Kenneth.En el momento en que me di cuenta que ella no irĂa al restaurante, la desolaciĂłn me invadiĂł. La desesperaciĂłn me consumiĂł. Necesitaba decirle al menos gran parte de la verdad, pero con un mensaje no era suficiente para mĂ, por eso lleguĂ© a su departamento, y ahora, con ambos llorando mientras nos abrazamos, sĂ© que he hecho lo correcto.Volver a tenerla asĂ de cerca es como si mi desierto en plena sequĂa recibiera una pequeña descarga de agua del cielo; llenándome de esperanza.Termino de adentrarme con ella abrazada a mi pecho, pero antes de que caminemos al sofá, ella respira y se separa.—¿PodrĂas darme un momento?Asiento. No quiero abrumarla demasiado con todo esto. Aquella noche con su decisiĂłn de dejar todo por mĂ me comprobĂł que me amaba, y yo le rompĂ el corazĂłn, asĂ que sĂ© que no es fácil procesar todo esto.La veo irse hacia lo que parece ser el baño, pero tambiĂ©n me doy cuenta de que ella está vestida para salir. Y como este espacio es prácticamente abierto, puedo
Lauren.Me remuevo en la cama gracias a la alarma. Con todo el cuerpo pesado tras una madrugada acurrucada, intentando encontrar consuelo en mi propia decisiĂłn.Mientras comienzo con mi dĂa para ir a trabajar no dejo de pensar. Saber que todo lo que sufrĂ lo tuvo que sufrir Ă©l tambiĂ©n gracias al señor Sinclair, me deja devastada. Jamás podrĂ© entender el verdadero motivo detrás de su capricho en separarnos.Las palabras de Kenneth se repiten como un eco, fundiĂ©ndose en lo más profundo de mi corazĂłn. No me dejĂł porque no me querĂa, e incluso ahora está dispuesto a acabar con su tedioso compromiso porque tiene la esperanza de que volvamos.Y tengo que admitir que cuando le dije que eso no serĂa posible, realmente lo dudĂ©.Ya duchada y cambiada, me esfuerzo un poco más con el maquillaje para que no se note tanto mi rostro demacrado. Luego tomo el uber, haciendo parada primero en una tienda de comida rápida para mi desayuno, y entonces llamo a mi novio.—Hola bonita. ÂżCĂłmo amaneces?Suspir
Lauren Mitchell.Una vida tranquila, un empleo con buena paga, apoyar a mi madre, ahorrar para pagar mi carrera universitaria… Eso era todo lo que deseaba; pero hay cosas en la vida que pasan sin planearlas.Como un fuerte huracán que arrasa con la más estable de las estructuras, asĂ era Ă©l para mĂ. Destruyendo cada lĂnea que jamás le hubiese permitido si quiera ver a otros hombres; pisando mis terrenos sombrĂos, y apropiándose de ellos, para plantar fuertes árboles coloridos; con raĂces que ni siquiera su mismo huracán tenĂa la fuerza de arrancar.—Lauren, dime la hora.TomĂ© el telĂ©fono en mi bolsillo, y al verificar, suspirĂ©.—Solo diez minutos para que su familia llegue, señor Sinclair —avisĂ©, subiĂ©ndolo con cautela a su silla de ruedas—. ÂżQuĂ© va a pensar su familia cuando vea que es medio dĂa y ni siquiera ha desayunado?El señor Sinclair soltĂł una áspera risa mientras lo llevaba hacia el ascensor de su mansiĂłn para bajar a la primera planta.—No te echarán la culpa a ti, cariño.
