Aquella mañana fue la misma rutina de siempre: ejercitarse, desayunar, actualizar el sistema. Blas tecleaba rápido y revisaba los pendientes de su compañía “Prever” que él y su mentor fundaron años atrás. Su éxito fue gracias a un sistema de seguridad muy avanzado que habían desarrollado llamado Nullsystem. En poco tiempo extendieron su imperio complementándolo con tecnología sofisticada de todo tipo, creación de software, robótica y especialmente nanotecnología.
A Blas no le agradaba la idea de ser profesor universitario; ya tenía muchas responsabilidades en su compañía; sin embargo, aceptó impartir clases por un buen amigo que lo había ayudado en el pasado. Calificar a más de 200 estudiantes era muy agotador, pero encontró la manera de hacerlo creando un sistema de calificación inmediata. Él se había negado a recibir el salario; sin embargo, su buen amigo le hacía llegar su pago puntual todos los meses.
Esa mañana en particular se encontraba muy distraído. En varias ocasiones detuvo su trabajo y contemplaba desde la ventana de su departamento la gran ciudad frente a él. Lo sucedido el día anterior haría que valiera la pena haber aceptado ser profesor los últimos meses y recordó cómo se volvió a encontrar con ella después de años sin verla.
Él caminaba por el pasillo en dirección a su primera clase del día. Era un grupo muy responsable, pero había estudiantes que necesitaban ayuda. Movió sus hombros rígidos de solo pensar que debía darle asignación extra a esos alumnos. Mientras caminaba verificó la hora; No le gustaba llegar tarde. Era conocido por no faltar y por su puntualidad, aunque a veces había excepciones si tenía alguna reunión o algún problema en su empresa.
Estaba pensando en nuevas actualizaciones que debía realizar cuando alguien chocó abruptamente contra él.
— ¡Disculpe! — Blas se paralizó al escuchar una voz que nunca pensó que volvería a oír.
— ¿Milena…? — dijo viendo a la chica entrar muy aprisa al tocador. No le dio oportunidad de hablarle, por eso decidió esperar y confirmar si realmente era la persona que él sospechaba.
Luego de unos minutos la vio salir del baño y la siguió muy de cerca por los amplios pasillos hasta entrar en el aula donde lo esperaban. Blas tenía una idea de por qué ella estaba en ese lugar. No era la primera vez que otras personas se hacían pasar por alumnos. Él era muy observador y hace meses se había percatado que su alumna, “Tina Montes”, podría ser familia de Milena o simplemente se parecía mucho.
Recordaba que los padres de Milena se habían separado y cuando su madre se volvió a casar, ella adoptó el apellido de su padrastro, pero nunca supo su verdadero apellido paterno. Mientras la observaba cautelosamente por el vidrio de la puerta, la vio levantarse de su silla. Sabía que ella estaba por irse y él entró rápidamente, no iba a permitir que se fuera sin antes hablar con ella.
Durante la clase, Blas explicó unas fórmulas sencillas del nuevo tema y dejó algunos problemas para que los estudiantes practicaran en clase. Aprovechando en ese momento para ingresar al sistema y verificar todas las notas de Tina, estaban por debajo del promedio para aprobar, con muchas ausencias en todas sus clases. Solo otra nota baja y él podría poner la famosa "F".
La miró trabajar y decidió pasar lista. Era algo que no hacía, pero quería saber qué respuesta le daba ella.
— ¡Tina Montes! — llamó.
— Presente — respondió ella con la cabeza agachada.
"¡BINGO!" Tina le había enviado a Milena en su lugar. Podría meterse en problemas si era descubierta, debía haber una buena razón porque conocía que Milena era incapaz de hacer algo así y se enojó con ella.
En ese momento, los recuerdos del pasado invadieron su mente. “Cada mañana caminaban juntos hacia el instituto y ella siempre le dedicaba esa hermosa sonrisa que él tanto amaba”.
En ese instante el corazón de Blas se aceleró, sacándolo de los recuerdos del día anterior. Intentó reprimir esos sentimientos que había encerrado durante siete años, suspiró y dejó su trabajo a un lado. Apretó con fuerza los puños, tratando de controlar sus emociones. Sin embargo, lo vivido en su oficina acaparó sus pensamientos. Nunca quiso aprovecharse de ella; lo mejor era dejarla ir nuevamente. Pero en el momento en que ella mencionó "Te prometo que no la reemplazaré más", temió no volverla a ver. Actuó por puro instinto, sujetándola del brazo hasta tenerla cerca de él, y por impulso la había besado.
Él extrañaba su calor, su olor y el sabor de sus labios. En un impulso arrebatado, la empujó al pequeño sofá de su oficina, agradeciendo internamente todos esos detalles que su amigo le había proporcionado.
