CAPÍTULO 2

Asombro, temor y nerviosismo eran las emociones que invaden el cuerpo de Milena mientras observaba el rostro del hombre frente a ella. Nunca había imaginado que él llegaría a mirarla de esa manera, pero de alguna manera pudo intuir las intenciones de Blas. Cuando él la sujetó por los brazos, un escalofrío recorrió todo su cuerpo y, al unir sus labios a los de ella, su cuerpo se paralizó automáticamente. Milena sintió la urgencia de empujarlo y salir corriendo por la puerta, pero su cuerpo no respondía.

Blas separó sus labios de los de ella y contempló su rostro enrojecido y sus ojos bien abiertos. Él sonrió atrayéndola más hacia él. Milena salió de sus pensamientos nerviosos al sentir sus manos enredándose entre su cintura. Sin quitar su mirada de ella, Blas comenzó a caminar, y Milena, desconociendo lo que había detrás de ella, se dejó guiar, dando pequeños pasos lentos y torpes.

Las pantorrillas de Milena hicieron contacto con algo acolchado y su atacante la arrojó salvajemente sobre un gran sofá. Atónita y extremadamente nerviosa, Milena comprendió que su ex compañero del instituto se aprovecharía de la situación. Blas rápidamente se posicionó sobre ella, desabotonó los primeros botones de su blusa y, al ver su cuello descubierto, depositó sus labios en su clavícula para chupar, morder y pasar ligeramente su lengua por su piel sensible.

— Aahh… — gimoteó Milena, al percatarse del involuntario sonido, mordió con fuerza sus labios, intentando contenerse. En este punto, ella intentó resistirse, pero Blas se lo impidió sujetando sus muñecas con fuerza y besándola nuevamente.

Él buscó espacio entre sus piernas, y la tela de la falda de Milena comenzó a recogerse hasta sus caderas. Ella se dio cuenta de que una parte de su ropa interior ya estaba a la vista y forcejeó nuevamente, pero Blas apretó su agarre con fuerzas y llegó sus muñecas contra el asiento de cuero, diciéndole.

— Este es el costo que debes asumir para silenciarme —.

Las palabras de Blas cayeron como piedras en la cabeza de Milena. ¿La estaba chantajeando? Sin esperar respuesta, Blas unió nuevamente sus labios a los de ella. Milena no se atrevía a resistirse, preocupada por las consecuencias si él la delataba.

Blas dejó de sujetar sus muñecas y comenzó a besar su cuello nuevamente. Una de sus manos sujetó uno de sus senos mientras la otra acariciaba su muslo. Milena tembló al sentir el roce de algo duro entre sus pantalones, contra su ropa interior, donde justamente se encontraba su área íntima. Al bajar su mirada, ella vio la tela de su falda hasta su cintura, dejando al descubierto su ropa interior.

Ella deseaba empujarlo y salir corriendo de esa oficina, pero sus palabras seguían dando eco en su cabeza.

— No… por favor… — suplicó, al sentirlo, mover sus caderas de arriba y hacia abajo, para estimularla. Las sensaciones que Milena experimentaba eran nuevas, su rostro se enrojecía aún más por el calor que se esparcía por todo su ser.

Blas separó sus labios de su piel y se inclinó hacia atrás para ver el rostro avergonzado de Milena. Ella tragó hondo cuando las manos de Blas terminaron de desabrochar los botones de su blusa. Deseaba cubrirse, pero temía enfurecerlo.

— ¿No te vas a resistir? Esto será más fácil de lo que pensé — mencionó él.

Milena ya había pensado en las consecuencias y se resignó. Blas, al tener ante él un hermoso sostén de encajes negros, hizo que su miembro se endureciera más al ver la piel blanca resaltar en esa hermosa prenda. Milena se estremeció nuevamente al sentirlo besar su cuello y bajar hasta su pecho.

“¡¿Por qué me pasa esto?!”, gritó Milena en su cabeza, su respiración aceleró, su cuerpo tembló aún más al sentirlo chupar la piel descubierta de uno de sus senos y con la palma de su otra mano rozaba su pezón endurecido.

En este punto Milena sintió su vagina humedecer, Blas continuaba besando todo su piel expuesta, todo el lugar se sentía extremadamente caliente a pesar por el fuerte aire acondicionado de la oficina.

— Uuhh… — gimió ella involuntariamente otra vez, al sentir las manos de Blas meterse por su espalda buscando desabrochar su sujetador.

— Gime para mí — le susurró al oído, muy satisfecho de lo lejos que había llegado.

"¿Desde cuándo pensó en aprovecharse?", pensó ella. Debía haberse ido cuando tuvo la oportunidad.

Para su suerte, el altavoz del pasillo se escuchó dentro de la oficina.

— Se les recuerda a los docentes que la reunión iniciará en unos minutos — anunciaron.

— ¡Mierda! — exclamó él, levantándose enojado por la interrupción. — Aparentemente, no podremos continuar — dejó a una avergonzada Milena acostada en el sofá con la falda hasta las caderas y el pecho expuesto mostrando su sostén. — Supongo que esto me mantendrá callado por unos días — mencionó insatisfecho, ajustando su camisa y las mangas del antebrazo.

— ¿Por unos… días? ¿Qué quieres decir con eso? — preguntó una temblorosa Milena, abrochando los botones de su blusa y bajando su falda para cubrirse.

— Te ayudaré a seguir fingiendo que eres Tina —.

— Pero me dijiste que... —.

— ¡Sé lo que dije! — espetó él. — Si Tina falta a una clase más, está reprobada, los otros profesores harán lo mismo, y recuerdo que mencionaste que deseas ayudarla, ¿no? —.

— Así... es — respondió ella, mirándolo con la boca abierta, comprendiendo sus intenciones. Lo que ocurrió hoy se volvería a repetir, ella sabía que tendría que continuar con esta farsa hasta que Tina regresara.

— Toma esos papeles — le señaló su escritorio. — En la siguiente clase, siéntate al final y no abras la boca —.

— Blas, pero… —.

— Alguien viene por el pasillo. Sal de inmediato y pon tu cara de molestia como los demás — le ordenó con un tono de voz elevado, mirando el monitor en su escritorio.

Eso era lo que más deseaba Milena: salir de esa oficina y alejarse de su excompañero del instituto, que acababa de poner todo a su favor. Tomó su bolsa que se encontraba en el suelo, agarró los papeles y salió. Caminó sin detenerse hasta el tocador, sus piernas todavía temblaban por lo que había experimentado hace pocos minutos. Milena abrió una de las mamparas y, al cerrar la puerta, se desplomó. Su respiración era rápida e intentó relajar su cuerpo tembloroso.

Milena cerró sus ojos, pero esta acción hizo que todavía pudiera sentir unas pequeñas molestias en los lugares donde Blas la había mordido, chupado y lamido.

Si Tina se ausentaba, perdería el semestre. Si no jugaba el juego de Blas, podría perder su lugar en la universidad. No tenía suficiente dinero para irse del país, ni siquiera podía conseguir un simple trabajo de medio tiempo. Odiaba admitir que Blas tenía todo a su favor.

Milena, desplomada en el suelo, se tomó un momento para recordar a su excompañero del instituto. A él le gustaba estar solo, no lidiaba con chicas y sus calificaciones eran excelentes, mucho mejores que las de ella. Pero la persona que vio hoy no se parecía al joven serio, con una mirada asesina y solitario que ella recordaba.

— Ahora eres un chantajista — dijo en voz baja, tocándose la frente y sintiendo un ligero dolor de cabeza — ¡No puedo creer que esto me esté pasando! —.

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