Su nuevo guardaespaldas se tomaba su trabajo muy en serio, no es que Franco no lo hacía, lo había visto en muchas ocasiones fruncir el ceño cuando algo no le gustaba y lo sentía como si él fuera un escudo que estaba dispuesto a recibir una bala por ella. Benedetto, así era como se llamaba su nuevo jefe de seguridad, él miró hacia todos lados evaluando el lugar y hablando con su compañero atreves de sus auriculares, el otro guardaespaldas estaba en algún lugar manteniendo la distancia. El señor Leandro había insistido que para este viaje tuviera dos guardaespaldas. Luego de estar seguro abrió la puerta del auto para ella. Era un tipo grande, calvo y musculoso, le recordaba al actor de cine Dwayne Johnson. Incluso usaba ropa deportiva a petición de ella misma, era lo mínimo que podía hacer para no llamar tanto la atención, aunque parecía inútil, por sí solo llamaba la atención de las personas. Miró hacia arriba, el imponente hotel que su abuelo materno inauguró hace más de treinta añ
Cuando era adolecente había venido a Corea con su padre, pero solo se quedaban uno o dos días lo mucho y habían recorrido juntos algunos lugares. Cuando se dio cuenta eran casi las cinco de la tarde, había parado a almorzar algo en un pequeño restaurante, y como se lo esperaba unas cuantas horas no le alcanzarían para casi nada, a penas y había visitado el museo nacional, el Mercado Namdaemun y el palacio Changdeokgung, y fueron visitas rápidas unas cuantas fotos y eso era todo. Amanda sabía que Seúl es la combinación perfecta de herencia y estilo moderno, y esto la convierte en uno de los destinos turísticos más emocionantes del mundo. Se prometió que sacaría un tiempo libre en su agenda para visitar cada lugar de ese hermoso país donde había nacido su madre. Cruzaba por un parque para poder llegar hasta su auto y mientras tomaba algunas fotos un niño se estrelló contra sus piernas, ella reaccionó de inmediato para evitar que el pequeño cayera, lo logró, sostuvo al niño de sus bra
—Me da gusto ser quien te abrigue siempre —Su voz y su aliento la hicieron cerrar sus ojos porque una corriente empezó a recorrerla desde la cabeza hasta la punta de sus pies. —Franco —susurró. Él la sujetaba de sus hombros y podía sentir su cuerpo estremecerse debajo de las palmas de sus manos. Ella no podía reaccionar, no quería enfrentarlo. Y podía casi escuchar sus propios latidos, él estaba ahí, había ido a buscarla. Franco deslizó sus manos sobre sus brazos y luego la abrazó, apoyando su barbilla sobre el hombro de Amanda. —No sabes el vacío que sentí cuando no te encontré —musitó muy cerca de su oído. Quizás si lo sabía, fue así como se sintió las dos ocasiones que lo vio con otra, fue así como se sintió cuando salió de su departamento dejándolo atrás. Estaba siendo débil, no encontraba las fuerzas por ninguna parte de ella para luchar contra lo que sentía y alejarse de él, quería quedarse ahí en sus brazos. —No hagas esto, por favor —suplicó, pero se aferró a sus brazos,
Franco confrontó a Stella con las pruebas que tenía en sus manos. Él no le había hecho ningún reclamo sobre que había estado con otro hombre mientras se supone que aun mantenían una relación. Eso no quería decir que no le doliera su engaño, por supuesto que sí, estaba decepcionado y no solo lo engañó a él, sino que también le mintió a su familia.—¿Me mandaste a investigar? —Le había cuestionado ella cuando él le mostró el informe de la ecografía. Franco solo quería que reconociera la verdad.—Te di la oportunidad de decirme la verdad cuando te recordé que yo me cuidé las veces que estuvimos juntos desde mi regreso, y te mantuviste diciendo que fue la noche que me embriagué, Stella no debiste hacer esto.Ella se abalanzó a sus brazos.—Mi amor, lo siento. Perdóname, yo solo quiero que volvamos a estar juntos, por eso vine a buscarte, sabes que no necesito que te hagas cargo del bebé —Franco lo sabía, la familia de Stella tenía comodidades y ella un excelente trabajo. Aun así, él la ap
