Mi nombre es Esther McHill, o bueno, así es como me llaman en este universo antes de morir en mi vida anterior. ¿Cómo lo explico? O sí, soy una reencarnada y no en cualquier mundo, reencarnada en un mundo donde los hombres lobo existen y donde además la historia es del tipo boys love. Soy la prima adoptiva del alfa de una manada y de uno de los protagonistas de la historia, Aldrec McHill. Les explico, mi papel es muy insignificante. Luego de querer llamar la atención de la familia, en este caso de mi primo, torturo al enemigo de la familia quien es el otro protagonista de la historia y su pareja destinada, además de ser el próximo alfa de la familia rival, Lucian Thorne. Al saber mi destino en mi primera vida, decidí seguirlo al pie de la letra con la esperanza de morir y descansar en paz. Sin embargo, luego de ser asesinada a manos de Lucian desperté justo una semana antes de secuestrar a Lucian y morir sin tener idea de qué fue lo que sucedió. Decidida a no morir de nuevo, creé un nuevo plan, hacer que la pareja principal sea feliz sin que yo los irrite y luego escaparme. Sin embargo, no contaba con que mi plan podría salirse de las manos.
Leer másEl frío me atravesó los huesos antes de que siquiera pudiera abrir los ojos. La humedad del suelo se filtraba a través de mi ropa, pegándose a mi piel como un recordatorio de que algo estaba mal. Mi respiración era errática, entrecortada. Algo espeso y caliente cubría mis manos, mi cuello… mi ropa. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando mi conciencia comenzó a despertarse por completo. Abrí los ojos con un jadeo ahogado. La oscuridad me envolvía. Era de noche. Las paredes de ladrillo a mi alrededor estaban mohosas y húmedas, y el suelo bajo mí era un charco de lodo mezclado con algo más espeso. Algo rojo. Algo que apestaba a hierro. Sangre. Mis manos temblaron cuando las levanté frente a mí. Cubiertas de rojo. Mi pecho subía y bajaba con una mezcla de terror y confusión.Miré mi cuerpo. Mi pijama del hospital estaba sucia, empapada de barro y sangre seca. Mi cabello caía desordenado sobre mi rostro, con mechones pegados a mi piel por el sudor. Todo mi cuerpo dolía. Como si hubier
El tiempo en el hospital se había convertido en un bucle interminable de días grises y noches interminables. Dos semanas habían pasado desde que desperté, pero el tiempo no había traído la calma que esperaba.Mis amigos, tanto humanos como lobos, me visitaban constantemente. Su preocupación era evidente en cada mirada, en cada palabra de aliento. Pero lo peor no era el insomnio que me consumía lentamente, ni la sensación de estar atrapada en una habitación donde el aire se sentía pesado.Lo peor era el miedo.Cada vez que un lobo se acercaba, mi cuerpo reaccionaba con un pánico irracional. Mi corazón se aceleraba, mi respiración se volvía errática y mi mente se llenaba de imágenes que no podía controlar.Porque ella siempre estaba ahí.Cada vez que uno de ellos entraba a la habitación, Agatha aparecía en los rincones, en los reflejos de los vidrios, en las sombras de las paredes.Me susurraba cosas. Se burlaba de mí. Y aunque yo sabía que no era real, aunque me repetía a mí misma que
La noche seguía envolviendo el cielo con su manto oscuro, pero el frío ya no me molestaba tanto. Quizá era la manta sobre mis hombros… o quizá era la persona que tenía a mi lado. Lucian suspiró y se levantó de su asiento. —Es tarde. Deberías descansar. —Lo mismo para ti —respondí, mirándolo de reojo. Él sonrió con esa expresión serena que a veces me desconcertaba. —Haré una ronda antes de acostarme. Quiero asegurarme de que todo esté en orden. No me sorprendía. Siempre estaba en alerta. Asentí con una leve sonrisa. —Gracias, Lucian. Él sostuvo mi mirada por un instante, pero cuando hizo ademán de darse la vuelta, mi cuerpo se movió antes de que pudiera pensarlo. Sin decir nada, estiré la mano y lo tomé de la muñeca. Lucian se detuvo, y en ese momento, lo abracé desde atrás. Sentí cómo su cuerpo se tensaba con sorpresa al principio, pero solo por un segundo. Luego, lentamente, bajó las manos y las colocó sobre las mías. Mis dedos se aferraron a su ropa, mis mejillas presion
El aire de la noche era fresco y silencioso. Sentada en el balcón, me envolví un poco más en la manta que cubría mis hombros mientras mi mirada vagaba por el paisaje nocturno. A pesar de que las casas eran grandes y numerosas, no parecían sofocantes ni invasivas. Siempre había espacio verde entre ellas, pequeños bosques y claros que daban la sensación de estar en plena naturaleza. Tenía sentido. Después de todo, este era el hogar de una familia de lobos. Pero en este momento, lo que menos me preocupaba era el paisaje. Mi mente estaba en otro lugar, en un rincón oscuro donde la tranquilidad era un lujo que no podía permitirme. Sí, los chicos ahora estaban protegidos gracias al ritual, pero yo no. Corría peligro incluso estando despierta. Suspiré, apoyando la cabeza en la baranda. Quería pensar en una solución, en cómo enfrentar lo que venía, pero la verdad era que no lo sabía. El miedo se arrastraba como una sombra persistente, pegándose a mi piel. Y entonces, sin necesidad de mir
