no le pasó desapercibido como las personas en especial las mujeres miraban a su guardaespaldas se las arregló muy bien para ignóralos. Antes de salir al exterior se colocó unas gafas de sol.
Cuando llegaron al restaurante, Franco se bajó de inmediato. Pero antes de llegar para abrirle la puerta, alguien ya se le había adelantado. Vio como el hombre le extendió la mano a Amanda y ella la tomó.
—Hermosa, como siempre —halagó Giorgio.
—Gracias, ¿Entramos? —ella tenía algo de prisa porque aún tenía cosas que hacer. Giorgio extendió la mano para que ella siguiera. Él era uno de sus pocos amigos o talvez él único amigo. Se conocieron en la universidad. Él es un arquitecto paisajista y cuando se graduó, Amanda no dudó en contratarlo, había visto sus trabajos en varias ocasiones y le habían gustado.
Franco los siguió hasta la mesa reservada y se sentó en otra mesa cerca de ellos.
—Creí que pasarías más tiempo con nosotros en el proyecto Ferrandino —comentó su amigo.
—Sí, bueno… debo ocuparme de otras cosas, por eso te encargué a ti este proyecto. Sabes que es muy importante.
—Sabes que puedes contar conmigo —compartieron una sonrisa y a Franco no le pasó desapercibido lo cercano que eran. El camarero llegó— me atreví a ordenar por ti, espero te guste —Amanda vio lo que le sirvieron y sonrió.
—Me conoces —Giorgio le dio un guiño. Los siguientes minutos, se la pasaron hablando de trabajo mientras comían y él le informó de todos los avances que habían logrado durante las últimas semanas.
Como su trabajo era cuidarla se aseguró de concentrarse en eso y no en como interactuaba con aquel tipo. Franco pidió que le sirvieran algo ligero y no tardó en terminar de comer, luego pagó su cuenta. Minutos después Amanda llamó al camarero y le pidió la cuenta.
—No es necesario, yo pago —dijo Giorgio, le entregó su tarjeta al joven.
—Entonces, iré un momento al tocador —Giorgio se levantó, cuando ella lo hizo para alejarse, Franco hizo lo mismo y la siguió.
—Amanda —Franco la llamó cuando ella pasó por su costado sin mirarlo, él la esperaba cerca de la puerta del tocador. Ella se detuvo y se giró para verlo.
—¿Estas saliendo con él? —su intención era preguntar otra cosa, pero terminó haciendo una pregunta incómoda y se arrepintió de inmediato. Ella levantó una ceja y claramente leyó su respuesta. “No era de su incumbencia”
“Maldición”
—Lo siento —Se disculpó de inmediato— no quise preguntar eso ¿cuánto tiempo estaremos en Valencia? —preguntó de inmediato antes de que el ambiente se pusiera más tenso.
—Un día ¿Por qué? —Franco pasó sus dedos por su cabello.
—Es que, en mi auto solo ando un cambio de ropa…
—Eso es suficiente —contestó—, pero si deseas, pasaremos por tu casa antes de volver a la oficina.
—Te lo agradezco, ¿Y tú maleta? —cuestionó él.
—Jianna, ya se encargó de eso.
—Oh —musitó él, después de que Amanda siguiera su camino. Esta vez Franco fue más rápido, para cuando ella llegó al auto, él ya tenía la puerta abierta para ella.
—Entonces, me mantienes informada ¿De acuerdo?
—Lo haré, no te preocupes —Giorgio colocó su mano en su espalda, se inclinó y le dio un beso en la mejilla. Ella no se lo esperaba, pero no lo demostró, en cambio le sonrió y se despidió de él. Dentro del auto reinaba el silencio, se sentían incómodos, pero ambos eran buenos ignorando ese tipo de situaciones. Amanda miraba su teléfono, mientras que él miraba por la ventana y otras veces estaba pendiente de las maniobras del conductor.
—Señora Ivana —hubiera sido extraño ir a casa de su amiga y no bajarse del auto para saludar.
—Amanda, cariño —la Madre de Franco la abrazó como siempre y la invitó a pasar.
—¿Deseas tomar algo?
—No se preocupe, estoy bien —ambas se quedaron conversando en la sala, en tanto que Franco iba a su habitación por una maleta.