Al principio, ella intentó resistirse, pero él no tardó en ejecutar su plan. Si ella no le permitía hacer lo que él quería, la delataría. La amenaza pendía sobre ella, silenciando sus protestas y convirtiendo su resistencia en un eco lejano de su dignidad.
Él deslizó las manos por sus cabellos al recordar a una avergonzada Milena, con su falda hasta la cintura y su blusa desabotonada, mostrando su ropa interior y la hermosa piel blanca de su cuerpo.
Blas estaba perdido en sus pensamientos, cuando fueron interrumpidos por el sonido de su dispositivo móvil.
— Jefe, ¿a qué hora piensas llegar hoy? Te necesito, no entiendo los códigos que me enviaste — dijo Glenn.
— No es la primera vez que escucho de tu falta de intelecto — respondió de mala gana Blas, aunque con una leve sonrisa.
— ¡Idiota! Se supone que soy el bromista del grupo —.
— Oh, querrás decir el inútil del grupo — dijo Blas bromeando a su manera.
— ¡Vaya! ¡Al parecer estás de buen humor hoy, señor, cara de piedra! No llegues tarde, necesito de tu ayuda y, PD, tráeme algo de comer — cortó la comunicación.
Glenn tenía razón, por extraño que parecía, él estaba de buen humor y una ligera sonrisa se forma en sus labios. Volviendo con su trabajo, Blas le envió a su amigo y colega Glenn más de esos complicados códigos para hacerlo hasta tarde ese día.
Cuando terminaron los deberes de su empresa, Blas desbloqueó con facilidad el sistema de la universidad, buscó todos los deberes de las asignaturas de Tina y los desarrolló a medias. Debía mantener sus calificaciones bajas, pero lo suficiente para aprobar las asignaturas.
Ese día Milena regresaba a casa de la universidad, sin saber qué hacer. Tina tenía tantas asignaciones atrasadas y horas antes un profesor la regañó al final de una clase.— No es justo, no sabía del trabajo — dijo Milena. — ¡Te cobraré más, cada vez que me regañen por ti, Tina! —, espetó con enojo.Estaba molesta con su prima y consigo misma. Si no se hubiera dejado convencer, Blas, no la hubiera reconocido, ya no estuviera asistiendo a la universidad por Tina y ahora su ingreso a facultad dependía ciegamente de excompañero del instituto.Para relajarse después de un pesado día de estudios, decidió darse un baño y después se recostó en su cama.— Hoy no lo vi — dijo Milena, recordando todo lo sucedido el día anterior y sonrojándose al pensar que esto volvería a pasar. Tocó sus labios y su cuello, evocando los besos de Blas y esas sensaciones que había experimentado por primera vez. Cerró los ojos, rememorando sus caricias en la piel de su cuerpo. — ¿Por qué me gustó tanto? — se pregu
El sábado por la mañana, Milena nuevamente despertó tarde. Se había quedado hasta altas horas de la noche pasando todos los trabajos que Blas le había dado, memorizando las fórmulas y las pruebas de esa semana. Se duchó rápidamente, buscó sus pantalones y el suéter que él le había conseguido, y salió corriendo de la casa sin desayunar nuevamente.Blas se encontraba impaciente dentro del autobús en el estacionamiento de la Universidad. Miraba la hora con ansiedad, faltando poco para partir, y Milena aún no aparecía. Todos los alumnos comenzaron a ubicarse en sus asientos, y Blas se sintió cada vez más preocupado. Decidió que le pediría su número de teléfono para poder comunicarse con ella la próxima vez y así inventar algo hasta que llegara. Faltando cinco minutos para la partida, informó al conductor que debían partir.Mientras el autobús comenzaba a moverse, Blas suspiró enojado. Le había advertido a Milena que debía estar antes de la hora de partida, pero ella no había llegado. Sin
Blas, al sentir las muñecas de Milena dejar de resistirse, las soltó, pero el gesto no fue de compasión. Apoyó las manos en el suelo a ambos lados de sus hombros y contempló su hermoso cuerpo con una mezcla de deseo y dominación. Su respiración acelerada revelaba su ansiedad, resultado de días de fantasías reprimidas por las veces que la vio en su oficina sin poder tocarla.Milena, con evidente pánico, observó los ojos de Blas recorriendo su cuerpo. Mordió sus labios, intentando controlar el temblor que los recuerdos de lo sucedido en la oficina, porque sabía que se iba a repetir esa terrible tortura. Se sentía segura con las prendas que llevaba puestas, pero eso no iba a detener a su excompañero del instituto. Blas, sin poder resistir más, se inclinó y la besó con una pasión que rayaba en lo agresivo. Milena se sintió atrapada y asustada, incapaz de luchar contra el control que él ejercía. Blas succionaba sus labios, introduciendo su lengua profundamente en su boca, mientras una de
