Franco llegó a su auto. Su compañero le abrió la puerta de la parte trasera. Colocó con cuidado a Amanda, luego él entró también. Su blusa de tirantes parecía no darle el suficiente calor por que se pegó a su cuerpo. Era seguro que llevaba un abrigo, pero podría ser que lo dejó en el club. No tuvo más opción que quitarse su propio abrigo y colocárselo a ella. Aun así, ella se aferró a su cintura y colocó su cabeza en su pecho. Franco maldijo en voz baja. No podía creer que terminaría esa noche de niñera.
Para Leandro fue un alivio que el padre de Amanda tuviera que viajar a otra ciudad y no estuviera en casa esa noche, sino le reclamaría por descuidar a su hija. El equipo de seguridad de la mansión Viena dejó entrar a Franco.
Se detuvo un momento en medio de la sala. Aunque muchos de los muebles y la decoración eran diferentes a como lo recordaba el ambiente seguía siendo como el hogar de una familia numerosa, algo que nunca había sido, pero así se sentía. No pudo evitar recordar que ella había perdido a su madre siendo aún muy pequeña y desde entonces aquella mansión perdió algo de su alegría. Recordó a donde estaba su habitación y caminó en esa dirección.
Mientras subía las escaleras ella se removió en sus brazos y se aferró más a él, pegó su rostro a su cuello y podía sentir sus labios rosar su piel.
La colocó con mucho cuidado sobre la cama, pero no se alejó de ella, se quedó viendo de cerca su rostro. Ella estaba más bonita que antes y ya no era una niña. Sus rasgos asiáticos sobresalían, Figura delgada, ojos grandes, nariz alta, labios pequeños y su piel clara como de porcelana una de las más bonitas del mundo.
Amanda abrió lentamente sus ojos y ambos se miraron. Los ojos color marrones claros de ella lo atraparon y para ella de seguro se sentía como en un sueño del cual despertaría en algún momento.
Ella levantó sus dos manos y tomó su rostro. Lo atrajo hacía ella para unir sus labios en un beso, Franco no pudo evitar cerrar sus ojos cuando el sabor dulce de sus labios hizo que no pudiera resistirse.
El beso fue suave, embriagador que se olvidó de donde y con quien estaba.
Se sentó en la cama y colocó sus brazos a cada lado de su cuerpo. Mientras él continuó con el beso, pero no duró mucho porque ella volvió a quedarse dormida.
—Maldición, ¿Qué estoy haciendo? —escuchó unos pasos acercarse por el pasillo entonces recordó que la puerta había quedado abierta, se alejó de ella de inmediato. Al girarse se encontró con una señora como de unos sesenta años o tal vez más.
—Señora Silvia.
—¿Franco? —La señora parecía muy sorprendida— muchacho, de verdad eres tú —Franco le sonrió con amabilidad aún recordaba las veces en las que ella los cuidaba y les hacía toda clase de comida y dulces a Amanda, a él y a su hermana, cada vez que sus padres los traían aquí o iban a alguna casa de campo. Silvia no dudó ni un momento en estrecharlo en sus brazos. Luego miró a Amanda en la cama— ¿Qué le pasó a mi niña? —preguntó mientras se acercaba a ella.
—No se preocupe, solo está dormida. Tomó de más.
—¿Qué? —preguntó sorprendida. Miró a la chica en la cama y frunció el ceño. —Ella nunca había hecho eso.
—Siempre hay una primera vez. Bueno, yo me tengo que ir.
—Gracias, joven Franco —él se giró— oh espere —lo detuvo la señora, tomó el abrigo que Amanda tenía puesto y se lo entregó.
Antes de salir de la mansión Viena, Franco informó a su padre de que todo estaba en orden, había dejado a Amanda en la seguridad de su casa.
Cuando él llegó a casa de sus padres todos se habían retirado excepto su madre, lo espera en la sala.
—Mamá, ¿Qué haces despierta?
—Te esperaba cariño. Lamento que tu padre te enviara…
—Déjalo madre, no te preocupes —besó la frente de su mamá—, Iré a descansar también —entró a su antigua habitación y todo seguía igual. Buscó su maleta que había traído temprano y se dio cuenta que estaba vacía, sus cosas estaban ya ordenadas en su armario. Tomó unos pantalones de franela y una camiseta los dejó en la cama y entró al baño para darse una ducha rápida antes de ir a la cama.
