Franco se colocó su traje negro, cuando estuvo listo para su primer día de trabajo, bajó las escaleras y fue directo a la cocina, su madre lo envió a sentarse para servirle el desayuno.
Ella le insistía en que descansara unos días más, pero él prefirió empezar de una vez a trabajar para su padre. Además, ya había descansado, antes de volver a casa se había tomado varios días libres, y fue por eso que su novia de hace tres años lo dejó.
Habían estado separados mientras él estuvo en Irak. Una semana después de haber vuelto habían acordado venir para que ella conociera a sus padres. Pero antes de viajar, Franco se había ido a Verona a visitar a un amigo al que le habían amputado una pierna. Así le daba tiempo a ella para arreglaba las cosas en su trabajo, cuando volvió, ella rompió la relación incluso cuando le había explicado por teléfono la razón de su viaje.
—No te preocupes madre, ya descansé lo necesario antes de venir.
—Deja de tratarlo como un niño —se quejó su padre.
—Es el niño de mamá —dijo su hermana, pellizcándole una mejilla.
—¡Aush! —se quejó Franco— respétame soy mayor que tú —Fiorella lo ignoró y siguió a sentarse también para desayunar. Ella parecía disfrutar irritándolo.
Al llegar al edificio de Ferri Segurity, fueron directo a la sala de reuniones. Dante le pasó unos documentos a Leandro y este los firmó.
—El señor Burgos necesitará más personal para dentro de un par de meses —informó Dante.
—¿Y eso, por qué? —preguntó Leandro— Manuela, sigue con ellos, ¿no?
—Sí, de hecho, el señor Burgos y su esposa se mudarán pronto y solicitaron un equipo completo de seguridad, uno de sus asistentes, Maurizio Bruno nos hizo la solicitud, dijo que nos enviará los detalles la semana que viene.
Leandro detuvo lo que estaba haciendo en su computadora para prestar atención.
—¿Maurizio Bruno?
—Así es señor —a Franco le sonó familiar el nombre, pero no tenía la certeza, así que permaneció en silencio.
—De acuerdo, encárgate de eso, dales lo que pidan.
—Sí señor.
—Ángelo —dijo Leandro, era el turno del otro primo de Franco— ¿Qué tienes para mí?
—El nuevo personal que solicitó ha terminado su entrenamiento y están listos para sus asignaciones. Además, nos han llegado nuevos dispositivos de seguridad.
—Eso es perfecto —Leandro sacó un par de folders y se lo entregó— estos son los nuevos clientes que requieren de seguridad, asígnalos ahí.
Después de que terminaran su reunión y revisar algunos informes se quedó a solas con Franco, quien solo había estado observando.
—Y bien ¿yo que haré padre? —preguntó Franco cuando sus primos salieron de la sala.
—Te encargarás de la seguridad de Amanda.
—¿Qué? —hasta ahora no sabía porque estaba siendo tan obediente con su padre. Quizás era porque de verdad quería quedarse. Desde hace meses había sentido la necesidad de volver, como si algo lo estuviera llamando— ¿Porque ella? —Se atrevió a cuestionar— no quiero andar detrás de una niña mimada —como profesional no debía decir eso, pero ya era tarde para retractarse.
—Ella no es así, es muy responsable y trabajadora, lo de ayer estoy seguro que tuvo un mal día.
—Si claro.
—Franco —lo regañó su padre— te estoy dando esto, porque ella es muy importante. Su padre me confió su seguridad y es justo lo que haremos y también porque…
—¿Por qué?
—Necesito darle esto a alguien de confianza —su padre lo miró, directo a los ojos— y confió en ti, hijo —Franco tomó aire, se colocó de pie.
—De acuerdo ¿Cuándo empiezo?
—Ahora mismo.
***
Hasta ese momento Amanda había logrado callar cualquier pensamiento sobre Franco desde que se enteró de su regreso. Pero lo que Silvia dijo, hizo que se preguntara en como Franco había terminado trayéndola a casa. Se suponía que él estaba con su familia anoche.
—Uhm, que idiota —Se regañó a ella misma, es obvio, el guardaespaldas que logró burlar informó a Leandro apenas se dio cuenta que ella se había ido. Aun así, pensó que él no tenía por qué hacerse cargo.
—Buenos días, Señorita —la saludó su chofer. Ella le correspondió amablemente. Antes de entrar al auto.
