Amanda vestía un jeans azul claro, una camisa blanca, una chaqueta de cuero negro y unas gafas de sol, su cabello estaba recogido en una coleta con trenzas.
Ella dio un par de vueltas en su propio eje observando todo el lugar, aunque ya había estado una vez antes en el hotel. Nunca había ido a esa zona. El lugar era hermoso, las cabañas estaban entre los árboles, y la playa estaba muy cerca, desde ahí se podía sentir la brisa del mar.
—Entonces, cree que aprueben el presupuesto para la renovación de todas las cabañas —preguntó el gerente.
—No —el gerente y el arquitecto la vieron muy sorprendida por su rápida respuesta— ya no es necesario, no vamos a renovar.
—Pero aún no se ha analizado bien…
—Ya lo hice, tengo el informe anual de los ingresos y los gastos de mantenimiento, la renovación no es poco, no planeo renovar este lugar. Estas cabañas se mantienen ocupadas solo en temporada alta.
—¿Entonces qué piensa hacer?
—Toda esta área será para que las personas que les gusta aventurarse puedan acampar aquí. Construiremos cocinas y baños, también tendremos tiendas disponibles para los clientes. Tendrán acceso a las tiendas y restaurantes del hotel, aunque la mayoría podrá hacer su propia comida como, por ejemplo, parrilladas. ¡Ah! y allá, será un área de juegos para niños, aún hay muchos detalles por definir. Pero prácticamente esa es la idea.
—Me gusta —dijo Franco, quien estaba a su lado, pero un poco más atrás de ella.
—Sí —el gerente sonrió— suena interesante— empezó a decir una lista de lo que podrían hacer. Amanda sonrió al verlo entusiasmado con la idea.
Aún no estaba segura de sí su padre y los demás socios aprobarían la idea, pero lo iba a intentar, ella nunca había temido a los retos.
—Eres increíble ¿Cómo se te ocurrió esa idea? —preguntó Franco con curiosidad mientras caminaban.
—A penas vi el lugar, recordé los campamentos que se hacían cuando estaba en la escuela, luego en la universidad, a Fiorella y a mí nos gustaba mucho. Las cabañas son hermosas, quizás deje algunas —ella entró a una cabaña que estaba desocupada y Franco la siguió.
—Talvez la próxima vez que volvamos nos quedemos en una tienda, en vez de una suite —dijo Franco.
—¿La próxima vez? —ella volteó a verlo mientras se apoyaba en la pared cerca de una ventana y cruzó los brazos.
—Sí, seguro vas a querer ver cómo quedó tu nuevo proyecto.
—Cierto, yo vendré, no puedo asegurar que tú también lo hagas.
—¿Por qué no?
—Porque para ese entonces ya no deberías ser un guardaespaldas —Franco se acercó a ella, apoyó una mano en la pared dejándola acorralada.
—Eso no importa, vendré si me invitas —sus miradas estaban fijas en sus ojos. Franco bajó su mirada a sus labios y el deseo de probarlos volvió a aparecer o quizás siempre estuvo ahí.
Ella contuvo la respiración e intentó mantenerse imperturbable, sentía que no podía lograrlo, pero no quería que él se diera cuenta de cuanto le afectaba su cercanía. Sin pensarlo mucho él acarició su mejilla con su pulgar. Amanda parpadeó varias veces, el tacto de sus pieles la estremeció y la cercanía de sus rostros no hizo más que ponerla nerviosa, aún más nerviosa de lo que ya estaba.
—Regálame una cita —musitó él, todavía más cerca de ella.
Ella estaba tan perdida en sus ojos grises que fue hasta que transcurrieron unos segundos que ella se dio cuenta de su petición.
—¿Cita? —preguntó ella, apenas hace un par de días que volvieron a verse, era como recién conocer a una persona. Ella no sabía nada de él y era posible que él no supiera mucho de ella. Nueve años eran suficiente para que una persona cambiara. Franco asintió a su pregunta— No —se las arregló para contestar.
