CAPÍTULO 5

El sábado por la mañana, Milena nuevamente despertó tarde. Se había quedado hasta altas horas de la noche pasando todos los trabajos que Blas le había dado, memorizando las fórmulas y las pruebas de esa semana. Se duchó rápidamente, buscó sus pantalones y el suéter que él le había conseguido, y salió corriendo de la casa sin desayunar nuevamente.

Blas se encontraba impaciente dentro del autobús en el estacionamiento de la Universidad. Miraba la hora con ansiedad, faltando poco para partir, y Milena aún no aparecía. Todos los alumnos comenzaron a ubicarse en sus asientos, y Blas se sintió cada vez más preocupado. Decidió que le pediría su número de teléfono para poder comunicarse con ella la próxima vez y así inventar algo hasta que llegara. Faltando cinco minutos para la partida, informó al conductor que debían partir.

Mientras el autobús comenzaba a moverse, Blas suspiró enojado. Le había advertido a Milena que debía estar antes de la hora de partida, pero ella no había llegado. Sin ánimos, cruzó los brazos, sintiendo la frustración crecer en su pecho. Los planes que había hecho con Milena para ese día se desmoronaban ante sus ojos, y ahora tendría que improvisar una excusa para justificar su ausencia. Blas está pensando en una solución rascando su cabeza, cuando escucho.

— ¡Esperen! — Se escuchó un grito de uno de los alumnos. Milena vio el autobús empezar su marcha y corrió para que no la dejaran. — Tina, casi te dejamos — dijo el compañero que había detenido el autobús, era el mismo joven que días atrás le había indicado que debía ir a la oficina de Blas.

— Gracias por ayudarme — le dijo Milena con una hermosa sonrisa.

— ¡Vaya, Tina, no sabía que sonreías! — respondió el chico. Milena se estremeció, pues había olvidado qué papel estaba desempeñando. Tomó asiento inmediatamente y con el rabillo del ojo miró a Blas. Este la fulminó con la mirada, y ella automáticamente desvió la cara hacia la ventana.

Sabía que Blas estaba enojado por su descuido y por haber llegado tarde, pero, a pesar de la expresión severa en su rostro, internamente Milena daba gracias por haberlo alcanzado el autobús.

Blas, por otra parte, cambió la expresión de enojo en su rostro. La llegada de Milena significaba que podían continuar con los planes establecidos para ese día.

Faltando pocas cuadras para llegar a las grandes instalaciones de Prever, Blas recibió una llamada y suspiró al ver quién le llamaba.

— Todo listo, jefe — dijo Glenn con un fuerte acento norteño.

— No me llames así — le refutó Blas con enojo. — Espero que estén listos, ya estamos por llegar —

— ¡Sí, mi Capitán! — respondió Glenn, y Blas colgó la llamada para no escuchar más tonterías.

Ya en la gran sede de Prever, todos los alumnos comenzaron a tomar fotos de las instalaciones. No se pasaba por alto el estilo futurista de esta gran empresa. Las únicas personas que entraban y salían de dicho lugar eran los que trabajaban allí.

— Bajen en orden y hagan todo lo que les pidan. ¡Comprendido! — les indicó Blas a sus alumnos, mientras observaba por el rabillo del ojo a Milena, admirando las grandes instalaciones. Todos respondieron de manera positiva. Blas caminó hasta donde estaba el protocolo de seguridad y presentó una serie de documentación. Los guardias ni siquiera lo revisaron al ver al dueño de la empresa entregándolos.

— Llegaste, Blas. Me pregunto cuándo les dirás que eres el dueño — le habló Tom, su otro colega y amigo.

— No quiero que nadie me esté pidiendo referencias para trabajar aquí. Prefiero pasar desapercibido — indicó Blas.

— Tiene sentido lo que dices. Estarían todos tus alumnos suplicándote por una vacante y no quieres eso — respondió Tom.

— Si alguien es escogido para entrar a "Prever", es porque se ha esforzado en adquirir conocimiento — mencionó Blas.

— Necesitamos mentes maestras para seguir creando nueva tecnología. Entonces, ¿por qué Glenn trabaja con nosotros? — preguntó Tom.

— Ese idiota tiene una gran habilidad, solo que no se esfuerza. Si continúa así, no me dejará más remedio que ponerlo a limpiar los baños — respondió.

— ¡Ja! Sería muy entretenido verlo limpiando los baños — respondió Tom con una risa.

— Este grupo es más grande que los otros. Espero que no te den problemas — mencionó Blas, buscando a Milena entre los alumnos.

— ¡No lo creo! — espetó Tom, notando un poco de ansiedad en Blas. — Cuando lleguemos al área de Robótica, estoy seguro de que nadie querrá desviar su mirada de los robots que caminan libremente por todo el lugar —.