“¿Pero, porque él fue por mí?” Siguió pensando ella. Sus recuerdos de anoche llegaban hasta donde estaba bailando con Julia en el club. Después de eso… “No, no recuerdo nada” Amanda sacó su teléfono y marcó el número de Luciana.
—Hola, Luciana —saludó ella en cuanto su amiga contestó.
—¿Estas de pie ya?
—Por supuesto.
—Vaya, Me sorprendes, anoche saliste tan inconsciente, que creí que no despertarías en todo el día hoy.
—Uhm, por cierto ¿Cómo me enviaron a casa?
—¿Qué? ¿no lo recuerdas?
—No, no recuerdo nada, tu misma dice que estaba inconsciente.
—Debí suponer que no lo recordarías —Luciana le contó. Desde el momento en que Franco apareció frente a ella.
—¡Hay por Dios! —Amanda y su amiga se despidieron. No sin antes que su amiga le dijera lo guapo, sexi y fuerte que es Franco, que con su metro noventa de estatura podría intimidar a cualquiera. Amanda le cortó antes de que siguiera diciendo más cosas sobre Franco. Era la primera vez que se comportaba de esa forma y fue justo en el momento en que lo vuelve a ver.
“Espera”
Ella no recuerda haberlo visto, así que, no pasa nada. No debería estarse preocupando por algo sin importancia. Se convenció de no darle más vuelta al asunto.
—Buenos días Jianna.
—Buenos días, Señorita Viena. Su padre llamó, dijo que se hiciera cargo de la junta de esta mañana.
—No hay problema, envíame los informes.
—Ya lo hice, señorita.
—Bien —Amanda se giró para ir a su oficina— ah, por cierto, comunícame con Giorgio —su secretaría asintió. Una vez dentro de su oficina, no tardó en empezar a trabajar. Unos minutos después su secretaría tocó a su puerta y luego entró.
—Disculpe señorita.
—Pasa Jianna, dime —dijo Amanda sin dejar de ver la pantalla de su computadora.
—La compañía de seguridad ha enviado un nuevo guardaespaldas.
—¿Ah sí? —Amanda se detuvo un momento. Se sintió culpable, era posible que despidieran al anterior por su culpa, con suerte solo lo reasignaron— compártele mi agenda y que espere, lo conoceré después de la junta —Jianna asintió, pero se quedó en el mismo lugar— ¿Qué pasa? —cuestionó, alzando la vista para verla.
—Es que... es muy guapo —Amanda Sonrió y negó con la cabeza.
—Entonces, ofrécele un café.
La puerta de la oficina de Amanda se abrió algunos minutos después de que Franco se tomara su café. Él se colocó de pie, pero ella iba en dirección contraria a él. Estaba concentrada en unos documentos en sus manos. Vestía una falda gris que le llegaba un poco más arriba de las rodillas, una camisa blanca manga larga y un blazer gris, tacones negros. Su cabello de un color marrón chocolate estaba suelto y ondeaba en su espalda. Franco miró su figura alejarse mientras él se quedaba inmóvil en el mismo lugar.
—¿Se le ofrece algo? —la voz de Jianna atrajo su atención.
—¿Cuánto dura la junta?
—Una hora aproximadamente —Franco asintió mientras volvía a sentarse. Jianna lo miró unos segundos más. Tomó su agenta y se alejó también hacia la sala de juntas.
—¿Dices que alguien debe viajar a Valencia para verificar los daños?
—Así es, el gerente del hotel ha solicitado una renovación de esa área.
—Min-joon, ¿Podrías encargarte?
—Podría, pero deberá ser la próxima semana. Antes tengo programado una visita a Milán.
—Cierto, lo había olvidado.
—Bien. Viajaré yo, esta misma noche. Jianna coordina el vuelo.
—Señorita, quedó de reunirse con Giorgio mañana a primera hora.
—Pásalo para hoy, a la hora del almuerzo —Jianna asintió y anotó en su agenda.
—De acuerdo. Si no hay nada más, damos por terminada la reunión —todos se levantaron y salieron de la sala.
—Iré a organizar todo —Amanda asintió. Ambas se colocaron de pie y salieron.
Ella caminó hacia su oficina a paso ligero, cuando estaba más cerca sus pasos se volvieron lentos y se detuvo antes de llegar. La figura de un hombre alto la recibió, él tenía sus manos en sus bolsillos y la miraba con una media sonrisa. Su cabello era oscuro y lo tenía un poco más largo de lo que recordaba haber visto en una foto en la que aparecía con su uniforme de soldado, su piel bronceada, y sus ojos eran grises. Aun con su traje se podía ver que estaba en muy buena forma. No esperaba menos.
