82Maximiliano regresó a su solitaria casa sintiéndose vacío y muy cansado. El eco de su desesperación aún resonaba en su cabeza mientras las luces tenues del salón apenas lograban mitigar la frialdad de su hogar.—No puedes salir así del hospital y menos solo —le regañó Marcelo, claramente preocupado mientras lo ayudaba a quitarse la chaqueta. Había salido corriendo al hospital cuando Anthony le avisó de la fuga de Max, y no pudo evitar sentirse aliviado de encontrarlo más o menos entero.Marcelo no entendía cómo es que esa mujer, Liliane Williams se hacía llamar su prometida, si ni siquiera podía quedarse con él en el hospital.—Necesitaba verla… —Max murmuró, las palabras escapando de sus labios con el peso de la frustración— y se fue… Marcelo, se fue.Max se detuvo de golpe, apretando los puños con fuerza. Las palabras de la anciana que le había dicho que Julieta se había mudado aún lo atormentaban. “Se fue sin dejar dirección”, le había dicho con una sonrisa lánguida, y Max
83 —¡Juliette, está casa es increíble! —gritó Vic, el del medio, mientras prácticamente saltaba del coche y corría hacia la casa, donde esperaba Tomás Julieta baja del auto junto con todos los demás y antes de que pudiera responder, sintió los brazos de Vic envolviéndola en un abrazo apretado. Stefan, con su habitual calma, salió después, caminando con paso firme y una sonrisa suave, pero llena de calidez. —Por fin la consentida ha decidido dejarnos verla —bromeó Stefan, mientras se acercaba para su propio abrazo. Desde que había subido al auto no había dejado de abrazar a sus padres, era justo que ahora sus hermanos tuvieran un poco de su atención. Julieta se rió, pero no pudo evitar sentirse un poco nostálgica. Esos cinco años parecían haber volado, pero al mismo tiempo, le pesaban. Su relación con sus hermanos siempre había sido fuerte, pero la distancia había creado un vacío que no sabía cómo llenar de nuevo. —¡No puedo creer que sigas siendo la misma, pequeñaja
84 Max no había perdido el tiempo. Apenas recibió la información, se dirigió al lugar. La casa era moderna, grande y hermosa, muy distinta a lo que él hubiera imaginado para Julieta. Cuando llegó, la vio desde la distancia acompañada de un hombre con el cabello tan oscuro como el de ella, alto de unos treinta años. Su corazón latía con fuerza, tanto que sintió que explotaría en cualquier momento. Julieta parecía diferente. Más tranquila, pero también más cansada, con bolsas oscuras bajo sus ojos visibles aún desde lejos se podía ver. Estaba por acercarse a ella, cuando el teléfono de Julieta sonó. —Un momento… —susurró ella a su acompañante, tomando su móvil. Max observó desde la distancia cómo su expresión cambiaba de golpe. El rostro de Julieta se volvió pálido mientras leía la alerta en su pantalla. Era una noticia. "Liliane Williams, esperando su primer hijo con el magnate Maximiliano Hawks", decía el encabezado
85Cuando todos se fueron de su casa Max se desinfló como un globo, su fuerza fue pura apariencia; hoy había logrado ponerse un traje, pero no se había afeitado nada y se veía como un indigente con traje.Julieta había visto la noticia, no tenía pruebas solo un frío presentimiento de que ya había visto la noticia y ella a lo mejor no creería su versión.—¿De verdad vas a demandar? —cuestiona Marcelo, curioso.—No lo sé, solo siento que ese hijo no es mío —admite Max— no recuerdo nada de esa noche, aún así no me veo acostándome con cualquier mujer.—Siempre has sido selectivo con ese tema —murmura Marcelo en acuerdo— puedo investigar su vida, si así lo quieres.—Sí, quiero llegar al fondo de todo —se frota la frente, sintiendo muy cansado y con ganas de dormir.—¿Tus pastillas? —pregunta Marcelo.—Ya las tomé —le recuerda Max— solo necesito… descansar.—No me dijiste como te fue con Julieta —le dijo, mientras caminaba detrás de él, esperando que no se cayera o desmayara.—No p
