111Se levantó de la silla con movimientos lentos, todavía asimilando la noticia.—Está bien —dijo en voz baja, incapaz de sostenerle la mirada por más tiempo—. Iré a prepararme.Julieta no respondió, solo lo observó marcharse con paso cansado hacia su habitación. Cuando él desapareció por el pasillo, ella soltó un suspiro largo y profundo. No había sido fácil tomar esta decisión, y aunque el dolor seguía presente en su corazón, sabía que no podía quedarse de brazos cruzados. No podía dejar que Max se desvaneciera así.Dos horas más tarde, como Julieta lo había planeado ambos estaban sentados en el coche rumbo al aeropuerto. El equipaje estaba cargado, y la distancia entre ellos, aunque física, ya no parecía tan insalvable. Julieta miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos, mientras Max la observaba de reojo, notando cómo su perfil reflejaba una mezcla de determinación y agotamiento.Maximiliano, por primera vez en mucho tiempo, sintió una chispa de esperanza encenderse
112Luego de un viaje largo llegaron a darse un baño en el hotel, tenían una suite con dos habitaciones y luego irían a ver casas, tenían que quedarse meses en Ginebra a causa del tratamiento. Así que había que pensar a largo plazo.—Te ves algo pálida —le dijo Max siempre observador.—Estoy un poco mareada, me voy a recostar un poco antes de poder ingerir algo —le contesta Julieta, con una sonrisa temblorosa tratando de no preocuparlo.—Descansa, luego pedimos servicio a la habitación. No creo que sea bueno que salgas así y necesitas descanso en tu condición —aconseja Max.Había decidido a informarse más del embarazo de Julieta, pero no quería abrumarla con sus preguntas.—Sí, gracias —se da media vuelta y entra en su habitación.Julieta jamás pensó que estaría en este tipo de situaciones con Maximiliano Hawks, pero no se arrepentía de ayudarlo. Al día siguiente Julieta y Maximiliano entraron al consultorio, el aire de Ginebra era fresco, casi frío, pero había algo reconforta
113Comenzaron el día muy temprano para los exámenes de Maximiliano, Julieta había salido a comprar el desayuno para ambos y comieron en silencio, al mediodía le tocaba a Julieta su revisión y fiel a su palabra Maximiliano dejó unos exámenes para el día siguiente y poder estar con Julieta y el bebé. No quería perderse nada.—¿Tienes hambre? —pregunta Max— creo que deberíamos empezar a traer aperitivos.—Estoy bien, si tengo hambre te aviso —suelta una risita nerviosa. Nunca había tenido la atención de Maximiliano de esta manera— vi una casa en internet que me gustó, hice cita para verla mañana.—Bien, también creo que debemos comprar un auto. Es más fácil moverse —le comenta Max— y si el bebé nace aquí es mejor estar preparados ¿Quieres arreglarle un cuarto o quieres dormir con el bebé? Leí que es recomendable que duerma contigo y es más fácil para ti en las noches —cuando Max se dio cuenta lo que decía sus mejillas adoptaron un color carmesí y rápidamente miró a otro lado.“La ve
114Julieta recién estrenaba casa cuando Tomás llegó a su puerta, aún no habían comprado los muebles de todas las habitaciones, pero y tenían dos habitaciones listas que eran las que usaban Max y ella. Pero eso no le impidió sentir alegría cuando vio su mejor amigo y un hombre de cabello castaño rojizo y ojos marrones claros fríos.—¡Sorpresa! —grita Tomás de alegría.—Santo bacalao, ¡estás vivo! —Exclama Julieta lanzándose en sus brazos— no vuelvas a asustarme de esa manera.La mirada de Fabricio se suaviza al notar lo preocupada que estaba la chica por Tomás.—Lo siento, necesitaba… tiempo —trata de explicar Tomás.—No hace falta que te expliques lo sé… eso no deja que de igual manera me preocupe —le dijo en tono de regaño, y habían lágrimas en sus ojos.¡Estúpidas hormonas del embarazo!—No llores, Juls —Tom la abraza de inmediato y ella se siente tranquila una vez que su amigo acaricia su espalda.—Pero pasen, pasen… estoy siendo grosera al dejarlos afuera —aspira un poc
