—¿Desean algo más? —preguntó la joven, en ese momento Franco tomó la mano de Amanda por encima de la mesa, ella se tensó, pero no retiró su mano.
—Bonita, ¿quieres comer algo más? —preguntó Franco con cariño, llevó su mirada de sus manos a los ojos de él, Amanda solo negó con la cabeza— entonces, está bien así —le dijo a la chica, Amanda retiró su mano a penas la joven se fue, él no desaprovechó la oportunidad de acariciar hasta la punta de sus dedos.
Pasaban por el vestíbulo cuando una de las recepcionistas los detuvo.
—Señorita Viena —ella se giró hacia quien sea que la estuviese llamando, la recepcionista se acercó a ella—, el señor Camilo Leone, dejó esto para usted —dijo extendiéndole unas entradas para el concierto de Claudia.
Amanda las miró un momento.
—Déjatelas —dijo antes de darse la vuelta.
—Pero…
Ella había dado un par de pasos cuando de pronto se detuvo haciendo que Franco por poco chocara con su espalda.
—Espera… —Amanda observó el nombre de la joven en su uniforme, tomó las entradas y le dio una a la chica— Valeria, Prepara un auto para dentro de una hora iremos juntas— ordenó.
—Pero… mi turno termina hasta las diez —Amanda le dio una mirada y eso fue suficiente para que la chica aceptara— como ordene, Señorita —Amanda le sonrió, luego se dio la vuelta. La joven se quedó en el mismo lugar asimilando aquello que acababa de ocurrir.
Amanda sacó su teléfono mientras estaban en el ascensor, escribió algo y cuando terminó volvió a guardarlo.
—¿No nos iremos esta tarde? —preguntó Franco cuando entraron a la suite.
—No, saldremos a las ocho de la noche.
—Creí que estabas ansiosa por volver —lo estaba, pero ya se pondrá al día con su trabajo. Además, era viernes y mañana tendría que ir a visitar a su abuela. Amanda no respondió nada a su comentario —¿Por cierto, una de las entradas no era para mí?
—Uhm, que pena tendrás que esperar afuera, entonces —no lo dejó que contestara nada, entró a su habitación dejándolo solo en la sala.
—Ya veremos, pequeña —musitó, mientras sacaba el celular de su bolsillo.
Amanda se quitó sus zapatos y la chaqueta antes de lanzarse de espalda en la cama, pero ¿qué estaba haciendo? debería estar lista para regresar a su país, en cambio estaba planeando ir a un concierto. La culpa la tenía Franco, él la estaba desconcentrando de todo, sería una tonta si se dejaba embaucar por él.
No sabía cuáles eran sus intenciones y no sabía casi nada sobre él, podría ser que él solo quiera jugar un rato y ella no estaba interesada en eso. Mientras se vestía siguió pensando en el momento en el que Franco la besó en la cabaña. “¿Cómo se atrevió?”
Amanda llevaba un Jeans azul y una blusa roja que dejaba al descubierto gran parte de su espalda. Unos tacones color nude y una cartera que le hacía juego. Salió de su habitación y Franco la esperaba en la sala, también se había cambiado de ropa, se miraba un poco más joven. Llevaba también un Jeans azul pero más oscuro, una camiseta blanca que se ajustaba a su torso y una chaqueta de cuero marrón. Él se quedó observándola de pie a cabeza, se obligó a no hacer lo que deseaba hacer en ese momento que la tenía frente a él.
—¿Lista? —ella asintió— Amanda —Franco la detuvo en cuando ella pasó por su costado— lo que te dije hace años no fue…
—Se hace tarde, si quieres quedarte a recordar por mí está bien. Yo, la verdad me acuerdo de muy poco —no le dio oportunidad de hablar y salió de la habitación.
Y como ella lo había pedido Valeria la esperaba junto al auto, Franco le abrió la puerta y dejó que las dos mujeres entraran, luego él se sentó en el asiento del copiloto.