Salimos de la oficina de Mónica con el peso de la conversación aún sobre nosotros. El aire afuera se sentía más frío que antes, o tal vez era la sensación de haber sellado un destino que, hasta ahora, no parecía real. Apenas habíamos avanzado unos pasos cuando Aldrec me detuvo.—¿Cómo pudiste hacer ese trato? Su voz estaba cargada de frustración, pero más que eso, dolor. Me giré para mirarlo y vi su mandíbula tensa, sus ojos ardiendo con una mezcla de enojo y algo que no quería reconocer como tristeza. —Aldrec… —¿Tienes idea de lo que significa? —continuó, sin dejarme hablar—. Si aceptas el trato de Mónica, te sacará del registro familiar. No solo dejarás esta casa… dejarás de ser parte de la familia.El golpe de sus palabras me dejó sin aliento.Sabía que sería una despedida difícil, pero no había pensado en la magnitud de lo que estaba perdiendo. A mi alrededor, la manada se había detenido a escuchar. Sus expresiones reflejaban la tristeza que probablemente aún no podía sentir
Los días habían pasado con rapidez desde lo ocurrido en la biblioteca, pero la inquietud seguía en el aire. Demián, Joy y Esdras habían mostrado un profundo arrepentimiento por lo sucedido. Ninguno de ellos recordaba cómo habían quedado dormidos en medio de su guardia. Y aunque intentaron justificarlo con cansancio o descuido, yo sabía que no era casualidad.Era obra de aquella mujer. Había jugado con nuestras mentes, manipulando la realidad a su antojo. Y si había logrado neutralizar a tres hombres lobo sin que se dieran cuenta, entonces no estábamos preparados para enfrentarla. La preocupación crecía en mi pecho. Necesitábamos una forma de protegernos. Recordé algunos detalles de los libros que había leído sobre la historia de la manada de Aldrec. Se decía que su abuela había tenido contacto con los indígenas americanos, personas que conocían los secretos de la magia y la naturaleza mejor que nadie. Si alguien sabía cómo enfrentar una presencia como la que me acechaba, era ella.
El aire frío del edificio me envolvía, pero no sentía frío. La chaqueta de Lucian estaba sobre mis hombros, cubriéndome con su calor. Su aroma impregnaba la tela: bosque, ciprés, naturaleza… Pero ni siquiera eso podía calmar la sensación de confusión en mi pecho. Estaba sentada en las escaleras de emergencia, con la mirada fija en el suelo, todavía intentando procesar lo que había sucedido. A mi lado, Lucian no dejaba de observarme con preocupación.—¿Por qué intentaste lanzarte? Su voz sonó tensa, como si le costara siquiera decirlo. Alcé la vista con sorpresa y fruncí el ceño. —No intenté lanzarme. Lucian no parecía convencido. —Entonces explícame qué fue lo que pasó. Desvié la mirada, sin saber cómo responder de inmediato. Ni siquiera yo entendía bien qué había ocurrido.—¿Tiene algo que ver con lo que dijiste cuando te despediste de Aldrec? —continuó, con el ceño fruncido—. Sobre ser "la chica problema". Dejé escapar una carcajada nerviosa. —No tiene nada que ver con e
Encerrada en mi habitación, me dejé caer sobre la cama con la mirada fija en el techo. Mi corazón aún latía con fuerza después de lo sucedido en el desayuno. Podía leer los pensamientos de Lucian. Y lo peor de todo era que él podía leer los míos también. No entendía cómo ni por qué estaba ocurriendo. Hasta ahora, lo único sobrenatural en mi vida eran los hombres lobo y el Formus que intentaba matarme, pero esto… esto era diferente. Intenté buscar una explicación lógica, aunque la lógica ya no aplicaba en mi vida desde que llegué aquí. Tal vez tenía que ver con la convivencia. Quizás por pasar tanto tiempo con Lucian, había desarrollado una especie de conexión con él, algo que solo pasaba entre los de su especie. Pero entonces… ¿eso significaba que me estaba convirtiendo en una de ellos?Sacudí la cabeza con frustración y me tapé el rostro con las manos. No, eso era ridículo. No podía convertirme en loba solo por estar cerca de ellos. Pero entonces… ¿qué demonios estaba pasando co
Entré en mi habitación sintiéndome extraña. Había algo en la despedida con Lucian que no podía definir con claridad, pero me dejó una sensación incómoda en el pecho. Algo había cambiado. No sabía si era en él, en mí… o en los dos. Suspiré y sacudí la cabeza, tratando de despejarme. Me dediqué a organizar mi ropa dentro del armario. Aunque la cabaña era hermosa y reconfortante, el hecho de que tuviera que esconderme aquí por seguridad seguía molestándome. Después de un rato, decidí que lo mejor sería dormir. Me metí en la cama y cerré los ojos. Pasaron cinco segundos. O al menos eso sentí antes de abrirlos de nuevo. Pero ya no estaba en mi habitación. Estaba en la parte trasera de la cabaña, descalza, con un simple camisón blanco que flotaba con la brisa nocturna. A mi alrededor, el cielo estaba cubierto de cientos de hilos dorados que se entrecruzaban en una maraña infinita. Brillaban con una luz tenue, moviéndose lentamente como si fueran guiados por un viento invisible. Pe