—¿Por qué no? ¿Ya sales con alguien?
—No tengo porque responder a eso.
—¿Entonces, por qué? ¿Tus estándares son muy altos? —los de ella no lo eran. En la universidad había salido con un par de chicos, no duró mucho con ninguno de ellos. No estaba segura si su padre no interferiría en su vida personal. Y en parte fue por eso que quería comprometerse con Andrés Ferrandino, porque cumplía con lo que un padre como el de ella espera, pero no podía negar que también Andrés le gustaba mucho, pero después lo superó.
—Eso no tiene nada que ver —respondió y Franco acunó su rostro con ambas manos.
—Entonces dime ¿porque no puedo tener una cita contigo?
—¿Ya no te parezco una niña? creí que era una molestia para ti —preguntó ella en lugar de responder.
—Amanda, no eres una niña, mucho menos una molestia. Me gustas —Ella sonrió con ironía— y no veo ningún problema en...
—Franco, hace unos días que volvimos a vernos, yo tenía dieciséis cuando te fuiste, prácticamente somos como extraños.
—Entonces, démonos la oportunidad de conocernos, déjame invitarte a salir —volvió a pedir y ella estuvo tentada a aceptar, pero no sabía porque no quería darle ese gusto, no así de fácil. Amanda no pudo evitar recordar como ella lo buscaba cuando era una adolecente solo por estar cerca de él. Ahora los papeles habían cambiado y era él quien le pedía estar cerca de ella. Le hubiera gustado grabar ese momento.
—¿Acaso soy la primera mujer a la que miras desde que llegaste? ¿no crees que puedes conocer a alguien más con quien quieras estar?
—¿Eso es lo que crees? —Él rodeó su cintura y la pegó a su cuerpo— yo no, no creo que exista alguien más que me pueda cautivar como tú lo has hecho.
De eso no tenía dudas, le bastó unos días con ella para darse cuenta que nunca había deseado a alguien como a ella. Sentía que no podía ni quería dejarla ir, no esta vez. En aquel entonces fue porque ella era muy joven, pero ya tenía 25 años y él 30. Cuando la volvió a ver en aquel club, pudo sentir como su corazón volvió a latir más fuerte y más rápido que se sintió adolecente otra vez.
Franco no esperó su respuesta y antes de que ella pudiera decir algo, la besó. Su beso fue suave, pero intenso y apenas duró unos segundos porque Amanda colocó sus manos en su pecho y lo empujó, cuando se separó de él, ella lo abofeteó. Era mejor alejarse antes de caer en la tentación.
—Que agresiva.
—Que atrevido.
—Lo siento —musitó él— no pude contenerme, el deseo de besarte se estaba haciendo más irresistible.
—No vuelvas hacerlo. —Se giró para salir del lugar.
—No puedo prometerlo —ella volteó a verlo.
—¿Qué es lo que pretendes? —él caminó hacia ella y ella retrocedió, antes de que se alejara más él volvió a tomarla en sus brazos.
—Ya te lo he dicho —contestó él acercando su rostro más a ella.
—Franco… —ella giró su rostro y eso hizo que él pegara sus labios en su mejilla— ¿Sabes qué puedo hacer que ya no sigas trabajando para mí?
—¿Quieres hacerlo? hazlo, no dejaré de insistir.
—Eso es acoso ¿no te tomas en serio tu trabajo? no esperaba eso de ti —Amanda se removió intentando liberarse de sus brazos, pero él la sostuvo con más fuerzas.
—Me lo tomo muy en serio, quiero cuidarte, pero también tener una oportunidad contigo, pequeña Aman —su corazón se detuvo un segundo solo para volver a palpitar más acelerado de lo que ya estaba, hace mucho tiempo que no escuchaba llamarla de esa forma, su voz fue suave como una caricia. Él apoyó su frente con la de ella y ambos cerraron sus ojos. No era posible que ella se sintiera de esa forma, su cuerpo estaba ¿excitado?
