C3- LA ELEGIDA.
POV LIONA.
Subir las escaleras hacia la habitación del Alfa era un suplicio. Sentía como si cada escalón estuviera hecho de plomo, y mis piernas apenas respondían. Nunca lo había visto de cerca. Mi trabajo era preparar la comida, nada más. Eran las otras sirvientas quienes llevaban las bandejas hasta su habitación. ¿Por qué tenía que ser yo esta vez?
Mi corazón latía con tanta fuerza que temía que se escuchara incluso desde el otro lado de la puerta. Cuando llegué frente a ella, mis manos temblaban tanto que la bandeja se tambaleaba peligrosamente. Cerré los ojos y respiré hondo. «Solo deja la comida y te vas, Liona. ¿Qué puede pasar? Quizá esté con una loba y ni siquiera te mire» me repetí, recordando las palabras de mi amiga.
Cuando llegué, giré el pomo de la puerta y la abrí, intentando no pensar demasiado. Pero cuando mis ojos se enfocaron en lo que había dentro, todo mi plan se desmoronó.
Lo primero que vi fue su espalda.
Ancha, masculina, musculosa… llena de cicatrices que parecían mapas de batallas que no quería imaginar. Tragué saliva, sintiendo cómo el aire abandonaba mis pulmones.
«Cálmate, respira. Haz tu trabajo y te vas» me dije, pero mis piernas apenas respondían. Aun así, di un paso. Luego otro. Mis ojos seguían fijos en él, en esa figura imponente que parecía ignorar completamente mi presencia.
Con pasos lentos y cuidadosos, me acerqué a la mesa.
―S-señor… ―balbuceé, mas nerviosa que nunca ―Aquí está lo… lo que pidió.
Mi plan era claro: dejar la bandeja y salir corriendo. Pero cuando estaba a punto de girar el pomo de la puerta para escapar, su voz me detuvo.
—¿A dónde crees que vas?
Me congelé en el acto.
Tragué saliva con dificultad, sintiendo cómo mi corazón retumbaba con más fuerza que nunca. Y antes de que pudiera siquiera girarme, sentí sus manos ásperas sobre mis hombros. Mi cuerpo entero se tensó, y el aire se volvió irrespirable. Sentí cómo el calor subía por mi cuello y mis pensamientos se desordenaban. Mi cuerpo entero se tensó, pero mi mente gritaba que debía alejarme, que esto no estaba bien.
―Y-yo… ya me iba, señor ―murmuré con un hilo de voz, intentando dar un paso hacia adelante, hacia la puerta. Pero su agarre era firme, inamovible. No solo no me soltó, sino que me atrajo hacia él con una facilidad que me dejó sin aliento.
De repente, su rostro estaba tan cerca que podía sentir su respiración contra mi piel. Bajó su nariz lentamente hasta mi cuello y aspiró profundamente, como si quisiera memorizar mi aroma.
―Se-señor… ¿qué está haciendo? ―logré preguntar.
No respondió.
En lugar de eso, me giró con brusquedad, presionándome contra la puerta. Su fuerza era abrumadora, pero no dolorosa. Sentí su peso, su calor, y cuando levanté la mirada hacia él, perdí la capacidad de hablar.
Era hermoso.
Terriblemente hermoso.
Sus ojos dorados brillaban como si contuvieran fuego líquido, y su rostro, duro y masculino, estaba tan cerca que podía ver cada detalle. Su cabello negro caía desordenado sobre su frente, dándole un aire salvaje, peligroso. Algo se tensó dentro de mí, como si un enjambre de mariposas hubiera despertado en mi estómago.
―¿Qué crees que estoy haciendo? ―preguntó, su voz baja y áspera, enviando un escalofrío por mi espalda.
No pude responder.
Me quedé mirándolo, atrapada en sus ojos, en su presencia. Él notó mi silencio y, para mi sorpresa, sonrió, una sonrisa que era tan peligrosa como encantadora.
―Hueles igual de bien que tu comida.