Lauren.—He terminado, Lauren.Apenas escuchĂ© el grito del señor Sinclair en el baño, me levantĂ© de la cama rápidamente. Sin embargo, antes de que pudiera abrir la puerta, su nieto apareciĂł, inundando mis fosas nasales con su encantador perfume. Me dejĂł sorprendida su rapidez y la forma en que me vio, para decir:—De ahora en adelante yo me encargo de atenderlo en el baño, y cambiarlo.Quise abrir la boca para refutar, pero el moreno simplemente se adentrĂł, dejándome paralizada. Luego escuchĂ© al señor Sinclair preguntar por mĂ, y respirĂ© profundo.No iba a dejar que me dominara.Él no habĂa cumplido un jodido dĂa en la mansiĂłn y querĂa quitarme mi empleo. Mi sangre hervĂa cada que lo veĂa por allĂ, cazándome como una presa, receloso, como si yo quisiera hacerle algĂşn daño a su abuelo.ÂżAcaso era idiota? TenĂa muchas cosas para decirle.Me habĂa dado cuenta que frente a su abuelo, era cortes, amable, conmigo, pero cuando no, en tan solo pocas horas, me hablaba con ese tono demandante, u
Kenneth Sinclair.DespertĂ© muy temprano para salir a trotar. Me asegurĂ© de ir por el camino principal, evitando el atajo que de adolescente solĂa tomar, pues solĂa vivir en la mansiĂłn Sinclair con mis padres.Ya estaba lo suficientemente claro cuando llevaba medio kilĂłmetro recorrido. Mis airpoids reproducĂan mĂşsica de Artic Monkeys, que me hacĂa el camino ligero. Y pronto algunas mujeres que seguramente no tenĂa tiempo de ir al gimnasio por ser amas de casa, se unieron detrás de mĂ, por lo que trotĂ© hacia atrás para hacer saber que me gustarĂa ir a su ritmo. Y una vez que me encontrĂ© con ellas, las detallĂ©.Pude darme cuenta que tres de ellas eran madres, e incluso habĂa una adolescente de al menos quince años que deberĂa estar preparándose para la escuela.ConocĂa a una de esas tres mujeres del vecindario, asĂ que no tardĂ© en entablar conversaciĂłn a medias, intentando descifrar cuál de las tres tenĂa más problemas con su marido y asĂ poderla llevar a mi cama en el futuro.DebĂa ser
Lauren.La mirada del moreno no se apartaba de mĂ mientras Ăbamos en la limusina. El señor Sinclair estaba conversando de forma amena con su chofer de confianza, Dick, mientras su nieto fingĂa estar concentrado en su telĂ©fono, pero lo sentĂa, simplemente me estaba mirando.PodĂa darme cuenta que no me miraba porque tuviera interĂ©s en mĂ, sino porque intentaba hacerme sentir incomoda. Y estaba frustrada por mantener el control. De no ser el nieto de mi jefe lo habrĂa sacado por la ventana. Aunque sacar su enorme cuerpo serĂa difĂcil para mĂ.Me sentĂ nerviosa cuando se arrimĂł un poco al medio del largo asiento y se inclinĂł para hablar.—Abuelo, Âżde quĂ© amigos hablas? ÂżNuestros socios en Miami o tus amigos de la universidad?—Los de la universidad —respondiĂł, y luego mi jefe girĂł un poco la cabeza para verme desde su asiento—. Por cierto, cariño. ÂżA quĂ© no adivinas quiĂ©n me dijo Sebastian que irĂa?SentĂ mi estĂłmago revolverse.—No hace falta que me lo diga —respondĂ para rodar los ojos
Lauren.—¿Estás bien, Lauren?GirĂ© mi rostro hacia Christian para darle un asentimiento con una pequeña sonrisa. Antes se habĂa comportado como un idiota, pero me habĂa defendido, aunque no de la mejor manera posible; me sentĂa culpable porque Kenneth se hubiese sentido expuesto ante todos despuĂ©s de que lo estuvieran ignorando.Ya habĂa pasado dos horas de lo acontecido. Estábamos viendo algunos informes sobre las carreras de caballos pasadas, comĂamos algunos bocadillos, y me aseguraba cada media hora de tomar la tensiĂłn del señor Sinclair; porque habĂa notado que le afectĂł la acciĂłn de su nieto y la verdad es que su tensiĂłn habĂa subido un poco más de lo normal despuĂ©s de lo sucedido.Christian se mantuvo al margen despuĂ©s de preguntarme si estaba bien. AgradecĂ eso. Me concentrĂ© en conversar con Boris y su esposo Carter. Boris me dijo que realmente tenĂa mucha ropa de algunas pasarelas en su estudio, que jamás volverĂa a usar en sus modelos, y que estarĂa encantado de dármelas, ase
Kenneth.Sasha estaba ocupada con mi polla mientras yo me encargaba de darle placer con la lengua a la pelinegra. Su coño bien afeitado ascendĂa y descendĂa por toda mi cara como una demente. Con una mano motivaba a la rubia a seguir en los suyo mientras con la otra sostenĂa la cadera de la pelinegra. No era mi primer trĂo y estaba seguro que no serĂa el Ăşltimo.Cassandra, la pelinegra, era una muy buena conocida mĂa; bi, soltera, dispuesta a ir a donde yo le indicara siempre que tenĂa a otra dispuesta a la aventura.Mi mente estaba ocupada, invadida de pensamientos insanos en el sexo. Con la excitaciĂłn por las nubes al tenerlas a ambas para mĂ. JodĂ a cada una hasta el cansancio, dejando en la cama, el suelo y las paredes, un buen recordatorio de mi capacidad. PodĂa correrme rápido pero, en menos de un minuto estaba realmente listo para otra ronda y las mujeres siempre amaban eso.Tras despedirme de Sasha, asegurándole que tendrĂamos una cena, recordĂ© que esa misma noche tendrĂa una