Llegaron al lugar del concierto en Sala Jerusalem. Franco caminó adelante, le dijo algo al hombre de la entrada y este solo asintió, luego se hizo a un lado y dejó que las chicas entraran. Amanda notó que lo que le dijo al hombre fue por lo que lo dejó pasar, y tenía curiosidad de saber que era. Había previsto que Franco no iba a poder ingresar y que se iba a deshacer de él por un tiempo. Al parecer se equivocó y él le sonrió victorioso.
El lugar había sido reservado para Amanda era en un segundo piso, el escenario era abajo. Minutos después el concierto empezó con otro artista de pop.
—¡Amanda! —como ella lo esperaba Camilo llegó— me da gusto que vinieras —ella se colocó de pie y él la saludó con un beso en la mejilla. Franco simuló una tos y ambos voltearon a verlo, él le extendió la mano y Camilo dudó si tomarla, la última vez sintió como si quisiera rompérsela, pero no tuvo más remedio que hacerlo— perdón no sabía que venías con una amiga —dijo mirando a Valeria.
—Sí bueno, ella trabaja en el hotel, Valeria, supongo que la conoces —ellos se saludaron.
—Si necesitas algo, solo llámame, hay un baño exclusivo saliendo del pasillo y el camerino de Claudia está al final, haré que alguien les traiga unas bebidas.
Después de eso, Camilo llevó a Amanda a un espacio donde no pudieran escucharlos. Franco no se perdió ni un momento de cada movimiento y gesto que ellos hacían. Cuando Amanda regresó se sentó en el mismo lugar, Franco no dejó de mirarla, y ella le preguntó con la mirada que le pasaba, él no le dijo nada, entonces ella se entretuvo conversando con Valeria. Esa chica le agradaba, parecían ser de la misma edad y no se quedó con la curiosidad así que preguntó, y sí, Valeria era unos seis meses mayor que ella.
Claudia cantó varias canciones antes de entonar su canción “Grises”
—Esta canción es muy especial, cantadla conmigo, quizás el amor os llegue esta noche —dijo Claudia, luego la melodía empezó y todo parecían embelesados.
Cuando iba a mitad de la canción Amanda se levantó y entró al baño.
En alguna parte de la canción dice “Aunque mi vida esté dañada, si tus ojos grises siguen mirándome mi corazón seguirá latiendo, pero no ha sido así, te fuiste y mi corazón contigo”
Un rato después salió, no esperaba ver a franco en la puerta, se miraron unos segundos, luego él tomó su mano y la arrastró por el pasillo.
—¿Qué te pasa? —preguntó ella una vez dentro de una pequeña habitación.
—Esto —respondió él. Se abalanzó a ella tomó su rostro y la besó. Ella colocó sus manos en su pecho con la intención de empujarlo, pero no tuvo la voluntad suficiente para hacerlo, en lugar de eso lo tomó por la solapa de su chaqueta.
Él la abrazó por la cintura y la pegó más a su cuerpo, ese movimiento le sacó un gemido. El beso se volvía más demandante conforme pasaban los segundos y ella le correspondía con la misma pasión. Su boca no quería darle ninguna tregua, él la besaba como si fuera lo que más necesitaba, incluso más que el aire.
—No sé lo que esperas de mí, Franco, pero si lo que quieres es divertirte por un momento, estas con la persona equivocada —dijo ella después de que él soltara sus labios. Aún él la tenía en sus brazos y ella seguía aferrada a su chaqueta.
—Lo sé, bonita, créeme. No soy el hombre perfecto, pero si nos das una oportunidad podemos intentar ser algo más.
—Lo pensaré ¿De acuerdo? —Franco no le contestó en su lugar volvió a besarla, como si lo que ella dijo fuera un sí. Ante el beso ella no opuso ninguna resistencia, estaba claro que ambos lo querían. Y cualquier cosa coherente que estuviera en sus mentes, acababa de esfumarse.
Amanda deslizó sus manos hacia arriba hasta rodearlo con sus brazos por el cuello y atraerlo más cerca de su cuerpo, aunque eso ya no era posible. Él estaba devorando sus labios y ella se lo estaba permitiendo. Ya sentía sus labios arder por la intensidad de sus besos, nunca antes la habían besado de esa manera y no podía negar que le ha encantado.