—Tú… tú mamá dijo que tenías novia, y que iba a venir contigo.
—¿Así que, es por eso? —la miró a los ojos y luego le dio un beso en la punta de su nariz— tenía, ya no, puedes preguntar lo que quieras al respecto, prometo ser sincero.
—No quiero saber nada —ella lo empujó, pero fue inútil alejarlo— Franco, suéltame ya.
—Está bien —le dio un beso en la mejilla— te dejaré tranquila, Por ahora —le dio otro beso.
—Deja de besarme —ordenó, intentando parecer molesta no sabía si lo había logrado.
—Me es difícil hacer eso, sobre todo cuando te tengo así de cerca —él volvió a pegar su frente con la de ella.
—Basta, Franco —su voz parecía de súplica y no demandante como hace un momento.
—Me encanta como dices mi nombre, de acuerdo, pero no me daré por vencido, esperaré hasta que tú quieras —Franco la dejó ir y Amanda recuperó su compostura, le sonrió y se puso de puntillas para decirle algo. Franco inclinó un poco su cabeza.
—Te quedarás esperando —musitó cerca de su oído. Levantó su pie izquierdo y golpeó la pierna de Franco, un poco más arriba de su tobillo. Ella se alejó de inmediato, dejando a Franco atrás quejándose.
Salió corriendo de la cabaña un “me las pagarás” lo escuchó decir antes de salir. Una sonrisa se le escapó de los labios sin poder evitarlo. No se detuvo hasta que llegó a la entrada del hotel. Fue hasta el restaurante y se sentó en una mesa. De inmediato una joven se acercó para ofrecerle el menú.
Escuchó a alguien jadeando detrás de ella y supo que era Franco.
—¿Por qué no me esperaste? —le cuestionó mientras él se sentaba a su lado, sin levantar su mirada del menú, Amanda respondió.
—Eres un militar, no creo que un pequeño golpe te derribe.
—Tienes razón, fue como una caricia.
—No fue eso lo que me pareció —Franco le iba decir que lo tomó desprevenido, pero la joven que la atendió antes volvió a su mesa para tomar su orden mientras hablaba Amanda notó que la chica no dejaba de ver a Franco, pero él no le prestó atención, luego Franco ordenó también.
—¿Entonces ya has venido antes Valencia?
—Sí.
—¿Y has visitado la playa el cabañal?
—Sí.
—Yo solo he escuchado hablar, me encantaría conocerla ¿Podemos ir? —Amanda siguió comiendo de su plato y no contestó nada— podrías decir que sí, también —al parecer era lo único que sabía decir desde hace varios minutos, ella cogió su servilleta y limpió la comisura de sus labios, levantó su mirada para verlo ¿Acaso él de verdad estaba intentando tener una cita con ella?
—No iré a ninguna parte contigo.
—Uhm, Claudia tenía razón, eres tan dura como una piedra —eso en lugar de irritarlo le encantó la idea de tener que conquistarla. Contrario a él, ella parecía molesta con su comentario.
—Pero… —él volteó a verla— al parecer has ganado admiradoras —dijo mirando hacia la chica que se dirigía hacia su mesa. Franco también se giró para ver— te podría dar unas horas libre antes de volver a Italia —Franco entendió de inmediato a lo que se refería, ella se había dado cuenta que la chica lo miraba a él, Franco también se dio cuenta, pero lo ignoró, ella era difícil, pero él tampoco le pondría las cosas fáciles.