Y al escucharlo, mis ojos se abrieron de golpe. No era algo que esperaba oír de alguien como él, y menos dirigido a mí. Pero antes de que pudiera procesarlo, un destello de cordura me atravesó. Esto no estaba bien. Tenía que irme.
―Señor, yo… tengo que irme, tengo que… ―Intenté apartarme, pero su mano se movió rápidamente, deteniéndome.
―Te irás cuando yo lo diga ―ordenó, al mismo tiempo que sus manos bajaron lentamente desde mi barbilla hasta mi cuello. Su tacto era áspero, duro, pero no podía ignorar el calor que irradiaba. Podía sentir cómo su pulgar rozaba mi piel, justo donde mi pulso latía frenético, delatando mi estado.
Su mano seguía bajando lentamente por mi cuello, como si explorara cada centímetro de mi piel. Sentí cómo su pulgar rozaba el inicio de mi escote, y un escalofrío me recorrió de arriba abajo. Sus dedos rozaron el borde de mis senos, apenas un toque, pero suficiente para que mi respiración se volviera errática.
Tragué saliva, intentando recuperar el control de mi cuerpo, pero estaba perdida. «Diosa, ¿qué está pasando?», pensé, mi mente luchando por encontrar una salida, cualquier excusa para escapar de esa situación.
Negué con la cabeza, como si eso pudiera despejar el calor que se acumulaba en mi interior. Pero fue un acto de puro impulso lo que finalmente me hizo reaccionar. Me aparté de golpe, tropezando torpemente hacia atrás hasta chocar con la mesa. La bandeja cayó al suelo con un estruendo, y la comida se desparramó por todas partes.
―Yo… prepararé más, señor… voy a la cocina ―dije rápidamente, como excusa para irme y di un paso hacia la puerta.
Pero antes de que pudiera siquiera tocar el pomo, volvió a atraparme. Sus manos me detuvieron con firmeza, y esta vez no había escapatoria.
―No me interesa la comida, esclava ―dijo en un tono bajo y tan grave que parecía vibrar en el aire. Su mirada dorada ardía con una intensidad que me dejó helada. ―Desde un principio, el plato eras tú.
Mis ojos se abrieron de par en par, el miedo mezclándose con una confusión que no sabía cómo procesar.
―¿Q-qué?
No me dio tiempo a reaccionar. En un movimiento rápido y decidido, sus manos se posaron en mis caderas, pero luego descendieron hasta mis nalgas, levantándome con una facilidad que me dejó sin aliento.
―¡Señor, no…! ―intenté protestar, pero mi voz murió cuando comenzó a caminar hacia la cama, sosteniéndome como si no pesara nada.
Me dejó caer sobre el colchón, y mi cuerpo rebotó ligeramente por el impacto. Y antes de que pudiera incorporarme, ya estaba sobre mí, su sonrisa era peligrosa, masculina y cargada de una confianza que me desarmó por completo.
―Felicidades, esclava ―dijo, sus ojos brillando con lujuria ―Tú eres la elegida.
Mi corazón latía con tanta fuerza que pensé que podría explotar. No sabía si debía gritar, correr o… entregarme. Y esa última opción era lo que más me aterrorizaba.