Los dedos de Franco se habían colado por debajo de blusa, el tacto la quemaba, pero era placentero, ese placer recorría su cuerpo como olas que iban y venían.
Una de sus manos se deslizó por el torso de él, sintiendo cada uno de sus músculos, quería saber cómo se sentía tocar su piel y en la bruma de aquella pasión que estaba despertando en ellos no la dejó pensar y deslizó su mano por debajo de su camiseta, él gruñó al sentirla, pero no dejó de besarla.
—¿Amanda? —Camilo estaba en la puerta. Ella se sobresaltó y ambos rompieron el beso, pero Franco no la soltó dejó su brazo alrededor de su cintura y la mantuvo pegada a su cuerpo.
—Camilo —musitó ella.
—Amanda, creí que no estabas con nadie, debiste decirme, así yo no hubiera insistido.
—Yo…
—Es algo reciente, aún no lo hacemos público —dijo Franco interrumpiendo. Amanda lo miró y él a ella.
—Entiendo —musitó Camilo, Amanda volvió su atención a él.
—Camilo, yo lo siento —fue lo único que dijo y no desmintió las palabras de Franco. Quizás debió hacerlo y se sintió mal por eso. Talvez no lo hizo ¿porque Camilo no entendía un no por respuesta o porque también quería intentar algo con Franco? ¿Ambas? No estaba pensando con claridad era mejor desaparecer de ahí.
—Bien, en ese caso, suerte —Camilo se dio la vuelta— pero si me doy cuenta que le hiciste daño —él se Volvió hacia Franco— yo personalmente me encargaré de ti —amenazó a Franco sin dejar ninguna duda de que lo haría.
Franco asintió.
—Puedes estar tranquilo —dijo con mucha seguridad, pero sin menospreciar las palabras de Camilo, después de eso se fue.
—Franco, yo no quise…
—Shhh —Franco colocó un dedo sobre sus labios— lo sé.
“¿De verdad entiende lo que quiero decir?” Aunque ni ella estaba segura de lo que quería decir.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —ella asintió.
—¿Esa canción que escribiste…? —Amanda levantó una mano.
—No quiero hablar de eso —Franco no insistió— volvamos —musitó ella. Esperaron que Claudia terminara de cantar. Luego Amanda fue a su camerino para despedirse ella.
Estaban en el auto y se dirigían a dejar a Valeria a su casa. Valeria le contaba sobre su experiencia trabajando en el hotel, tenía dos años en el mismo puesto, hablaba varios idiomas y era madre soltera. Su teléfono vibró en su mano, era un mensaje de Franco. Estuvieron enviándose mensajes por algunos minutos.
Franco: «¿Entonces, ya estamos saliendo?»
Amanda: «No. Aún no lo he pensado»
Franco: «Has respondido a mis besos»
Amanda: «Fue por amabilidad, no quería ser tan agresiva contigo»
Franco: «Que considerada. Pero no sé porque me siento utilizado»
Amanda: «Lo siento»
Franco: «No te preocupes, estoy dispuesto a que te aproveches de mi todo lo que quieras»
Sus palabras hacían en su cuerpo cosas que nadie había tenido el poder de provocar. Cruzó las piernas para intentar desaparecer esa excitación que se había vuelto a apoderar de ella, por su mente habían pasado posibles escenarios de lo que hubieran ocurrido si camilo no los hubiera interrumpido.