Ambos despertaron por el sonido persistente de los golpes en la puerta. Amanda se removió en sus brazos quejándose.—Yo me encargo, bonita. —Le dio un beso en la frente y eso fue suficiente para que ella volviera a tomar otra postura y siguiera en lo suyo. Ella era muy madrugadora, pero si su tiempo de dormir podría durar un poco más, no se iba a quejar. Además, estaba demasiado cansada como para levantarse a atender a quien sea que estuviera tocando.Franco se preguntó a quien se le había ocurrido la grandiosa idea de tocar a esa hora de la mañana. Si no era algo importante, era mejor que esa persona tuviera una buena excusa, porque no se quería perder ni un segundo que podría disfrutar cerca de su mujer. Sonrió ante ese pensamiento, le encantó como sonó eso, ella era su mujer.Después de colocarse su pantalón y una camiseta, se apresuró a abrir la puerta.“¡Rayos!” —Pensó.—¿Franco? —No se había detenido a pensar en el padre de Amanda, no es como si le temiera, solo esperaba que él
—Anoche que hablamos sobre cómo me alejaste de ti, no me dijiste lo de mi padre, también fue por él ¿cierto?—Es tu padre, solo estaba protegiéndote, no podría decirte sin que sonara mal.—Confío en ti, pero también en mi padre. Sé que te dije que ya te había perdonado y eso no cambiará, lo prometo, pero necesito saber si…—No —Franco colocó un dedo en sus labios—. Te puedo asegurar que no te miraba de la misma forma en cómo te veo ahora, y talvez no pueda encontrar las palabras adecuadas para explicar el sentimiento. Era algo especial lo que sentía por ti. Deseaba protegerte, verte sonreír siempre, estar ahí para ti cuando lo necesitaras, en cada uno de tus logros, lo mismo quería para mi hermana y por eso me convencía a mí mismo de que era así como te miraba, pero no fue siempre así, y supongo que tu padre me atrapó y aunque no era como él decía y jamás me habría aprovechado de ti, pero fui estúpido y te lastimé, debí encontrar la forma adecuada para evitar que tus sentimientos y lo
—Bonita ¿estás bien? —Ella seguía con su mirada clavada en el piso y pareció no escucharlo ni sentirlo, era como si su mente no estuviera ahí. Él volvió a hablarle mientras la sacudía con delicadeza. Ella levantó su rostro y lo miró con dolor, uno que no había visto nunca en ella.—Cariño, ¿Qué tienes? —La voz de su padre la trajo a la realidad. Miró en su dirección, tragó el nudo en su garganta y limpió sus mejillas humedecidas.—¿Por qué? —Le preguntó a su padre con un hilo de voz. Él la vio confundido sin saber que responder. Ella le extendió su teléfono y él lo tomó— Ada, Tú hija acaba de llamar y yo contesté.Su padre abrió los ojos muy sorprendido y pudo ver como también se llenaban de lágrimas, dolor y culpa.—Cariño —Lorenzo intentó acercársele, pero ella retrocedió mientras levantaba una mano rechazándolo— Por favor hija, necesito explicarte —ella negó con la cabeza.—No.—Hija, escucha…—No puedo papá, no ahora. No logro entender porque no podías decirme que tengo dos herman
La madrugada llegó. Había dormido tanto el día anterior que su cuerpo parecía ya no querer hacerlo. Miró a Franco dormir en su cama, se sentía completa con él. Se había convertido en alguien muy importante que no podía evitar sentir miedo a que las cosas no funcionaran a como estuvo a punto de suceder hace algunos días en Italia, el pensar que podía perderlo nuevamente no le hacía ningún bien. Pero tenía que intentarlo, no sería ella misma si no lo hiciera. Amaba a Franco. Por otro lado, estaba el engaño de su padre. Aun le parecía como si estuviera en una pesadilla. Le costaba creer que su propio padre quien la había criado dándole todo para que ella fuera quien es ahora, le hubiera ocultado que tenía una familia. Una familia a la que no le hubiera importado ser parte. La vida, el destino y su padre le había arrebato no solo una familia sino dos. Aún no se sentía capaz de perdonarlo, pero sabía que en algún momento debía de hablar con él, además de conocer a sus hermanos “Sus herma