—Listo —dijo minutos después— Mamá, debemos irnos —Ivana la abrazó mientras le decía.
—Cuida de mi hijo.
—Madre, ¿Si recuerdas que soy yo quien debe cuidar de ella? —su madre le dio un golpecito en su brazo.
—Lo sé, solo estoy siendo tu madre, es normal que diga eso —Amanda Sonrió, pero Franco pudo notar un rastro de tristeza en sus ojos, quizás ella no pudo evitar pensar en su madre. Ese pensamiento hizo que se sintiera mal por ella.
Volvieron a la compañía y ella pasó el resto del día en su oficina, hasta que llegó la hora de tomar su vuelo.
Amanda esperó unos minutos en el avión mientras Franco hablaba con el personal del jet privado de ella y hacía algunas inspecciones de seguridad. Una vez que el avió despegó. Ella empezó a trabajar en su laptop. Mientras que Franco se acomodó en su asiento y cerró sus ojos. Franco sintió que había dormido mucho tiempo ya. Cuando abrió sus ojos vio a Amanda aún concentrada en su computadora. Miró su reloj y había pasado menos de una hora desde que despegaron.
—¿Nunca descansas? —cuestionó él.
—Lo haré cuando llegue al hotel.
—Pareces un robot —susurró él y ella lo miró, al parecer lo había escuchado.
—Lo dice alguien que pasa mucho tiempo de pie, sin moverse.
—Ese es mi trabajo, por eso descanso cuando tengo oportunidad.
—Y este es el mío, y ya tendré oportunidad también de descansar —parecía una discusión, pero no era así, sus voces eran bajas y tranquilas. Pero ella cerró su computadora de golpe, se levantó de su asiento y entró a la pequeña habitación del avión. Franco se giró para verla, pero ella ya había desaparecido.
—¿Y ahora que dije? —no estaba seguro, pero algo no cuadraba. Mientras todos hablaban maravillas de ella, incluso sus empleados decían que era la mejor jefa del mundo y todos parecían amarla. Con él era diferente, al menos eso le parecía hasta ahora. Mientras la miraba sonreír y ser amable con otros, con él hablaba solo lo necesario y nunca le había sonreído. Excepto aquel momento antes de besarlo. Pero ella estaba ebria.
Hotel L&A Gran palacio.
—Señorita Viena, bienvenida —un hombre como de unos cincuenta años la recibió.
—Señor Fernández ¿Cómo está? —ella le extendió la mano y él la tomó.
—Muy bien señorita, es un gusto tenerla aquí, el recorrido por las cabañas será a las nueve de la mañana.
—Perfecto, contraté un arquitecto para que nos acompañe, después de que nos dé su valoración y verifiquemos los gastos le estaré enviando mi decisión ¿Las habitaciones están listas?
—Por supuesto, la señorita Valeria le entregará su tarjeta.
—Aquí tiene Señorita.
—Gracias… ¿La del señor Ferri?
—¿Ah? —la joven miró al señor Fernández y este miró confundido a Amanda.
—Disculpe, Señorita. Su secretaria reservó una suite con doble habitación, era la única que quedaba, todo el hotel está lleno justo ahora.
—No puede ser —musitó para ella misma. Franco apretó sus labios para evitar sonreír— entonces prepare una habitación del personal de servicio —dicho esto se dio la vuelta y caminó hacia el ascensor sin esperar ninguna respuesta. El señor Fernández miró a Franco y él le sonrió antes de seguir a Amanda.
—¿Habitación de servicio? —preguntó Franco cuando llegó a su lado.
—¿Hay algún problema?
—No, he dormido en peores lugares durante días, créeme.
—Te creo.
—Pero…
—¡Amanda! —la voz un poco ronca de una mujer los interrumpió— ¡Oh por Dios! Eres tú.
—¡Claudia! que sorpresa —las dos mujeres se unieron en un abrazo.
—¿Sorpresa? —preguntó ella con una ceja alzada.
—Lo siento… últimamente no te he seguido.
—Me doy cuenta, mañana empiezo una gira por España ¿Y tú que haces aquí?
—Ya sabes.
—¡Trabajo! —dijeron al mismo tiempo.
