79Maximiliano había pensado mucho en invitar a Julieta para su operación, contarle su situación, pero era un cobarde y no se animaba. Dejó pasar una semana más antes de decidirse a decirle la verdad.Estaba preparado para salir cuando Liliane apareció en su puerta.—Señor, su prometida quiere verlo y dice que no se irá hasta que usted la atienda —le informó uno de sus guardias, visiblemente incómodo.—Déjala entrar —resopló Max, resignado.“Sino seguirá jodiendo mi vida” piensa Maximiliano.Había estado evitando exitosamente a su familia y a su supuesta prometida. Max se negaba a tener cualquier contacto con ellos. No quería saber nada de nadie y se estaba convirtiendo en un ermitaño amargado.Esperó en la entrada para que Liliane no se adentrara más de lo necesario en su casa. No la quería cerca de su espacio personal.—¿Qué quieres? —preguntó Max, en cuanto vio su cabello blanco asomándose por la puerta.Todavía no entendía porque se dejó engatusar por su madre para mandar
80Julieta quería seguir adelante con su vida, y lo primero era ponerla en orden. Sus padres llegarían en pocos días, y a Tomás le pareció una buena idea recibirlos en un espacio más grande y cómodo, uno en el que no sintieran que su hija era una fracasada. El cambio de casa le daba cierta tranquilidad. Siendo la menor de la familia, siempre había sido muy consentida, pero siempre con los pies en la tierra. Ahora, con un bebé en camino, sabía que debía hacer las cosas bien, aunque la inseguridad la rondaba constantemente.—¿Te gusta tu nueva casa, Shadow? —le preguntó a su gato, que ronroneaba junto a sus piernas.El gatito ya estaba cada vez más grande, y Julieta lo adoraba. Había mandado hacerle todas las pruebas veterinarias posibles y se sentía tranquila al saber que era un gato sano. Se había vuelto un poco loca comprándole todo lo que necesitaba: una cama cómoda, varios juguetes, un rascador y hasta ropita coqueta, aunque Shadow no parecía tan emocionado como ella.—Es un ga
81 Mientras Jonathan trabajaba meticulosamente en lo que sabía hacer, Callum caminaba de un lado a otro en la sala de juntas, con la conversación reciente con Isabel aún fresca en su mente. Sabía que la había dejado confundida. “Demasiado brusco, quizás” pensó fugazmente, pero enseguida descartó cualquier atisbo de culpa. No podía permitirse distracciones, no en ese momento. Había prometido a Julieta que la boda seguiría adelante, y no sería justo arrastrar a Isabel a una vida caótica. Las palabras de Gunter seguían resonando en su mente, haciéndole sentir aún más presión. Isabel no merecía ser una amante, y Julieta mucho menos. Por otro lado, Isabel bajó lentamente el teléfono después de la abrupta despedida de Callum. Todavía estaba sorprendida por la forma en que él había terminado la conversación. Se quedó mirando la pantalla apagada, sin saber si había hecho algo mal. —No, esto es lo mejor —se dijo a sí misma mientras se enderezaba en la cama del hospital, intentando co
82Maximiliano regresó a su solitaria casa sintiéndose vacío y muy cansado. El eco de su desesperación aún resonaba en su cabeza mientras las luces tenues del salón apenas lograban mitigar la frialdad de su hogar.—No puedes salir así del hospital y menos solo —le regañó Marcelo, claramente preocupado mientras lo ayudaba a quitarse la chaqueta. Había salido corriendo al hospital cuando Anthony le avisó de la fuga de Max, y no pudo evitar sentirse aliviado de encontrarlo más o menos entero.Marcelo no entendía cómo es que esa mujer, Liliane Williams se hacía llamar su prometida, si ni siquiera podía quedarse con él en el hospital.—Necesitaba verla… —Max murmuró, las palabras escapando de sus labios con el peso de la frustración— y se fue… Marcelo, se fue.Max se detuvo de golpe, apretando los puños con fuerza. Las palabras de la anciana que le había dicho que Julieta se había mudado aún lo atormentaban. “Se fue sin dejar dirección”, le había dicho con una sonrisa lánguida, y Max