Blas observó que Tom buscaba en la misma dirección que él. Había olvidado lo observador que era su colega.

— Ve a darles las indicaciones — le ordenó Tom. Asintió y se dirigió a juntar a los alumnos que ya habían pasado por la revisión de seguridad para explicarles las normas del lugar y del cronograma de ese día.

Blas escuchó unos pasos acercarse, cerró los ojos y volteó, reconociendo de quién se trataba.

— Vaya, jefe, tus alumnos cada vez son más mujeres — habló Glenn pícaramente y colocó su brazo sobre uno de los hombros de Blas.

— No me llames jefe y ¡deja de molestar! — espetó Blas con un tono de enojo.

— Me gustaría estar en tu posición. Podrás escoger a cualquiera de esas bellas señoritas — Glenn comenzó a contar a cada una de ellas.

— ¡Cállate! O te pondré a limpiar los baños por el resto de tus días — le dijo Blas con enojo, quitando el brazo de Glenn de sus hombros.

— Ya, ya, ya... solo te estaba bromeando. Aquí tienes tu pase exclusivo, aunque no lo necesitas — dijo Glenn entregando un gafete de un color diferente al resto de los alumnos.

— Te lo advierto, Glenn, ¡no te atrevas a coquetear con nadie esta vez! — dijo Blas con firmeza.

— ¡Yo no coqueteo! — se defendió Glenn. Blas lo miró con fastidio, girando los ojos, y caminó hasta donde se encontraba Tom, quien había terminado de dar las indicaciones.

Todos los alumnos fueron divididos en varios grupos, y Milena se encontraba en el grupo que iba dirigido por Glenn.

— Excelente — balbuceó Blas con malicia, con Glenn de guía sería más fácil llevarse a Milena sin que se percataran de su ausencia.

— ¿Nos acompañas esta vez? — le preguntó Tom a Blas, sacándolo de sus pensamientos.

— No, estaré en tu oficina haciendo un informe — le mencionó en voz alta para que todos lo escucharan. Glenn sonrió ligeramente, sabiendo que Blas estaba mintiendo; no le gustaba participar en estos recorridos.

— No es la primera vez que vienes aquí. Ya sabes el camino y con ese pase no tendrás problemas — se escucharon murmullos de asombro entre los alumnos al ver el buen trato hacia su profesor.

Blas asintió ante las palabras de Tom y, antes de retirarse, les dio una advertencia a sus alumnos.

— Si alguien causa problemas, sácalo de inmediato y será reprobado en mi materia — habló Blas con autoridad.

— Si eso es todo, empecemos. Te avisaré cuando estemos terminando — indicó Tom. Antes de marcharse, Blas miró a Milena caminar con los demás, guardando distancia. Esperaba que ella se mantuviera así durante todo el recorrido.

Todo estaba programado para durar 4 horas, incluidas charlas, algunas prácticas en el departamento de robótica y un pequeño refrigerio al finalizar el recorrido.

“¿Por qué le daban tanta libertad a él en ese lugar?” “¿Siendo él solo un simple amigo del que está a cargo?”, pensó Milena al ver a Blas tomar un camino diferente al de ellos. Observó al guía que, hace unos minutos, estaba cruzando palabras con él. ¿Sería también su amigo? El joven intentaba ser serio, pero no siempre lo lograba; siempre decía una pequeña broma.

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Después de haber transcurrido una hora y media, Blas salió de su oficina. Era el momento de buscarla, corroborando que estuvieran por llegar al auditorio. Antes de salir, configuró algunas cámaras para que estuvieran desactivadas por un corto período de tiempo.

Milena, entrando al amplio auditorio, miraba con asombro la alta calidad y tecnología en toda la instalación. Observaba a su alrededor todos los pequeños grupos hablando y tomando fotos.

Le gustaría hacer lo mismo. Tenía mucho tiempo sin tener una amistad; todo el contacto que había tenido en los últimos años solo era con su familia y ahora menos podía iniciar una amistad con algún alumno, o sería descubierta.

— Les daremos 20 minutos de descanso — les informaron.

Milena caminó por el pasillo y se dirigió al tocador. Ya dentro de una de las mamparas, escuchó a las alumnas hablar y no se sorprendió al saber que estaban hablando de manera muy atrevida sobre los apuestos guías del día.

Se recostó contra la pared tras ellas, unas pequeñas gotas saladas se deslizaron por sus mejillas. A Milena le hubiera gustado haber tenido amigas y una vida más social en lugar de estar encerrada todos esos años.