—¿Y él quién es? —Claudia había arrastrado a Amanda hasta el bar del hotel. Lo único que ella quería era llegar a su habitación y descansar ya eran cerca de las ocho de la noche cuando llegaron al hotel. Pero no todos los días uno podía encontrarse con una estrella como Claudia, además había hecho buena amistad hace un tiempo y no la miraba desde navidad del año pasado. —Es mi guardaespaldas. —Oye, que envidia —Amanda sonrió y negó con la cabeza— si lo pruebas dime a que sabe —ella le guiño un ojo. —¡Oye! —Claudia soltó una carcajada. Claudia no dudó en hacer que Franco se sentara con ellas. —Ese era el lugar del futuro esposo de Amanda, pero no importa, podemos buscarle otra silla. —¡Claudia! —la regañó Amanda, se le había olvidado lo incontrolable que era su amiga cuando hablaba. —¿Esposo? —cuestionó Franco. —Mi representante ha estado locamente enamorado de ella, desde hace mucho tiempo —respondió ella inclinándose a él como si le estuviera contando un secreto— pero ella es m
Amanda vestía un jeans azul claro, una camisa blanca, una chaqueta de cuero negro y unas gafas de sol, su cabello estaba recogido en una coleta con trenzas. Ella dio un par de vueltas en su propio eje observando todo el lugar, aunque ya había estado una vez antes en el hotel. Nunca había ido a esa zona. El lugar era hermoso, las cabañas estaban entre los árboles, y la playa estaba muy cerca, desde ahí se podía sentir la brisa del mar. —Entonces, cree que aprueben el presupuesto para la renovación de todas las cabañas —preguntó el gerente. —No —el gerente y el arquitecto la vieron muy sorprendida por su rápida respuesta— ya no es necesario, no vamos a renovar. —Pero aún no se ha analizado bien… —Ya lo hice, tengo el informe anual de los ingresos y los gastos de mantenimiento, la renovación no es poco, no planeo renovar este lugar. Estas cabañas se mantienen ocupadas solo en temporada alta. —¿Entonces qué piensa hacer? —Toda esta área será para que las personas que les gusta avent
—¿Desean algo más? —preguntó la joven, en ese momento Franco tomó la mano de Amanda por encima de la mesa, ella se tensó, pero no retiró su mano. —Bonita, ¿quieres comer algo más? —preguntó Franco con cariño, llevó su mirada de sus manos a los ojos de él, Amanda solo negó con la cabeza— entonces, está bien así —le dijo a la chica, Amanda retiró su mano a penas la joven se fue, él no desaprovechó la oportunidad de acariciar hasta la punta de sus dedos. Pasaban por el vestíbulo cuando una de las recepcionistas los detuvo. —Señorita Viena —ella se giró hacia quien sea que la estuviese llamando, la recepcionista se acercó a ella—, el señor Camilo Leone, dejó esto para usted —dijo extendiéndole unas entradas para el concierto de Claudia. Amanda las miró un momento. —Déjatelas —dijo antes de darse la vuelta. —Pero… Ella había dado un par de pasos cuando de pronto se detuvo haciendo que Franco por poco chocara con su espalda. —Espera… —Amanda observó el nombre de la joven en su unifor
Después de eso no hubo más mensajes de texto, porque el auto se detuvo frente a casa de Valeria, era una suerte que no quedaba muy lejos del hotel. Ella los invitó a pasar. Amanda vio su reloj de pulsera, tenía algo de tiempo. Era una casa modesta, al menos el padre del hijo del Valeria le había comprado esa casa y le pasaba una mensualidad. Cuando entraron una señora como de mediana edad los recibió con un bebé en brazos, supuso que era el hijo de su nueva “¿amiga?” talvez, su compañía era agradable tenía una facilidad para tratar a las personas y parecía ser alguien sencilla. Valeria tomó en brazos al pequeño. —Señorita Viena. —Dime Amanda —Valeria sonrió. —Amanda, él es mi hijo, Valentino, la luz de mi vida —Valeria sonrió con amor al ver a su pequeño. Amanda tomó la manita de Valentino. —Hola campeón —ella le sonrió mientras que el bebé parecía evaluarla, pero al final también sonrió— es hermoso —musito acariciando la mejilla del niño. —Y ella es mi madre, Cristina. Mamá ven
