C6- ¡VA A CASARSE!

C6- ¡VA A CASARSE!

POV LIONA.

Cada noche acudía a su habitación, y cada noche me decía a mí misma que no debía hacerlo. Pero al final siempre terminaba allí, entregándome a él. Al principio, mi cuerpo se resistía, aunque mi corazón lo deseaba. Con el tiempo, esa resistencia desapareció, y lo que comenzó como un acuerdo frío y calculado se transformó en algo que me consumía por completo.

Darius ya no era solo el Alfa; era el hombre al que mi corazón había comenzado a pertenecer.

Él también cambió conmigo.

Las noches dejaron de ser un mero trámite para un objetivo y se convirtieron en algo más. Noches y días enteros de placer, de susurros que me hacían temblar, de caricias que me hacían olvidar quién era y cuál era mi lugar. Incluso comencé a escaparme en mis ratos libres para encontrarme con él en el arroyo del bosque. Allí, lejos de las miradas de la manada, me entregaba a un deseo que ya no podía controlar. Pero siempre, al final de cada mes, la misma pregunta rompía la magia:

—¿Estás embarazada?

Y cada vez que respondía que no, veía cómo su expresión se endurecía. Su mandíbula se tensaba y sus ojos se volvían impenetrables. Y entonces, los encuentros se volvían más intensos, casi desesperados, como si quisiera arrancar de mí lo que mi cuerpo aún no podía darle. Por momentos, sentía que no era más que un recipiente para su descendencia. Pero luego recordaba esas palabras que una vez me había dicho en un momento de entrega: "Te amo."

Esas dos palabras estaban grabadas en mi corazón. Pero si me amaba, ¿por qué se comportaba así? ¿Por qué parecía tan distante cuando le daba una respuesta negativa? Esa pregunta me carcomía, pero nunca me atrevía a hacerla en voz alta.

Esa tarde, me encontré mirando mi vientre todavía plano. Sentí un nudo en el estómago, una mezcla de miedo y dolor. Habían pasado cuatro meses desde que comenzó nuestra relación secreta, y aún no había quedado embarazada.

¿Y si no podía darle un hijo? ¿Y si mi cuerpo no era suficiente para él? ¿Buscaría a otra? La sola idea me hizo apretar las manos contra mi regazo, tratando de calmar el temblor en mis dedos.

Miré el reloj en la pared.

Darius siempre llegaba a la hora acordada, pero ese día ya llevaba media hora de retraso. Mi corazón comenzó a latir más rápido.

«¿No vendrá?» murmuré para mí misma. «No. Quizás tiene mucho trabajo en el Consejo de Lobos.»

Últimamente, los pícaros habían estado atacando las tierras de la manada, y como Alfa, Darius debía velar por nuestra seguridad. Con eso en mente, me acosté, tratando de calmar mis pensamientos. Pero el sueño llegó antes de que pudiera convencerme de que todo estaba bien.

Cuando desperté, la luz del día ya se filtraba por las ventanas. Giré la cabeza hacia el otro lado de la cama, y mi estómago cayó al vacío al sentir las sábanas frías.

No había estado allí.

No había venido.

Una sensación de miedo y dolor se apoderó de mí, como si alguien hubiese arrancado algo dentro de mi pecho. Pero no podía permitirme pensar demasiado en eso.

Tenía que estar en la cocina antes de que llegara el jefe de cocina, Héctor.

Me levanté rápidamente, me vestí y salí de la habitación. Mientras caminaba por los pasillos, mi mente no dejaba de girar en torno a Darius. ¿Dónde estuvo? ¿Se quedó trabajando hasta tarde? ¿Por qué no vino? Las dudas me carcomían, y el peso de mi vientre vacío era una constante que no podía ignorar.

Iba tan sumida en mis pensamientos que no vi a la loba que venía frente a mí hasta que choqué con ella.

—¡Liona! —exclamó Susan, mi mejor amiga, con una sonrisa burlona—. ¿Qué te pasa? ¿No miras por dónde caminas?

—Lo siento... —murmuré, mi tono apenas disimulado por la preocupación que sentía.

Susan frunció el ceño y dio un paso hacia mí. Antes de que pudiera reaccionar, levantó la mano y me tocó la frente.

—¿Qué tienes? ¿Fiebre lunar? Estás como... decaída.

Negué rápidamente, intentando sonreír para tranquilizarla.

—No es nada, Susan. Estoy bien. Solo... no dormí mucho.

No pareció convencida, pero dejó caer el tema por un momento. Luego suspiró y cruzó los brazos.

—Además, ¿dónde has estado estos últimos meses? Casi no te veo, y faltaste varias veces a nuestras reuniones de recolección de bayas.

Sentí cómo mi cara palidecía. Y rápidamente busqué una excusa.

—He estado ocupada en la cocina. Ya sabes cómo es Héctor... no me deja ni respirar.

Susan suspiró y puso un brazo sobre mi hombro, riendo.

—Bien, olvídalo. De todos modos, tengo un gran chisme que contarte.

Intenté mostrar interés, pero mi mente seguía atrapada en Darius y su ausencia. Aun así, le sonreí, y eso fue suficiente para que Susan continuara.

—Pues... es sobre mi hermano —dijo.

Mi corazón se detuvo por un segundo. Sentí que el aire se atascaba en mis pulmones.

—¿T-tu hermano? —pregunté, tratando de sonar casual.

Susan asintió con una sonrisa radiante.

—¡Sí! Es que... ya encontró Luna. ¿No es genial? Mi hermano... ¡va a casarse!

El golpe fue tan fuerte que sentí como si alguien me hubiera arrancado el suelo bajo los pies. Mi estómago se contrajo, y el aire salió de mis pulmones como si me hubieran golpeado en el pecho.

—¿C-casarse...? —balbuceé, mi voz apenas un susurro.

Susan asintió emocionada, sin notar mi expresión.

—Sí. De hecho, anoche fue a buscarla. Llegará hoy mismo.

Sus palabras resonaron en mi cabeza como un eco interminable.

Anoche.

Él no había venido porque... estaba con ella.

Sentí que mi corazón se rompía en mil pedazos. ¿Cómo podía doler tanto? ¿Cómo podía seguir respirando cuando todo dentro de mí se estaba desmoronando? Y como si el destino quisiera jugarme una broma, las náuseas me asaltaron.

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