Su hermana, sus padres, la señora Silvia, incluso el guardaespaldas que lo acompañó. Todos decían que ella no era así. Entonces:
“¿Por qué burló a su guardaespaldas, para irse a un club?”
Cuando vio sus ojos notó algo de tristeza en ellos. Colocó un brazo debajo de su cabeza y siguió divagando. Quería dormirse de una vez para evitar pensar en cómo se sintieron sus labios cuando la besó. No se había dado cuenta que llevó sus dedos a su boca.
—Olvídalo —se dijo a sí mismo. Se dio media vuelta y se acomodó mejor— estaba ebria —era seguro que ella no recordará nada el día siguiente. Y él también lo olvidará. Debe hacerlo.
***
—¿Estás seguro papá? —susurraba la joven.
—Lo estoy, ya lo comprobé —Lorenzo había hecho que alguien se le acercara a quien creía que era su hijo perdido. Extrajo un cabello de él. La prueba de ADN mostró que de verdad ese chico era su hijo—, pero aún no podemos decírselo a tu madre. Él debe saberlo primero y luego traerlo aquí —si se lo decía a Mirella, era capaz de salir corriendo a buscarlo.
—Entiendo.
—Además aún no se lo he dicho a Amanda.
—Padre, ella debe ser la primera que debe saberlo. No sabes las ganas que tengo de acercarme a ella.
—Lo sé, cariño —su padre pegó sus frentes— sabes que es por tu madre, ella no ha querido…
—¿Ustedes dos que están haciendo ahí? —la voz de Mirella los interrumpió.
—Nada madre, solo conversábamos —Ada se le acercó, la abrazó y le dio un beso en su mejilla— buenas noches.
—Buenas noches, cariño.
—Recuerda lo que hablamos papá. Llámame cuando lo tengas listo —Ada miró a su padre y él le devolvió una mirada de confusión.
—¿De qué hablaron? —preguntó Mirella. Después de que su hija se fuera.
—Ah… un coche… sí, un coche nuevo.
—Lorenzo, no deberías…
—Es mi hija, claro que debería —Lorenzo la abrazó— Ven, vamos a descansar.
***
La luz del sol golpeó su rostro. Amanda se despertó por el fuerte brillo que se colaba por su ventana. Se quejó porque le dolía mucho la cabeza. Quiso abrir los ojos, pero se le dificultaba un poco. Cuando al fin logró abrirlos, se sentó, sus cabellos estaban alborotados y su maquilla corrido.
—Joder —se colocó de pie y caminó hacia el baño— ¿Qué me pasó? Me siento fatal —Se miró al espejo y casi no reconoció a la persona que miró— Aahh — chilló, esa no era ella, definitivamente perder el control no iba con ella— ¿Cómo llegué a casa? —se preguntó mientras lavaba su rostro. Se dio una ducha y se sintió como nueva luego. Excepto por el dolor de cabeza que aún persistía en atormentarla.
—Buenos días nana —Saludó Amanda apenas vio a Silvia en la cocina.
—Buenos días niña, tu desayuno está listo —Amanda Agradeció— ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo para el dolor de cabeza? —Amanda asintió, mientras se frotaba las Sienes. Luego de tomar algo para que la aliviara, comió su desayuno— niña. ¿Qué pasó ayer? ¿Por qué llegaste en ese estado?
“¿Estado?” Algo le decía que era mejor no preguntar como hizo para llegar a casa.
—Nada importante nana, solo no medí los tragos.
—Me doy cuenta —Amanda tomó su taza de café negro sin azúcar y le dio un sorbo.
—Mmm… Me encanta.
—Lo sé, así es como te gusta —sonrió con cariño— no sabía que el joven Franco había vuelto —su comentario la sorprendió, pero intentó no demostrarlo dándole otro sorbo a su café.
—Sí, volvió ayer —musitó.
—Ah, ahora entiendo, estaban celebrando, por eso él te trajo —al escuchar aquellas palabras Amanda no pudo evitar escupir su café.