Después de eso no hubo más mensajes de texto, porque el auto se detuvo frente a casa de Valeria, era una suerte que no quedaba muy lejos del hotel. Ella los invitó a pasar. Amanda vio su reloj de pulsera, tenía algo de tiempo. Era una casa modesta, al menos el padre del hijo del Valeria le había comprado esa casa y le pasaba una mensualidad. Cuando entraron una señora como de mediana edad los recibió con un bebé en brazos, supuso que era el hijo de su nueva “¿amiga?” talvez, su compañía era agradable tenía una facilidad para tratar a las personas y parecía ser alguien sencilla. Valeria tomó en brazos al pequeño. —Señorita Viena. —Dime Amanda —Valeria sonrió. —Amanda, él es mi hijo, Valentino, la luz de mi vida —Valeria sonrió con amor al ver a su pequeño. Amanda tomó la manita de Valentino. —Hola campeón —ella le sonrió mientras que el bebé parecía evaluarla, pero al final también sonrió— es hermoso —musito acariciando la mejilla del niño. —Y ella es mi madre, Cristina. Mamá ven
Amanda sintió unas caricias en su rostro, no quería despertar estaba bien donde estaba. —Bonita —escuchó la voz de Franco. —Uhm, déjame —se aferró más a él. —Nos quedaremos aquí toda la noche abrazados o te llevo en brazos hasta la casa de tu abuela, tu escoges. Abrió de golpe sus ojos, cuando escuchó la palabra “abuela” podría quedarse ahí, pero no era correcto. Levantó su rostro para verlo y la sonrisa de Franco la recibió. Tuvo el impulso de llevar una mano a su rostro, pero fue él quien la acarició primero. —No te he mentido, déjame demostrarlo. Talvez aún estaba un poco dormida, porque no entendió de que estaba hablando, le costó unos segundos recordar su última conversación. Necesitaba tiempo para asimilar sus palabras, pero ese era el problema, él no le daba tiempo para pensar. Franco sostenía su mentón con sus dedos, y en un segundo cerró la distancia que los separaba, unió sus labios en un casto beso. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces la había besado en un solo
El día con la abuela fue bastante entretenido, era sábado, le ayudó a trabajar en su jardín de orquídeas y eso la mantuvo distraída. Había recibido un mensaje de Franco por la mañana, pero ella logró ignorarlo y él pareció entender porque no volvió a escribirle durante el día, debió sentirse aliviada por eso, pero no se sentía así.El fin de semana pasó rápido, contrario a lo que se imaginó, pero había tenido tiempo suficiente para pensar y decidir lo que realmente quiere hacer. Aunque el día domingo Franco llenó su móvil de mensajes, bromearon en un par de ocasiones cuando ella le contestó uno que otro mensaje, pero la mayoría de los mensajes de él eran sobre lo linda que era, cuanto la extrañaba y algunos que hicieron que su cuerpo se calentara, como el mensaje que decía que apenas estuvieran a solas la iba a estrechar en sus brazos y la besaría hasta quedar sin aliento. Deseaba que esa fuera una promesa que él cumpliera tal y como lo había dicho.Después de recogerla en casa de su
Y como un ángel enviado del cielo, su amiga hizo su aparición.—¡Aman! —Fiorella bajó las escaleras, corrió a su lado y la abrazó. Amanda se apoyó en ella, deseaba derrumbarse ahí mismo, pero no se lo permitió, no sabe de donde encontró las fuerzas para mantener su elegante e inquebrantable postura— ¿Qué haces aquí? —preguntó su amiga cuando la dejó ir.—Le prometí a tu padre que pasaría a saludar —miró a Leandro y este asintió—, pero ya me tengo que ir.—Oh no, quédate —le pidió su amiga.—Fiorella, no puedo de verdad —dio una rápida mirada a Franco y a la chica llamada Stella que colgaba de su brazo—, Felicidades —luego se giró hacia los padres de su amiga y su abuelo— buenas noches, fue un gusto verlos —no esperó respuesta y caminó hacia la salida.—Alto ahí —debió suponerlo, su amiga la conocía muy bien. La voz de Fiorella la detuvo antes de subir a su auto, para entonces sus lágrimas ya habían empañado su vista, no quería que nadie más supiera de lo que había pasado entre ella y
