278. Carcajada espontánea

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Julieta intentó recuperar la compostura, aún sentada en la cama con el rostro encendido de vergüenza. Se envolvió la manta que Max le había pasado alrededor del cuerpo, mirándolo con una mezcla de reproche y timidez.

—¿De qué te ríes? Esto no es gracioso. —Su voz era suave, pero cargada de frustración.

Max se inclinó hacia ella, apoyando los codos sobre sus rodillas, todavía sonriendo con ese aire desenfadado que a veces la sacaba de quicio y, al mismo tiempo, la desarmaba por completo.

—Es gracioso porque estás hermosa incluso cuando estás enfadada.

Ella lo miró con incredulidad y un toque de indignación.

—¡Maximiliano! ¡Marcelo nos vio! ¿Sabes lo incómodo que va a ser para mí ahora? —Julieta estaba abochornada.

Él se acercó un poco más, colocando una mano en su mejilla con cuidado, como si temiera que pudiera escapar.

—Julieta, Marcelo no importa. Nadie importa, excepto tú y yo. —Sus palabras eran firmes, y su mirada intensa parecía perforarla.

Julieta sintió cómo
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