—Señorita, él es su nuevo guardaespaldas.
—¿No vas a saludarme? Hace mucho tiempo que no nos vemos y me recibes con esa seriedad. —¿Franco? Oh Disculpa, a penas y te reconocí —era una mentira, se había quedado sin la capacidad para hablar, pero él no tenía por qué saberlo. —¡Aush! —musitó Franco, mientras se llevaba una mano a su pecho— eso dolió pequeña. —¿Ustedes se conocen? —preguntó Jianna. Ambos asintieron. Él se acercó a ella y le dio un beso en su mejilla, como si no había sido suficiente el solo verlo. Y él, como si el haberla besado en los labios la noche anterior no era suficiente también. Pero no pudo evitarlo. —¿Qué... que haces aquí? —le cuestionó ella— oh, perdona pasa, por favor —dijo señalando la puerta. Franco se adelantó y abrió la puerta para que ella pasara primero. —Tú secretaría ya lo dijo, estaré encargado de tu seguridad. —¿Es una broma? —dijo sonriendo. Él negó con la cabeza. —No, no lo es —respondió él mientras observaba el lugar. —¿Por qué tu padre haría eso? —Debo hacer esto antes de tomar
—¿Y él quién es? —Claudia había arrastrado a Amanda hasta el bar del hotel. Lo único que ella quería era llegar a su habitación y descansar ya eran cerca de las ocho de la noche cuando llegaron al hotel. Pero no todos los días uno podía encontrarse con una estrella como Claudia, además había hecho buena amistad hace un tiempo y no la miraba desde navidad del año pasado. —Es mi guardaespaldas. —Oye, que envidia —Amanda sonrió y negó con la cabeza— si lo pruebas dime a que sabe —ella le guiño un ojo. —¡Oye! —Claudia soltó una carcajada. Claudia no dudó en hacer que Franco se sentara con ellas. —Ese era el lugar del futuro esposo de Amanda, pero no importa, podemos buscarle otra silla. —¡Claudia! —la regañó Amanda, se le había olvidado lo incontrolable que era su amiga cuando hablaba. —¿Esposo? —cuestionó Franco. —Mi representante ha estado locamente enamorado de ella, desde hace mucho tiempo —respondió ella inclinándose a él como si le estuviera contando un secreto— pero ella es m
Amanda vestía un jeans azul claro, una camisa blanca, una chaqueta de cuero negro y unas gafas de sol, su cabello estaba recogido en una coleta con trenzas. Ella dio un par de vueltas en su propio eje observando todo el lugar, aunque ya había estado una vez antes en el hotel. Nunca había ido a esa zona. El lugar era hermoso, las cabañas estaban entre los árboles, y la playa estaba muy cerca, desde ahí se podía sentir la brisa del mar. —Entonces, cree que aprueben el presupuesto para la renovación de todas las cabañas —preguntó el gerente. —No —el gerente y el arquitecto la vieron muy sorprendida por su rápida respuesta— ya no es necesario, no vamos a renovar. —Pero aún no se ha analizado bien… —Ya lo hice, tengo el informe anual de los ingresos y los gastos de mantenimiento, la renovación no es poco, no planeo renovar este lugar. Estas cabañas se mantienen ocupadas solo en temporada alta. —¿Entonces qué piensa hacer? —Toda esta área será para que las personas que les gusta avent
—¿Desean algo más? —preguntó la joven, en ese momento Franco tomó la mano de Amanda por encima de la mesa, ella se tensó, pero no retiró su mano. —Bonita, ¿quieres comer algo más? —preguntó Franco con cariño, llevó su mirada de sus manos a los ojos de él, Amanda solo negó con la cabeza— entonces, está bien así —le dijo a la chica, Amanda retiró su mano a penas la joven se fue, él no desaprovechó la oportunidad de acariciar hasta la punta de sus dedos. Pasaban por el vestíbulo cuando una de las recepcionistas los detuvo. —Señorita Viena —ella se giró hacia quien sea que la estuviese llamando, la recepcionista se acercó a ella—, el señor Camilo Leone, dejó esto para usted —dijo extendiéndole unas entradas para el concierto de Claudia. Amanda las miró un momento. —Déjatelas —dijo antes de darse la vuelta. —Pero… Ella había dado un par de pasos cuando de pronto se detuvo haciendo que Franco por poco chocara con su espalda. —Espera… —Amanda observó el nombre de la joven en su unifor