Rodeó por completo su cuerpo con sus brazos y la pegó a él. Ella colocó sus manos sobre su pecho con la clara intención de alejarlo, pero no había ningún esfuerzo de su parte por llevar a cabo lo que estaba pensando, era como si su cuerpo no quisiera obedecerle.—Franco… —su voz era de súplica, no le estaba ordenando nada con su firmeza de siempre.—Shhh, bonita te necesito —susurró él cerca de sus labios. Ella cerró sus ojos y en un segundo él la estaba besando, abrió su boca para recibirlo. Aquello era un error, sabía desde el inicio que no debió dejar que él se acercara de esa manera a ella.Siempre había sabido hacer lo que creía correcto cuando algo estaba mal, pero actuar de la misma forma en este momento estaba lejos de suceder. Ella también lo necesitaba, lo quería y hasta lo deseaba. Dejó que todo aquello que él la hacía sentir se apoderara de ella y cualquier pensamiento coherente desapareció de su mente cuando rodeó su cuello con sus brazos para acercarlo más a ella, si es
Su nuevo guardaespaldas se tomaba su trabajo muy en serio, no es que Franco no lo hacía, lo había visto en muchas ocasiones fruncir el ceño cuando algo no le gustaba y lo sentía como si él fuera un escudo que estaba dispuesto a recibir una bala por ella. Benedetto, así era como se llamaba su nuevo jefe de seguridad, él miró hacia todos lados evaluando el lugar y hablando con su compañero atreves de sus auriculares, el otro guardaespaldas estaba en algún lugar manteniendo la distancia. El señor Leandro había insistido que para este viaje tuviera dos guardaespaldas. Luego de estar seguro abrió la puerta del auto para ella. Era un tipo grande, calvo y musculoso, le recordaba al actor de cine Dwayne Johnson. Incluso usaba ropa deportiva a petición de ella misma, era lo mínimo que podía hacer para no llamar tanto la atención, aunque parecía inútil, por sí solo llamaba la atención de las personas. Miró hacia arriba, el imponente hotel que su abuelo materno inauguró hace más de treinta añ
Cuando era adolecente había venido a Corea con su padre, pero solo se quedaban uno o dos días lo mucho y habían recorrido juntos algunos lugares. Cuando se dio cuenta eran casi las cinco de la tarde, había parado a almorzar algo en un pequeño restaurante, y como se lo esperaba unas cuantas horas no le alcanzarían para casi nada, a penas y había visitado el museo nacional, el Mercado Namdaemun y el palacio Changdeokgung, y fueron visitas rápidas unas cuantas fotos y eso era todo. Amanda sabía que Seúl es la combinación perfecta de herencia y estilo moderno, y esto la convierte en uno de los destinos turísticos más emocionantes del mundo. Se prometió que sacaría un tiempo libre en su agenda para visitar cada lugar de ese hermoso país donde había nacido su madre. Cruzaba por un parque para poder llegar hasta su auto y mientras tomaba algunas fotos un niño se estrelló contra sus piernas, ella reaccionó de inmediato para evitar que el pequeño cayera, lo logró, sostuvo al niño de sus bra
—Me da gusto ser quien te abrigue siempre —Su voz y su aliento la hicieron cerrar sus ojos porque una corriente empezó a recorrerla desde la cabeza hasta la punta de sus pies. —Franco —susurró. Él la sujetaba de sus hombros y podía sentir su cuerpo estremecerse debajo de las palmas de sus manos. Ella no podía reaccionar, no quería enfrentarlo. Y podía casi escuchar sus propios latidos, él estaba ahí, había ido a buscarla. Franco deslizó sus manos sobre sus brazos y luego la abrazó, apoyando su barbilla sobre el hombro de Amanda. —No sabes el vacío que sentí cuando no te encontré —musitó muy cerca de su oído. Quizás si lo sabía, fue así como se sintió las dos ocasiones que lo vio con otra, fue así como se sintió cuando salió de su departamento dejándolo atrás. Estaba siendo débil, no encontraba las fuerzas por ninguna parte de ella para luchar contra lo que sentía y alejarse de él, quería quedarse ahí en sus brazos. —No hagas esto, por favor —suplicó, pero se aferró a sus brazos,