Franco se colocó su traje negro, cuando estuvo listo para su primer día de trabajo, bajó las escaleras y fue directo a la cocina, su madre lo envió a sentarse para servirle el desayuno. Ella le insistía en que descansara unos días más, pero él prefirió empezar de una vez a trabajar para su padre. Además, ya había descansado, antes de volver a casa se había tomado varios días libres, y fue por eso que su novia de hace tres años lo dejó. Habían estado separados mientras él estuvo en Irak. Una semana después de haber vuelto habían acordado venir para que ella conociera a sus padres. Pero antes de viajar, Franco se había ido a Verona a visitar a un amigo al que le habían amputado una pierna. Así le daba tiempo a ella para arreglaba las cosas en su trabajo, cuando volvió, ella rompió la relación incluso cuando le había explicado por teléfono la razón de su viaje. —No te preocupes madre, ya descansé lo necesario antes de venir. —Deja de tratarlo como un niño —se quejó su padre. —Es el n
—¿No vas a saludarme? Hace mucho tiempo que no nos vemos y me recibes con esa seriedad. —¿Franco? Oh Disculpa, a penas y te reconocí —era una mentira, se había quedado sin la capacidad para hablar, pero él no tenía por qué saberlo. —¡Aush! —musitó Franco, mientras se llevaba una mano a su pecho— eso dolió pequeña. —¿Ustedes se conocen? —preguntó Jianna. Ambos asintieron. Él se acercó a ella y le dio un beso en su mejilla, como si no había sido suficiente el solo verlo. Y él, como si el haberla besado en los labios la noche anterior no era suficiente también. Pero no pudo evitarlo. —¿Qué... que haces aquí? —le cuestionó ella— oh, perdona pasa, por favor —dijo señalando la puerta. Franco se adelantó y abrió la puerta para que ella pasara primero. —Tú secretaría ya lo dijo, estaré encargado de tu seguridad. —¿Es una broma? —dijo sonriendo. Él negó con la cabeza. —No, no lo es —respondió él mientras observaba el lugar. —¿Por qué tu padre haría eso? —Debo hacer esto antes de tomar
—¿Y él quién es? —Claudia había arrastrado a Amanda hasta el bar del hotel. Lo único que ella quería era llegar a su habitación y descansar ya eran cerca de las ocho de la noche cuando llegaron al hotel. Pero no todos los días uno podía encontrarse con una estrella como Claudia, además había hecho buena amistad hace un tiempo y no la miraba desde navidad del año pasado. —Es mi guardaespaldas. —Oye, que envidia —Amanda sonrió y negó con la cabeza— si lo pruebas dime a que sabe —ella le guiño un ojo. —¡Oye! —Claudia soltó una carcajada. Claudia no dudó en hacer que Franco se sentara con ellas. —Ese era el lugar del futuro esposo de Amanda, pero no importa, podemos buscarle otra silla. —¡Claudia! —la regañó Amanda, se le había olvidado lo incontrolable que era su amiga cuando hablaba. —¿Esposo? —cuestionó Franco. —Mi representante ha estado locamente enamorado de ella, desde hace mucho tiempo —respondió ella inclinándose a él como si le estuviera contando un secreto— pero ella es m
Amanda vestía un jeans azul claro, una camisa blanca, una chaqueta de cuero negro y unas gafas de sol, su cabello estaba recogido en una coleta con trenzas. Ella dio un par de vueltas en su propio eje observando todo el lugar, aunque ya había estado una vez antes en el hotel. Nunca había ido a esa zona. El lugar era hermoso, las cabañas estaban entre los árboles, y la playa estaba muy cerca, desde ahí se podía sentir la brisa del mar. —Entonces, cree que aprueben el presupuesto para la renovación de todas las cabañas —preguntó el gerente. —No —el gerente y el arquitecto la vieron muy sorprendida por su rápida respuesta— ya no es necesario, no vamos a renovar. —Pero aún no se ha analizado bien… —Ya lo hice, tengo el informe anual de los ingresos y los gastos de mantenimiento, la renovación no es poco, no planeo renovar este lugar. Estas cabañas se mantienen ocupadas solo en temporada alta. —¿Entonces qué piensa hacer? —Toda esta área será para que las personas que les gusta avent