C4-TE GUIARÉ, CONFIA EN MÍ.POV DARIUS.Mis ojos se clavaron en los de ella, observando cada reacción, cada pequeño movimiento que delataba su incredulidad. Su respiración era errática, y sus labios temblaban mientras sus ojos se abrían como platos.―¿Elegida? ―preguntó, su voz apenas un susurro cargado de confusión.Una sonrisa lenta y deliberada se dibujó en mi rostro mientras mis manos se movían hacia el borde de su vestido.―De todas las lobas de esta manada, tú eres la única con un gen lo suficientemente fuerte para mí ―respondí mientras comenzaba a desabotonar el tejido que cubría su cuerpo. Mi voz era baja, grave, cargada de una certeza que no admitía discusión. ―Eres la más adecuada.Ella negó con la cabeza, sus manos temblorosas intentaron detener las mías, pero no tenían fuerza suficiente.―No… no puede ser… yo no…Me incliné hacia ella y mis labios rozaron la curva de su cuello. Sentí cómo su cuerpo se tensaba bajo el mío, pero cuando dejé un beso lento y deliberado sobre s
C5-NUESTRO SECRETO.POV LIONA.Me desperté con un dolor sordo en todo el cuerpo, especialmente entre mis piernas. El aire de la habitación, cálido y cargado, me hizo parpadear hasta que mis ojos enfocaron el espacio a mi alrededor.No era mi cuarto.Las sábanas suaves y el aroma amaderado que impregnaba el ambiente me confirmaron lo que mi mente aún intentaba procesar: estaba en la habitación del Alfa.El recuerdo de la noche anterior me golpeó como una tormenta. Mis mejillas ardieron mientras mi mente revivía cada instante. Sus manos fuertes, su voz grave, su cuerpo reclamando el mío como si nunca hubiese sido mío para empezar. Sentí un estremecimiento que no supe si era de miedo o de emoción. Había sido mi primera vez... y él... él había dicho esas palabras."Tú eres la elegida."Mi corazón se aceleró al recordarlo. ¿Qué significaba eso exactamente? ¿Podría ser...? Por un instante, mi pecho se llenó de una esperanza absurda, casi infantil. ¿Me convertiría en su Luna? ¿En su compañer
C6- ¡VA A CASARSE!POV LIONA.Cada noche acudía a su habitación, y cada noche me decía a mí misma que no debía hacerlo. Pero al final siempre terminaba allí, entregándome a él. Al principio, mi cuerpo se resistía, aunque mi corazón lo deseaba. Con el tiempo, esa resistencia desapareció, y lo que comenzó como un acuerdo frío y calculado se transformó en algo que me consumía por completo.Darius ya no era solo el Alfa; era el hombre al que mi corazón había comenzado a pertenecer.Él también cambió conmigo.Las noches dejaron de ser un mero trámite para un objetivo y se convirtieron en algo más. Noches y días enteros de placer, de susurros que me hacían temblar, de caricias que me hacían olvidar quién era y cuál era mi lugar. Incluso comencé a escaparme en mis ratos libres para encontrarme con él en el arroyo del bosque. Allí, lejos de las miradas de la manada, me entregaba a un deseo que ya no podía controlar. Pero siempre, al final de cada mes, la misma pregunta rompía la magia:—¿Está
C7-EMBARAZADA.POV LIONA.Después de que Susan se fue, no podía quedarme quieta. Sentía que mi pecho iba a explotar con cada segundo que pasaba sin saber la verdad. Así que me escabullí hacia la cabaña de una de las sanadoras, fingiendo interés en los cachorros enfermos que estaban bajo su cuidado. Hablamos un rato, sobre cosas triviales, pero mi mente estaba en otra parte. Y cuando finalmente logré tomar una de las pruebas de embarazo, ni siquiera me sentí culpable. Necesitaba respuestas. La agonía de la duda me estaba matando.De vuelta en mi cuarto, con la puerta cerrada y las manos temblorosas, me enfrenté a ese pequeño objeto. La espera fue eterna, cada segundo parecía una hora. Y cuando finalmente vi el resultado, mi corazón dio un vuelco. Estaba embarazada.Me quedé paralizada. Era real. Una mezcla de emociones me invadió: alegría, miedo... y luego, como un puñal directo al pecho, dolor. No pude evitar recordar lo que Susan me había dicho. Quise reír, p