Amanda sintió unas caricias en su rostro, no quería despertar estaba bien donde estaba. —Bonita —escuchó la voz de Franco. —Uhm, déjame —se aferró más a él. —Nos quedaremos aquí toda la noche abrazados o te llevo en brazos hasta la casa de tu abuela, tu escoges. Abrió de golpe sus ojos, cuando escuchó la palabra “abuela” podría quedarse ahí, pero no era correcto. Levantó su rostro para verlo y la sonrisa de Franco la recibió. Tuvo el impulso de llevar una mano a su rostro, pero fue él quien la acarició primero. —No te he mentido, déjame demostrarlo. Talvez aún estaba un poco dormida, porque no entendió de que estaba hablando, le costó unos segundos recordar su última conversación. Necesitaba tiempo para asimilar sus palabras, pero ese era el problema, él no le daba tiempo para pensar. Franco sostenía su mentón con sus dedos, y en un segundo cerró la distancia que los separaba, unió sus labios en un casto beso. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces la había besado en un solo
El día con la abuela fue bastante entretenido, era sábado, le ayudó a trabajar en su jardín de orquídeas y eso la mantuvo distraída. Había recibido un mensaje de Franco por la mañana, pero ella logró ignorarlo y él pareció entender porque no volvió a escribirle durante el día, debió sentirse aliviada por eso, pero no se sentía así.El fin de semana pasó rápido, contrario a lo que se imaginó, pero había tenido tiempo suficiente para pensar y decidir lo que realmente quiere hacer. Aunque el día domingo Franco llenó su móvil de mensajes, bromearon en un par de ocasiones cuando ella le contestó uno que otro mensaje, pero la mayoría de los mensajes de él eran sobre lo linda que era, cuanto la extrañaba y algunos que hicieron que su cuerpo se calentara, como el mensaje que decía que apenas estuvieran a solas la iba a estrechar en sus brazos y la besaría hasta quedar sin aliento. Deseaba que esa fuera una promesa que él cumpliera tal y como lo había dicho.Después de recogerla en casa de su
Y como un ángel enviado del cielo, su amiga hizo su aparición.—¡Aman! —Fiorella bajó las escaleras, corrió a su lado y la abrazó. Amanda se apoyó en ella, deseaba derrumbarse ahí mismo, pero no se lo permitió, no sabe de donde encontró las fuerzas para mantener su elegante e inquebrantable postura— ¿Qué haces aquí? —preguntó su amiga cuando la dejó ir.—Le prometí a tu padre que pasaría a saludar —miró a Leandro y este asintió—, pero ya me tengo que ir.—Oh no, quédate —le pidió su amiga.—Fiorella, no puedo de verdad —dio una rápida mirada a Franco y a la chica llamada Stella que colgaba de su brazo—, Felicidades —luego se giró hacia los padres de su amiga y su abuelo— buenas noches, fue un gusto verlos —no esperó respuesta y caminó hacia la salida.—Alto ahí —debió suponerlo, su amiga la conocía muy bien. La voz de Fiorella la detuvo antes de subir a su auto, para entonces sus lágrimas ya habían empañado su vista, no quería que nadie más supiera de lo que había pasado entre ella y
Rodeó por completo su cuerpo con sus brazos y la pegó a él. Ella colocó sus manos sobre su pecho con la clara intención de alejarlo, pero no había ningún esfuerzo de su parte por llevar a cabo lo que estaba pensando, era como si su cuerpo no quisiera obedecerle.—Franco… —su voz era de súplica, no le estaba ordenando nada con su firmeza de siempre.—Shhh, bonita te necesito —susurró él cerca de sus labios. Ella cerró sus ojos y en un segundo él la estaba besando, abrió su boca para recibirlo. Aquello era un error, sabía desde el inicio que no debió dejar que él se acercara de esa manera a ella.Siempre había sabido hacer lo que creía correcto cuando algo estaba mal, pero actuar de la misma forma en este momento estaba lejos de suceder. Ella también lo necesitaba, lo quería y hasta lo deseaba. Dejó que todo aquello que él la hacía sentir se apoderara de ella y cualquier pensamiento coherente desapareció de su mente cuando rodeó su cuello con sus brazos para acercarlo más a ella, si es