—¿Desean algo más? —preguntó la joven, en ese momento Franco tomó la mano de Amanda por encima de la mesa, ella se tensó, pero no retiró su mano. —Bonita, ¿quieres comer algo más? —preguntó Franco con cariño, llevó su mirada de sus manos a los ojos de él, Amanda solo negó con la cabeza— entonces, está bien así —le dijo a la chica, Amanda retiró su mano a penas la joven se fue, él no desaprovechó la oportunidad de acariciar hasta la punta de sus dedos. Pasaban por el vestíbulo cuando una de las recepcionistas los detuvo. —Señorita Viena —ella se giró hacia quien sea que la estuviese llamando, la recepcionista se acercó a ella—, el señor Camilo Leone, dejó esto para usted —dijo extendiéndole unas entradas para el concierto de Claudia. Amanda las miró un momento. —Déjatelas —dijo antes de darse la vuelta. —Pero… Ella había dado un par de pasos cuando de pronto se detuvo haciendo que Franco por poco chocara con su espalda. —Espera… —Amanda observó el nombre de la joven en su unifor
Después de eso no hubo más mensajes de texto, porque el auto se detuvo frente a casa de Valeria, era una suerte que no quedaba muy lejos del hotel. Ella los invitó a pasar. Amanda vio su reloj de pulsera, tenía algo de tiempo. Era una casa modesta, al menos el padre del hijo del Valeria le había comprado esa casa y le pasaba una mensualidad. Cuando entraron una señora como de mediana edad los recibió con un bebé en brazos, supuso que era el hijo de su nueva “¿amiga?” talvez, su compañía era agradable tenía una facilidad para tratar a las personas y parecía ser alguien sencilla. Valeria tomó en brazos al pequeño. —Señorita Viena. —Dime Amanda —Valeria sonrió. —Amanda, él es mi hijo, Valentino, la luz de mi vida —Valeria sonrió con amor al ver a su pequeño. Amanda tomó la manita de Valentino. —Hola campeón —ella le sonrió mientras que el bebé parecía evaluarla, pero al final también sonrió— es hermoso —musito acariciando la mejilla del niño. —Y ella es mi madre, Cristina. Mamá ven
Amanda sintió unas caricias en su rostro, no quería despertar estaba bien donde estaba. —Bonita —escuchó la voz de Franco. —Uhm, déjame —se aferró más a él. —Nos quedaremos aquí toda la noche abrazados o te llevo en brazos hasta la casa de tu abuela, tu escoges. Abrió de golpe sus ojos, cuando escuchó la palabra “abuela” podría quedarse ahí, pero no era correcto. Levantó su rostro para verlo y la sonrisa de Franco la recibió. Tuvo el impulso de llevar una mano a su rostro, pero fue él quien la acarició primero. —No te he mentido, déjame demostrarlo. Talvez aún estaba un poco dormida, porque no entendió de que estaba hablando, le costó unos segundos recordar su última conversación. Necesitaba tiempo para asimilar sus palabras, pero ese era el problema, él no le daba tiempo para pensar. Franco sostenía su mentón con sus dedos, y en un segundo cerró la distancia que los separaba, unió sus labios en un casto beso. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces la había besado en un solo
El día con la abuela fue bastante entretenido, era sábado, le ayudó a trabajar en su jardín de orquídeas y eso la mantuvo distraída. Había recibido un mensaje de Franco por la mañana, pero ella logró ignorarlo y él pareció entender porque no volvió a escribirle durante el día, debió sentirse aliviada por eso, pero no se sentía así.El fin de semana pasó rápido, contrario a lo que se imaginó, pero había tenido tiempo suficiente para pensar y decidir lo que realmente quiere hacer. Aunque el día domingo Franco llenó su móvil de mensajes, bromearon en un par de ocasiones cuando ella le contestó uno que otro mensaje, pero la mayoría de los mensajes de él eran sobre lo linda que era, cuanto la extrañaba y algunos que hicieron que su cuerpo se calentara, como el mensaje que decía que apenas estuvieran a solas la iba a estrechar en sus brazos y la besaría hasta quedar sin aliento. Deseaba que esa fuera una promesa que él cumpliera tal y como lo había dicho.Después de recogerla en casa de su