Blas, por otro lado, no se había percatado de que se encontraba perdido en esas emociones. Tomó las manos de Milena y las llevó sobre sus hombros, deseando que ella le correspondiera. La mirada de Milena hacia él en ese momento era diferente: el temor en sus ojos había desaparecido y la vergüenza se había desvanecido.Ahora era Blas quien ante este relajado rostro de Milena, rememoraba los bellos momentos que vivieron juntos mientras estudiaban en el instituto. Ambos siguieron contemplándose, pero esta vez fue Milena quien lentamente acercó sus labios hacia él, desatando un gran sentimiento olvidado. Cuando sus labios se tocaron, quedaron perdidos en una profunda pasión.Aquel beso estaba cargado de muchos recuerdos, sentimientos guardados y olvidados. Milena comenzó a acariciar y tocar el cuerpo de Blas con mucha confianza.La dureza entre sus piernas era ya tan fuerte que Blas instintivamente comenzó a chocar su evidente erección contra Milena. El cuerpo de Milena se movía hacia arr
En la universidad, Blas observó a la distancia a los alumnos retirarse y buscó con la mirada a Milena entre todos hasta hallarla. Ella estaba escribiendo un mensaje. Desde su teléfono, Blas leyó lo que ella escribía a Tina, solicitando el pago del dinero que habían acordado.Milena, sin recibir alguna respuesta y con evidente enojo, escribió otro mensaje indicando que ya no seguiría con el acuerdo, ya que Tina no había cumplido con su parte del trato. Esto hizo que el corazón de Blas se estremeciera por el temor de no verla nuevamente.Pocos momentos después, Milena recibió una transferencia en su cuenta bancaria, que a duras penas podía cubrir los gastos de la semana siguiente. También recibió un corto mensaje de Tina, quien decía que haría un pago total la próxima semana, ya que su abuela estaba muy mal y había gastado dinero en sus medicamentos.Blas vio que Milena comenzó a teclear rápidamente, pero antes de enviar el mensaje, lo borró y guardó su dispositivo móvil en su bolso, so
El domingo por la mañana, Blas se encontraba revisando y completando varios informes en su oficina. Había trabajado hasta altas horas de la noche, ya que había dejado acumular mucho trabajo por estar distraído pensando en Milena. El día anterior, había estado pendiente del recorrido y no había avanzado en sus responsabilidades.Mientras se mantenía concentrado en sus deberes, la puerta de su oficina se abrió. Blas continuó tecleando, comprendiendo de quién se trataba. Solo una persona con un cierto código especial podía abrir cualquier puerta de todas las instalaciones, ya que él mismo lo había configurado de esa manera.— Buen día, Blas — saludó el recién llegado.— Doctor J — respondió Blas, levantándose inmediatamente de su asiento e inclinándose en señal de respeto.— Deja las formalidades, hijo; me tratas como si fuéramos desconocidos — dijo el hombre de cabellos plateados, apoyado en un bastón. Su lento andar y su espalda encorvada indican su avanzada edad. — ¿Qué haces? — pregu
Milena acababa de llegar de hacer unas compras y pagar algunas deudas con el dinero que Blas le había entregado. Preparó su almuerzo y guardó una pequeña merienda para el día siguiente, intentando ahorrar al máximo, ya que en su mente persistía la idea de devolverle el dinero a Blas de alguna manera. Terminado de arreglar sus compras, se dispuso a repasar todas las pruebas de la semana, aunque se dio cuenta de que no tenía nada sobre la asignatura que impartía Blas.— ¿Olvidó dármelas? — se preguntó.Tuvo la intención de llamarlo, pero al recordar su íntimo encuentro del día anterior, se ruborizó y prefirió enviarle un corto mensaje."Lo tengo bajo control", respondió él. La respuesta la dejó más tranquila, ya que ahora tenía menos que estudiar. Continuó repasando hasta memorizar todo correctamente.La mañana siguiente, Milena terminó de alistarse rápidamente. Blas le había enviado un corto mensaje informando de su salida. Ella se apresuró a peinarse y salió a esperarlo. A los pocos m
Milena, refugiada en un rincón desolado de la gran biblioteca universitaria, trataba de aliviar el estrés de los últimos días. Recordando su reciente descuido, se dio cuenta de que, si no fuera por el rápido actuar de Blas, aquel joven hubiera permanecido en las siguientes horas de clases e incluso los últimos días a su lado.— ¡William, te necesito! — llamó Blas, y en ese momento Milena supo cómo se llamaba el amable joven. William era el secretario de la clase y tenía la función de ayudar al profesor en varias asignaciones. Milena observaba cómo Blas lo instruía para que organizara algunas carpetas y trabajos de los estudiantes."¡Ten más cuidado, no siempre podré salvarte!" El corto mensaje de Blas transmitía claramente su enojo por su descuido. Milena sabía que él no siempre podía estar allí para ayudarla, especialmente porque solo se veían durante las clases y, fuera de esas horas, ambos debían mantenerse a distancia.— Debo dejar de ser tan amable — sé murmuró Milena, recordando