C8- ¿QUIÉN ES ELLA?POV DARIUS.—Felicidades, Alfa. Ella está embarazada. La diosa lo ha bendecido… ¡son trillizos!Las palabras del sanador flotaron en el aire, y por un momento no pude reaccionar. ―¿Trillizos? ―pregunte.El hombre asintió con una sonrisa de satisfacción, como si acabara de darme la mejor noticia del mundo. Y en cierto modo, lo era. Por fin iba a tener a mi ansiado heredero. No uno, sino tres. Tres cachorros. La diosa realmente me había bendecido.Mi mirada se desvió hacia Liona, que seguía dormida en la cama del sanador. Su rostro estaba pálido, pero tranquilo. Mi pecho se encendió al verla. No sabía si era orgullo, alivio o algo más profundo, pero no podía apartar los ojos de ella.Todo había comenzado horas antes, cuando estaba en mi despacho revisando unos papeles y ordené un poco de hidromiel para calmar mi mente. Una de las sirvientas llegó corriendo, con el rostro lleno de preocupación, diciendo que la cocinera se había desmayado en la cocina
C9-¿QUE ES LO QUE NO PUEDES DARME?POV DARIUS.—¿Quién es ella? —preguntó.Odiaba dar explicaciones. Siempre las había odiado. Pero con ella haría la excepción. Después de todo, sería la loba que criaría a mis cachorros. Me alejé de la cama, dejando a Liona descansar, y me volví hacia Serena. Su mirada estaba fija en mí, esperando algo que no pensaba darle.—La madre sustituta que elegí —dije, señalando a Liona con indiferencia.Los ojos de Serena se abrieron de par en par, escandalizados.—¡¿Tú qué?! Pero... ¡Soy tu Luna! ¿Cómo puedes dejar que otra mujer dé a luz a tu hijo? —Su voz era un grito ahogado, una mezcla de incredulidad y rabia como si yo hubiera faltado a mi promesa.Apreté los dientes, sintiendo el fastidio treparme por la espalda como una sombra pesada. Fin, mi lobo, gruñó con más desacuerdo que nunca. Si se lo permitiera, le arrancaría la cabeza a Serena en ese mismo instante. No soportaba tenerla cerca, y su olor, su presencia, solo empeoraban l
C10- SERÁN MIS HIJOS.POV LIONA.Abrí los ojos lentamente, dejando que la luz tenue de la habitación se filtrara en mi visión. Mi pecho aún latía con fuerza, no por el cansancio, sino por lo que había escuchado. Había estado despierta todo este tiempo, fingiendo descanso mientras las palabras de Darius y el sanador flotaban en el aire."Está embarazada", había dicho el sanador, y por un instante, mi corazón se llenó de algo que hacía mucho no sentía: esperanza. Había escuchado la emoción en la voz de Darius, una emoción que me hizo creer, aunque fuera por un segundo, que tal vez... solo tal vez... yo podría significar algo más para él.Pero entonces, esa palabra. Esa maldit@ palabra."Madre sustituta".Lo destruyó todo y el golpe fue tan fuerte que sentí que me arrancaban el aire del pecho. Claro, ¿qué más podía esperar? Para él, yo no era más que un recipiente, un medio para un fin. No era su compañera, no era su igual. Solo un cuerpo que podía darle hijos. Cerré los ojos con fuerza,
C11- BANQUETE REAL.Cuando me dieron el alta, lo único que quería era regresar a mi habitación. No era el lugar más cómodo del castillo, pero al menos era mío… o eso intentaba creer. Caminé por los pasillos despacio, sintiendo como si cada paso me hundiera más en un suelo invisible. El aire se sentía pesado, casi sofocante. Aunque intentaba distraerme, las palabras de Serena seguían dando vueltas en mi cabeza, como un eco que no podía apagar."Ellos serán mis hijos."Cerré los ojos un segundo, pero fue peor. La veía a ella, con esa sonrisa que me cortaba por dentro, sosteniendo a mis cachorros como si fueran suyos. Como si yo no existiera. Como si nunca hubiera importado. El dolor me desgarraba, pero me obligaba a mantenerme firme. Por ellos. Por mis bebés. Aunque la angustia me apretaba el pecho como una garra, intentaba convencerme de que podía soportarlo. Tenía que hacerlo. Pero en el fondo, sabía que no podía seguir así. Había aceptado un trato, sí… pero ahora no estaba segura de