86El comedor, que momentos antes había estado lleno de risas y conversaciones triviales, quedó en absoluto silencio cuando Julieta finalmente reunió el valor para soltar la noticia que llevaba guardando en su pecho durante semanas.—Estoy embarazada —repite de nuevo, su voz apenas más alta que un susurro, pero lo suficientemente clara para que todos la escucharan. Ya había perdido toda la valentía que había reunido.El choque fue instantáneo. La madre de Julieta, con los ojos abiertos de par en par, dejó caer su cuchillo al plato, el estruendo metálico resonando en la silenciosa mesa. Vic, el hermano del medio, frunció el ceño, incrédulo, mientras Stefan, el mayor, se enderezaba en su silla, claramente en estado de shock. Pero fue el conde Beaumont, su padre, quien se puso de pie bruscamente, derribando su silla al hacerlo.—¿Qué has dicho? —gruñó, con una furia contenida, sus ojos ardiendo de ira—. ¿De quién es ese hijo, Juliette? ¡Dime su nombre ahora mismo!Julieta, con el cor
87Max no quería asistir a sus quimio. Pero si terminaba estás últimas sesiones lo operarían para hacerle una búsqueda… a veces el cáncer de escondía en lugares insospechados pasando desapercibido y la doctora Thorne no quería fallar en nada. Max estaba sentado en la silla de hospital, rodeado de una atmósfera estéril y fría. El goteo constante del suero de quimioterapia era el único sonido que rompía el silencio. Su cuerpo se sentía cansado y pesado, sentía el veneno recorriendo sus venas, luchando para destruir las células malas que lo consumían por dentro.—¿Cómo vamos, Max? —pregunta la enfermera con una sonrisa en su rostro.—Lo mejor que se pueda estar con un monstruo comiéndote de adentro hacia afuera —su respuesta fue seca.La enfermera no perdió su sonrisa, sabía que las quimioterapia ponían a los pacientes de mal humor, pero solo era su enfermedad hablando y ella no se lo tomaba en serio.Una parte muy pequeña de Max le agradecía a mujer mayor por no perder la pacienci
88El hospital estaba casi en penumbras cuando Max abrió los ojos, su cuerpo pesado, agotado por la quimioterapia que acababa de recibir. El veneno seguía corriendo por sus venas, debilitándolo más con cada segundo, pero su mente no dejaba de pensar en una cosa: Julieta.Había escuchado, a través de sus fuentes, que Julieta estaba llevó a cabo la gran organización de su cena de ensayo, un evento que marcaría su presentación formal ante la sociedad como la prometida de Callum Rutland. El solo pensamiento de verla al lado de otro hombre, caminando hacia un futuro que no lo incluía, le producía un dolor más profundo que el causado por cualquier tratamiento.—¿Algún día nos vamos a casar? —escuchaba la voz de Julieta como si estuviera a su lado.—Siempre con el mismo tema, Jules —le respondía el viejo Max, rudamente.No quería ilusionarla más de lo que ya estaba, vivir con él no iba a ser fácil, y aunque ella merecía algo mejor él todavía no tenía fuerzas para dejarla ir.—Lo sé, es
89Julieta estaba radiante, hablando con su familia, su rostro iluminado por una sonrisa que parecía no pertenecer a la mujer que él había amado.—¡La fiesta es todo un éxito! —celebró su madre.—Gracias a ti, mamá —alaba Julieta.—Te quedó todo de lujo, madre —dijo Vic, el más embaucador de los tres hermanos.—Tonterías, Jules —dijo con una risita su madre— y tú, deja de andar endulzándome el oído, ya sé qué quieres algo.Vic levanta las manos aparentando inocencia y cuando ve a una chica hermosa, se aleja con una sonrisa coqueta.—Todo quedó maravilloso, señora Beaumont —confirma Callum.—Gracias, Callum —contesta la madre de Julieta, antes de marcharse porque su esposo, el conde la llamaban.—Debo ir al aseo —Julieta le dijo a Callum al oído —ya vuelvo.—¿Te acompaño? —pregunta Callum, mirándola preocupado— has ido mucho al baño.—Es un… efecto secundario —hace una mueca y muerde su labio apenada— ya sabes.Callum capta lo que quiere decir y asiente.—Bien te espero aqu