CAPÍTULO 29

La luz del sol iluminaba la habitación. Un cuerpo adormecido, mareado y adolorido, abrió ligeramente los ojos mientras giraba en la cama, tratando de tapar los rayos solares con las manos. Pero no era solo la luz lo que le impedía volver a conciliar su delicioso sueño; el sonido constante de unos dedos tecleando con eficacia y rapidez también interrumpen el silencio que deseaba.

Tomó una de las grandes almohadas para cubrirse los oídos, pero ni siquiera eso ayudaba, pues el sonido de una repetida denegación de acceso colmaba su paciencia.

Los fuertes rayos solares de la mañana quemaban su piel. Su enojo creció. Podía tolerar la luz, ya que era inevitable, pero el sonido sí podía ser silenciado. Sin embargo, seguía resonando con fuerza. Agarró las sábanas para cubrir su cuerpo, pero al hacerlo, notó que las cortinas estaban abiertas, dejando que la luz entrara c

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