83 —¡Juliette, está casa es increíble! —gritó Vic, el del medio, mientras prácticamente saltaba del coche y corría hacia la casa, donde esperaba Tomás Julieta baja del auto junto con todos los demás y antes de que pudiera responder, sintió los brazos de Vic envolviéndola en un abrazo apretado. Stefan, con su habitual calma, salió después, caminando con paso firme y una sonrisa suave, pero llena de calidez. —Por fin la consentida ha decidido dejarnos verla —bromeó Stefan, mientras se acercaba para su propio abrazo. Desde que había subido al auto no había dejado de abrazar a sus padres, era justo que ahora sus hermanos tuvieran un poco de su atención. Julieta se rió, pero no pudo evitar sentirse un poco nostálgica. Esos cinco años parecían haber volado, pero al mismo tiempo, le pesaban. Su relación con sus hermanos siempre había sido fuerte, pero la distancia había creado un vacío que no sabía cómo llenar de nuevo. —¡No puedo creer que sigas siendo la misma, pequeñaja
84 Max no había perdido el tiempo. Apenas recibió la información, se dirigió al lugar. La casa era moderna, grande y hermosa, muy distinta a lo que él hubiera imaginado para Julieta. Cuando llegó, la vio desde la distancia acompañada de un hombre con el cabello tan oscuro como el de ella, alto de unos treinta años. Su corazón latía con fuerza, tanto que sintió que explotaría en cualquier momento. Julieta parecía diferente. Más tranquila, pero también más cansada, con bolsas oscuras bajo sus ojos visibles aún desde lejos se podía ver. Estaba por acercarse a ella, cuando el teléfono de Julieta sonó. —Un momento… —susurró ella a su acompañante, tomando su móvil. Max observó desde la distancia cómo su expresión cambiaba de golpe. El rostro de Julieta se volvió pálido mientras leía la alerta en su pantalla. Era una noticia. "Liliane Williams, esperando su primer hijo con el magnate Maximiliano Hawks", decía el encabezado
85Cuando todos se fueron de su casa Max se desinfló como un globo, su fuerza fue pura apariencia; hoy había logrado ponerse un traje, pero no se había afeitado nada y se veía como un indigente con traje.Julieta había visto la noticia, no tenía pruebas solo un frío presentimiento de que ya había visto la noticia y ella a lo mejor no creería su versión.—¿De verdad vas a demandar? —cuestiona Marcelo, curioso.—No lo sé, solo siento que ese hijo no es mío —admite Max— no recuerdo nada de esa noche, aún así no me veo acostándome con cualquier mujer.—Siempre has sido selectivo con ese tema —murmura Marcelo en acuerdo— puedo investigar su vida, si así lo quieres.—Sí, quiero llegar al fondo de todo —se frota la frente, sintiendo muy cansado y con ganas de dormir.—¿Tus pastillas? —pregunta Marcelo.—Ya las tomé —le recuerda Max— solo necesito… descansar.—No me dijiste como te fue con Julieta —le dijo, mientras caminaba detrás de él, esperando que no se cayera o desmayara.—No p
86El comedor, que momentos antes había estado lleno de risas y conversaciones triviales, quedó en absoluto silencio cuando Julieta finalmente reunió el valor para soltar la noticia que llevaba guardando en su pecho durante semanas.—Estoy embarazada —repite de nuevo, su voz apenas más alta que un susurro, pero lo suficientemente clara para que todos la escucharan. Ya había perdido toda la valentía que había reunido.El choque fue instantáneo. La madre de Julieta, con los ojos abiertos de par en par, dejó caer su cuchillo al plato, el estruendo metálico resonando en la silenciosa mesa. Vic, el hermano del medio, frunció el ceño, incrédulo, mientras Stefan, el mayor, se enderezaba en su silla, claramente en estado de shock. Pero fue el conde Beaumont, su padre, quien se puso de pie bruscamente, derribando su silla al hacerlo.—¿Qué has dicho? —gruñó, con una furia contenida, sus ojos ardiendo de ira—. ¿De quién es ese hijo, Juliette? ¡Dime su nombre ahora mismo!Julieta, con el cor