C2-MADRE SUSTITUTA.

C2-MADRE SUSTITUTA.

POV LIONA.

«Tres meses»

Esa palabra hizo que mis manos temblaran. Volví a cortar las zanahorias, intentando que Susan no notara el efecto de su comentario en mí. Pero era imposible. Mi pulso tembló y el filo del cuchillo resbaló peligrosamente cerca de mis dedos. No me sorprendería que terminara cercenándome uno.

―Pero su Luna... ¿acaso ya la Diosa…?

—Nop... —Susan hizo un movimiento negativo con su cabeza, restándole importancia—. No, su Luna todavía no ha aparecido. Pero si no tiene descendencia, los otros miembros de la familia y la línea de sucesión querrán derrocarlo. Ya sabes cómo es esto: subes al trono y ya debes pensar en hacer un sucesor. Más bien, mi hermano se ha tardado.

Su tono era despreocupado, como si no acabara de hundirme una daga en el corazón. Pero no podía culparla. Ni siquiera ella sabía mi secreto.

Susan tomó otro trozo de zanahoria y lo metió en su boca antes de continuar, como si estuviera hablando del clima.

—Pero eso no es lo verdaderamente importante.

Mi mandíbula se tensó. Dejé de cortar y la miré fijamente.

—¿Qué? —pregunté, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda—. ¿Hay más?

Susan alzó una ceja, como si le divirtiera mi reacción.

—Bueno, no está eligiendo a una Luna como tal, sino a una loba que le dé cachorros. Lo único que quiere es un heredero, nada más.

Mi mente se nubló.

—¿Estás diciendo que quiere una madre sustituta?

—¡Sí! Pero no se lo digas a nadie. —Susan bajó la voz y se inclinó un poco hacia mí—. Es más, están seleccionando a la loba más adecuada. Y... —Su sonrisa se tornó divertida, casi maliciosa— han tomado los genes de todas las lobas de la manada. ―alzó las cejas varias veces, sabiendo lo que eso implicaba ―Y eso… quiere decir que los tuyos también.

Mi respiración se detuvo.

El cuchillo resbaló de mis dedos y cayó en la olla con un estruendoso golpe. Susan soltó una risa ahogada al ver mi expresión.

Y entonces, hubo pasos.

Susan también los escuchó y su expresión se endureció al instante.

—Debo irme. Sabes que no pueden vernos juntas. —Se inclinó, depositó un beso en mi mejilla y desapareció antes de que el jefe de cocina entrara.

El lobo viejo, de cabello marrón y mirada severa, me observó. Su ceño fruncido cayó sobre las zanahorias sin terminar y la olla donde aún vibraba el cuchillo.

—¿Qué haces perdiendo el tiempo? —gruñó—. Si no terminas pronto, tendrás que asumir las consecuencias. ¡Date prisa!

No respondí.

No podía escucharlo.

Mi mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos imposibles.

«Por la Diosa...

¿Es posible que yo sea la elegida?

No. No. No.

Solo soy una esclava.

¿Cómo podría yo dar a luz al heredero del Alfa...?

Es imposible.

Imposible...

De repente, esa noche, mientras me preparaba para acostarme, escuché un golpe en la puerta.

«Por favor, Diosa, que no sea nuevamente Susan con sus ideas de escabullirnos hacia el pueblo...»

Pero cuando abrí la puerta, me encontré con uno de los centinelas del castillo.

—El Alfa ordena que prepares un plato especial para él —dijo seriamente.

Fruncí el ceño.

—¿A esta hora? Pero...

—¿Cuestionas las decisiones del Alfa, esclava? —gruñó el lobo, acercándose peligrosamente.

Negué al instante y retrocedí.

—No, no, no me atrevería. Solo dame un momento, voy a cambiarme.

Cerré la puerta y, minutos después, iba rumbo a la cocina detrás del centinela. Preparé un plato de carne de venado asado con hierbas mágicas y una guarnición de bayas lunares, un manjar digno de la nobleza lupina.

Cuando terminé, me informaron que debía entregarlo en la habitación del Alfa.

Mi corazón por poco escapó de mi pecho.

—¿En-en su habitación?

—¿Sí, estás sorda o qué? —gruñó el lobo, ya malhumorado.

—No, pero nunca...

—¡Cállate y no cuestiones! Ahora apúrate, él está esperando.

Tragué con dificultad, mi respiración atrapada en el pecho. Sin otra opción, me apresuré a obedecer y subí a los aposentos del Alfa Darius.

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