115 Tomás y Fabricio regresaron la noche siguiente para cenar con ambos y Max estaba callado, pero ya no era hostil. Trató de entablar una conversación trivial y Fabricio le dejó, no así con Tomás, que estaba más reticente de dejarlo entrar en su círculo privado luego de su comportamiento con Julieta todos estos años. Entendía y respetaba a Julieta por hacer esto por Max, pero no veía porque vivir aquí con él cuando pudo regresar a Nueva York con él o a Londres con sus padres. En un momento en que Julieta se disculpó para ir al baño, Maximiliano se sinceró con ambos.—Lo siento… sé que me he comportado como un idiota —Max traga saliva nervioso— puede que no la merezca, de hecho, sé que no, pero sé que es mía y la amo y la voy a recuperar a ella y criaremos nuestro hijo juntos.—Si ella te acepta no tengo nada que decir, hazla llorar y conocerás el infierno —advierte Tomás, señalándolo con el índice en una clara amenaza— ya basta de que llore por ti, me la llevaré lejos y haré que
116Julieta miraba a Isabel con desdén mientras ella la ignoraba deliberadamente.—¿Qué haces aquí? —cuestiona Max, cambiando su semblante relajado por uno más frío y cruel al ver a su “prometida”La mujer tiene la realidad alterada, eso era seguro.—Maximiliano —dijo, ignorando por completo la presencia de Julieta—. Me alegra verte bien. Vine a Ginebra para estar a tu lado, como siempre prometí que lo haría. Tranquilo he retrasado la boda por ti enfermedad, pero en cuanto te sientas bien podemos proceder con todo —la alegría que trataba de hacer ver nada tenía que ver con sus ojos llenos de desprecio por la pareja.Ella no iba a ser públicamente humillada por esos dos idiotas, “Maximiliano Hawks se casara conmigo así se lo ultimo que haga.” Pensó la mujer enojada.Julieta sintió cómo su corazón se aceleraba. Aunque sabía que Max nunca sintió nada por Liliane, la idea de que ella estuviera allí, buscando ocupar un lugar que claramente no le pertenecía, la llenaba de incertidumbr
117La mañana en la ciudad era fría y nublada. Isabel, acostumbrada a la quietud en el ambiente que la relación con Callum le brindaba y se estaba viendo eclipsado por su trabajo, no sabía si sus padres tenían algo que ver con eso, pero le preocupaba, él siempre lo minimizaba y le regalaba una sonrisa que no llegaba a sus ojos cansados y eso le dolía porque no se apoyaba en ella tanto como él le pedía lo mismo.A Isabel le pesaba no poder ayudar más a Callum, él mismo la estaba dejando fuera. Isabel había tenido miedo de acertar en su sospecha así que aun no iba al médico.Esa tarde había ido a recoger el correo y lo seleccionó como siempre hacía. Casi trabajaba en casa porque su jefe no estaba y tenía un horario flexible que podía manejar desde casa mientras él se curaba con Julieta en ginebra y a ella eso le hacía muy feliz. No había perdido la comunicación con su amiga y luego de lo que Julieta hizo, eso simplemente las unió más, Isabel sentía una profunda fidelidad por Julieta Bea
118El tiempo pasó de una forma extraña en Ginebra. Los días se alargaban, pero al mismo tiempo, las semanas parecían desvanecerse en un suspiro. Cada mañana comenzaba igual: Max tomaba su medicación, y Julieta despertaba con el leve movimiento de su bebé dentro de ella. Ambos habían caído en una rutina donde los pequeños momentos lo eran todo.Maximiliano había comenzado a leer todo lo que podía sobre ser padre. Los libros se apilaban a su lado, y aunque a veces se le veía agotado por el tratamiento experimental, su emoción era evidente cada vez que compartía algún nuevo dato con Julieta.—¿Sabías que los bebés pueden escuchar desde el vientre a partir de la semana 24? —le decía con una sonrisa, su voz aún ronca por las náuseas que lo atacaban por las mañanas.Julieta se reía suavemente, apoyada en el sofá junto a él, con una mano acariciando su creciente pancita.—Entonces es oficial, a partir de ahora vas a leerle los libros en voz alta —bromeaba, mientras Max la miraba con una mez