—¿Desean algo más? —preguntó la joven, en ese momento Franco tomó la mano de Amanda por encima de la mesa, ella se tensó, pero no retiró su mano. —Bonita, ¿quieres comer algo más? —preguntó Franco con cariño, llevó su mirada de sus manos a los ojos de él, Amanda solo negó con la cabeza— entonces, está bien así —le dijo a la chica, Amanda retiró su mano a penas la joven se fue, él no desaprovechó la oportunidad de acariciar hasta la punta de sus dedos. Pasaban por el vestíbulo cuando una de las recepcionistas los detuvo. —Señorita Viena —ella se giró hacia quien sea que la estuviese llamando, la recepcionista se acercó a ella—, el señor Camilo Leone, dejó esto para usted —dijo extendiéndole unas entradas para el concierto de Claudia. Amanda las miró un momento. —Déjatelas —dijo antes de darse la vuelta. —Pero… Ella había dado un par de pasos cuando de pronto se detuvo haciendo que Franco por poco chocara con su espalda. —Espera… —Amanda observó el nombre de la joven en su unifor
Después de eso no hubo más mensajes de texto, porque el auto se detuvo frente a casa de Valeria, era una suerte que no quedaba muy lejos del hotel. Ella los invitó a pasar. Amanda vio su reloj de pulsera, tenía algo de tiempo. Era una casa modesta, al menos el padre del hijo del Valeria le había comprado esa casa y le pasaba una mensualidad. Cuando entraron una señora como de mediana edad los recibió con un bebé en brazos, supuso que era el hijo de su nueva “¿amiga?” talvez, su compañía era agradable tenía una facilidad para tratar a las personas y parecía ser alguien sencilla. Valeria tomó en brazos al pequeño. —Señorita Viena. —Dime Amanda —Valeria sonrió. —Amanda, él es mi hijo, Valentino, la luz de mi vida —Valeria sonrió con amor al ver a su pequeño. Amanda tomó la manita de Valentino. —Hola campeón —ella le sonrió mientras que el bebé parecía evaluarla, pero al final también sonrió— es hermoso —musito acariciando la mejilla del niño. —Y ella es mi madre, Cristina. Mamá ven
Amanda sintió unas caricias en su rostro, no quería despertar estaba bien donde estaba. —Bonita —escuchó la voz de Franco. —Uhm, déjame —se aferró más a él. —Nos quedaremos aquí toda la noche abrazados o te llevo en brazos hasta la casa de tu abuela, tu escoges. Abrió de golpe sus ojos, cuando escuchó la palabra “abuela” podría quedarse ahí, pero no era correcto. Levantó su rostro para verlo y la sonrisa de Franco la recibió. Tuvo el impulso de llevar una mano a su rostro, pero fue él quien la acarició primero. —No te he mentido, déjame demostrarlo. Talvez aún estaba un poco dormida, porque no entendió de que estaba hablando, le costó unos segundos recordar su última conversación. Necesitaba tiempo para asimilar sus palabras, pero ese era el problema, él no le daba tiempo para pensar. Franco sostenía su mentón con sus dedos, y en un segundo cerró la distancia que los separaba, unió sus labios en un casto beso. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces la había besado en un solo
El día con la abuela fue bastante entretenido, era sábado, le ayudó a trabajar en su jardín de orquídeas y eso la mantuvo distraída. Había recibido un mensaje de Franco por la mañana, pero ella logró ignorarlo y él pareció entender porque no volvió a escribirle durante el día, debió sentirse aliviada por eso, pero no se sentía así.El fin de semana pasó rápido, contrario a lo que se imaginó, pero había tenido tiempo suficiente para pensar y decidir lo que realmente quiere hacer. Aunque el día domingo Franco llenó su móvil de mensajes, bromearon en un par de ocasiones cuando ella le contestó uno que otro mensaje, pero la mayoría de los mensajes de él eran sobre lo linda que era, cuanto la extrañaba y algunos que hicieron que su cuerpo se calentara, como el mensaje que decía que apenas estuvieran a solas la iba a estrechar en sus brazos y la besaría hasta quedar sin aliento. Deseaba que esa fuera una promesa que él cumpliera tal y como lo había dicho.Después de recogerla en casa de su
