C4-TE GUIARÉ, CONFIA EN MÍ.

C4-TE GUIARÉ, CONFIA EN MÍ.

POV DARIUS.

Mis ojos se clavaron en los de ella, observando cada reacción, cada pequeño movimiento que delataba su incredulidad. Su respiración era errática, y sus labios temblaban mientras sus ojos se abrían como platos.

―¿Elegida? ―preguntó, su voz apenas un susurro cargado de confusión.

Una sonrisa lenta y deliberada se dibujó en mi rostro mientras mis manos se movían hacia el borde de su vestido.

―De todas las lobas de esta manada, tú eres la única con un gen lo suficientemente fuerte para mí ―respondí mientras comenzaba a desabotonar el tejido que cubría su cuerpo. Mi voz era baja, grave, cargada de una certeza que no admitía discusión. ―Eres la más adecuada.

Ella negó con la cabeza, sus manos temblorosas intentaron detener las mías, pero no tenían fuerza suficiente.

―No… no puede ser… yo no…

Me incliné hacia ella y mis labios rozaron la curva de su cuello. Sentí cómo su cuerpo se tensaba bajo el mío, pero cuando dejé un beso lento y deliberado sobre su piel, un gemido suave escapó de su garganta. Y tuve que poner todo de mi parte para controlar mi naturaleza.

―Te he visto, Liona ―murmuré contra su cuello, disfrutando de la forma en que su cuerpo reaccionaba a cada palabra, a cada toque. ―Sé lo que sientes por mí. Ese pequeño secreto que has intentado esconder.

Ella se llenó de pánico, y pude ver cómo luchaba por procesar lo que acababa de escuchar.

―¿Cómo… cómo supo que…? ―tartamudea nerviosa.

Me aparté lo suficiente para mirarla directamente a los ojos. Y por un momento, dejé que la dureza en mi expresión se desvaneciera, mostrando algo más profundo, algo casi humano.

―¿Acaso no estás feliz de estar conmigo? Aquí. Ahora.

Pero ella estaba en shock, incapaz de responder, y aproveché ese instante para inclinarme y buscar su boca, la besé con lentitud, apenas un toque, pero suficiente para que su respiración se detuviera.

―No hay nada que escape de mí en esta manada, Liona. Y menos tú ―susurre antes de tomarla de nuevo en un beso profundo, lleno de pasión y ansias contenidas.

Al principio, sentí su resistencia, su duda.

Pero poco a poco, esa barrera comenzó a desmoronarse. Su cuerpo se relajó bajo el mío, y en un instante, ella se entregó a la sensación, respondiendo a mi beso con una intensidad que no esperaba.

Mis manos comenzaron a explorar su cuerpo, recorriendo cada curva con una mezcla de posesión y deseo. Su piel ardía bajo mi tacto, y en cuestión de segundos, el vestido que antes cubría su figura cayó al suelo, dejando al descubierto todo lo que había deseado durante tanto tiempo.

Me quité la túnica, dejando que mi cuerpo desnudo se exhibiera ante ella. Mi miembro estaba duro y ansioso, palpitando con cada latido de mi corazón. Liona me miró con una mezcla de deseo y timidez.

Nunca he estado con un hombre. No sé qué hacer ―susurra, temblorosa.

―No te preocupes. Te guiaré. Confía en mí.

Sonreí, acariciando su mejilla con la yema de mis dedos. Y luego baje hasta sus pechos, sintiendo la suavidad de su piel. Liona gimió suavemente, arqueando su espalda para recibir mis caricias.

Deje besos por su cuerpo, hasta tomar un pezón entre mis labios, chupándolo suavemente. Liona gimió, sus manos se aferraron a las sábanas, y su cuerpo se tensó. Continué mimando sus pechos, alternando entre besos y lamidas, hasta que sus gemidos se convirtieron en suplicas.

―Por favor, alfa.

Sonreí ante su suplica y me coloqué entre sus piernas, sintiendo su calor y humedad. Mi miembro rozó su entrada, y ella se tensó, anticipando la penetración.

―Relájate, dolerá un poco.

Con un movimiento suave, la tome, sintiendo su calor rodeándome. Liona gimió, entre el placer y dolor. Esperé un momento, permitiendo que su cuerpo se ajustara al mío. Y luego, comencé a moverme lentamente, entrando y saliendo de ella con delicadeza.

En poco tiempo Liona se habia entregado al placer, se movía debajo de mí, adaptándose a mi ritmo. Sus gemidos llenaban la habitación, una música celestial que alimentaba mi deseo. Así que aumente la velocidad, empujando más profundamente, sintiendo cómo su cuerpo respondía a cada embestida.

―¡Alfa!

exclamó Luna, sus uñas clavándose en mi espalda.

Mi lobo rugía dentro de mí, exigiendo marcar su territorio, reclamar a Liona como suya. Pero me detuve, recordándome que ella era solo era la elegida para darme un heredero.

Así que seguí y deje que nuestros cuerpos se fundieron en uno solo, y la tome con fuerza, marcando su cuerpo como mío. Pero solo en la cama, ella no iba a llevar en ninguna circunstancia mi marca.

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