Después de eso no hubo más mensajes de texto, porque el auto se detuvo frente a casa de Valeria, era una suerte que no quedaba muy lejos del hotel. Ella los invitó a pasar. Amanda vio su reloj de pulsera, tenía algo de tiempo. Era una casa modesta, al menos el padre del hijo del Valeria le había comprado esa casa y le pasaba una mensualidad. Cuando entraron una señora como de mediana edad los recibió con un bebé en brazos, supuso que era el hijo de su nueva “¿amiga?” talvez, su compañía era agradable tenía una facilidad para tratar a las personas y parecía ser alguien sencilla. Valeria tomó en brazos al pequeño. —Señorita Viena. —Dime Amanda —Valeria sonrió. —Amanda, él es mi hijo, Valentino, la luz de mi vida —Valeria sonrió con amor al ver a su pequeño. Amanda tomó la manita de Valentino. —Hola campeón —ella le sonrió mientras que el bebé parecía evaluarla, pero al final también sonrió— es hermoso —musito acariciando la mejilla del niño. —Y ella es mi madre, Cristina. Mamá ven
Amanda sintió unas caricias en su rostro, no quería despertar estaba bien donde estaba. —Bonita —escuchó la voz de Franco. —Uhm, déjame —se aferró más a él. —Nos quedaremos aquí toda la noche abrazados o te llevo en brazos hasta la casa de tu abuela, tu escoges. Abrió de golpe sus ojos, cuando escuchó la palabra “abuela” podría quedarse ahí, pero no era correcto. Levantó su rostro para verlo y la sonrisa de Franco la recibió. Tuvo el impulso de llevar una mano a su rostro, pero fue él quien la acarició primero. —No te he mentido, déjame demostrarlo. Talvez aún estaba un poco dormida, porque no entendió de que estaba hablando, le costó unos segundos recordar su última conversación. Necesitaba tiempo para asimilar sus palabras, pero ese era el problema, él no le daba tiempo para pensar. Franco sostenía su mentón con sus dedos, y en un segundo cerró la distancia que los separaba, unió sus labios en un casto beso. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces la había besado en un solo
El día con la abuela fue bastante entretenido, era sábado, le ayudó a trabajar en su jardín de orquídeas y eso la mantuvo distraída. Había recibido un mensaje de Franco por la mañana, pero ella logró ignorarlo y él pareció entender porque no volvió a escribirle durante el día, debió sentirse aliviada por eso, pero no se sentía así.El fin de semana pasó rápido, contrario a lo que se imaginó, pero había tenido tiempo suficiente para pensar y decidir lo que realmente quiere hacer. Aunque el día domingo Franco llenó su móvil de mensajes, bromearon en un par de ocasiones cuando ella le contestó uno que otro mensaje, pero la mayoría de los mensajes de él eran sobre lo linda que era, cuanto la extrañaba y algunos que hicieron que su cuerpo se calentara, como el mensaje que decía que apenas estuvieran a solas la iba a estrechar en sus brazos y la besaría hasta quedar sin aliento. Deseaba que esa fuera una promesa que él cumpliera tal y como lo había dicho.Después de recogerla en casa de su
Y como un ángel enviado del cielo, su amiga hizo su aparición.—¡Aman! —Fiorella bajó las escaleras, corrió a su lado y la abrazó. Amanda se apoyó en ella, deseaba derrumbarse ahí mismo, pero no se lo permitió, no sabe de donde encontró las fuerzas para mantener su elegante e inquebrantable postura— ¿Qué haces aquí? —preguntó su amiga cuando la dejó ir.—Le prometí a tu padre que pasaría a saludar —miró a Leandro y este asintió—, pero ya me tengo que ir.—Oh no, quédate —le pidió su amiga.—Fiorella, no puedo de verdad —dio una rápida mirada a Franco y a la chica llamada Stella que colgaba de su brazo—, Felicidades —luego se giró hacia los padres de su amiga y su abuelo— buenas noches, fue un gusto verlos —no esperó respuesta y caminó hacia la salida.—Alto ahí —debió suponerlo, su amiga la conocía muy bien. La voz de Fiorella la detuvo antes de subir a su auto, para entonces sus lágrimas ya habían empañado su vista, no quería que nadie más supiera de lo que había pasado entre ella y