Y como un ángel enviado del cielo, su amiga hizo su aparición.—¡Aman! —Fiorella bajó las escaleras, corrió a su lado y la abrazó. Amanda se apoyó en ella, deseaba derrumbarse ahí mismo, pero no se lo permitió, no sabe de donde encontró las fuerzas para mantener su elegante e inquebrantable postura— ¿Qué haces aquí? —preguntó su amiga cuando la dejó ir.—Le prometí a tu padre que pasaría a saludar —miró a Leandro y este asintió—, pero ya me tengo que ir.—Oh no, quédate —le pidió su amiga.—Fiorella, no puedo de verdad —dio una rápida mirada a Franco y a la chica llamada Stella que colgaba de su brazo—, Felicidades —luego se giró hacia los padres de su amiga y su abuelo— buenas noches, fue un gusto verlos —no esperó respuesta y caminó hacia la salida.—Alto ahí —debió suponerlo, su amiga la conocía muy bien. La voz de Fiorella la detuvo antes de subir a su auto, para entonces sus lágrimas ya habían empañado su vista, no quería que nadie más supiera de lo que había pasado entre ella y
Rodeó por completo su cuerpo con sus brazos y la pegó a él. Ella colocó sus manos sobre su pecho con la clara intención de alejarlo, pero no había ningún esfuerzo de su parte por llevar a cabo lo que estaba pensando, era como si su cuerpo no quisiera obedecerle.—Franco… —su voz era de súplica, no le estaba ordenando nada con su firmeza de siempre.—Shhh, bonita te necesito —susurró él cerca de sus labios. Ella cerró sus ojos y en un segundo él la estaba besando, abrió su boca para recibirlo. Aquello era un error, sabía desde el inicio que no debió dejar que él se acercara de esa manera a ella.Siempre había sabido hacer lo que creía correcto cuando algo estaba mal, pero actuar de la misma forma en este momento estaba lejos de suceder. Ella también lo necesitaba, lo quería y hasta lo deseaba. Dejó que todo aquello que él la hacía sentir se apoderara de ella y cualquier pensamiento coherente desapareció de su mente cuando rodeó su cuello con sus brazos para acercarlo más a ella, si es
Su nuevo guardaespaldas se tomaba su trabajo muy en serio, no es que Franco no lo hacía, lo había visto en muchas ocasiones fruncir el ceño cuando algo no le gustaba y lo sentía como si él fuera un escudo que estaba dispuesto a recibir una bala por ella. Benedetto, así era como se llamaba su nuevo jefe de seguridad, él miró hacia todos lados evaluando el lugar y hablando con su compañero atreves de sus auriculares, el otro guardaespaldas estaba en algún lugar manteniendo la distancia. El señor Leandro había insistido que para este viaje tuviera dos guardaespaldas. Luego de estar seguro abrió la puerta del auto para ella. Era un tipo grande, calvo y musculoso, le recordaba al actor de cine Dwayne Johnson. Incluso usaba ropa deportiva a petición de ella misma, era lo mínimo que podía hacer para no llamar tanto la atención, aunque parecía inútil, por sí solo llamaba la atención de las personas. Miró hacia arriba, el imponente hotel que su abuelo materno inauguró hace más de treinta añ
Cuando era adolecente había venido a Corea con su padre, pero solo se quedaban uno o dos días lo mucho y habían recorrido juntos algunos lugares. Cuando se dio cuenta eran casi las cinco de la tarde, había parado a almorzar algo en un pequeño restaurante, y como se lo esperaba unas cuantas horas no le alcanzarían para casi nada, a penas y había visitado el museo nacional, el Mercado Namdaemun y el palacio Changdeokgung, y fueron visitas rápidas unas cuantas fotos y eso era todo. Amanda sabía que Seúl es la combinación perfecta de herencia y estilo moderno, y esto la convierte en uno de los destinos turísticos más emocionantes del mundo. Se prometió que sacaría un tiempo libre en su agenda para visitar cada lugar de ese hermoso país donde había nacido su madre. Cruzaba por un parque para poder llegar hasta su auto y mientras tomaba algunas fotos un niño se estrelló contra sus piernas, ella reaccionó de inmediato para evitar que el pequeño cayera, lo logró, sostuvo al niño de sus bra