Calmando sus emociones, Milena salió del baño en dirección al auditorio, donde otra presentación les esperaba. Iba por el pasillo con su semblante entristecido y sin previo aviso, la pared a su costado se abrió, viendo a Blas dentro. Él la sujetó de la mano y la atrajo hacia él rápidamente.

— ¡Qué estás haciendo! ¿Y cómo hiciste eso? — preguntó ella sorprendida al ver que la pared frente a ella se cerraba.

— Es una puerta secreta, hay muchas por toda las instalaciones — informó.

— ¿Y cómo sabes dónde están? — preguntó Milena, con una mezcla de curiosidad y temor por sus acciones.

— Sígueme — ordenó Blas sin responder a su pregunta, y comenzó a caminar fuera de la habitación. Milena no lo siguió. Un temor invadió su cuerpo. Esta acción de Blas podría meterlos en serios problemas. Comenzó a buscar una manera de abrir aquella puerta para regresar al auditorio.

— ¡He dicho que sígueme! — Blas espetó con enojo, al regresar y tras haber notado que Milena no estaba junto a él. La tomó de la muñeca y la obligó a seguirlo. Prácticamente, la arrastró por varias puertas secretas, manteniéndola fuertemente sujeta por una de sus muñecas, mientras Milena intentaba seguir su apresurado paso.

— ¡A dónde vamos, Blas! ¡No puedo separarme del grupo! — le dijo Milena con mucho nerviosismo.

— No te preocupes, no se darán cuenta de tu ausencia — le aseguró él.

— ¡El guía de mi grupo podría notar que no estoy! — protestó.

— Ese idiota no se va a dar cuenta de que no estás, ¡eso te lo aseguro! — respondió con firmeza.

Blas la llevó por unas escaleras, evitando las cámaras de los ascensores y así evitando toparse con los empleados. Milena, nerviosa, casi tropezaba varias veces debido a los nervios y al apresurado paso que mantenía Blas. Después de unos minutos, llegaron a una gran puerta. Blas ingresó los códigos de seguridad, entraron a una inmensa y sofisticada oficina. Milena apenas tuvo tiempo de contemplar el lugar antes de que Blas la guiará hacia una pequeña puerta a un costado. Ella intentó detenerlo, se encontraba asustada, pero él la sujetó con fuerza y la hizo entrar.

— ¡Blas, podríamos meternos en problemas! — Milena recalcó su preocupación. — ¿Qué hacemos aquí? — Espetó con temor, mirando el pequeño lugar.

— Voy a darte una charla privada — dijo él.

— ¡¿Qué?! — Milena gritó al oír esas palabras, sobresaltada al entender sus intenciones, al ver la misma sonrisa maliciosa de aquel día.

Milena, temblorosa, retrocedió al verlo acercarse, su respiración agitada denotaba su temor. En todo momento creyó que la llevaría a otro lugar y nunca imaginó que estas fueran sus intenciones. Blas, viendo su reacción, intentó tranquilizarla diciendo:

— Nadie vendrá, no te preocupes — pero el miedo apoderarse de ella, dio un paso atrás, su rostro enrojecido la hizo recordar cuando él besaba su piel.

Blas se acercó más, y al verla paralizada, se lanzó hacia ella. Milena, en un intento desesperado, comenzó a resistirse, pero Blas, más rápido y fuerte, logró sujetar y besar. Sin embargo, Milena, luchando contra su fuerza, logró apartarlo.

— ¿Quieres que te trate rudo hoy? — hizo esa pregunta con son de burla, al verla agitada por el esfuerzo que acaba de hacer.

— ¡No es momento de bromas! Alguien podría venir — respondió con firmeza Milena, agitada por el esfuerzo y el miedo.

— Ya te dije, nadie vendrá — respondió con firmeza.

— ¿Cómo estás tan seguro de eso? — le pregunto con mucho temor.

— Confía en mí — terminó de decirle, balanceándose nuevamente hacia ella para seguir besándola. Milena volvió a resistirse. Estaba aterrorizada; no era el momento ni el lugar indicado para lo que él deseaba.

Los fuertes forcejeos hicieron que Milena cayera. Blas aprovechó su caída para tomar el control de la situación. Inmediatamente, se posicionó sobre ella y tomó sus manos, sujetándolas con fuerza contra el suelo.

— ¡No tenemos mucho tiempo! Debo llevarte de regreso al auditorio o prefieres irte sola. Te perderías en este lugar, te sacarán de inmediato, reprobaré a Tina y no podrás ingresar a la universidad. ¿Es eso lo que quieres? —

Milena dejó de respirar al oír esas palabras. Había olvidado por qué estaba en esa situación. Tenía que dejar que él hiciera lo que quisiera con ella, porque ese era el precio que debía pagar por su silencio.

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