Inicio / Romance / Por temor a amarte. / 4: Una simple sirvienta.
4: Una simple sirvienta.

Lauren.

La mirada del moreno no se apartaba de mí mientras íbamos en la limusina. El señor Sinclair estaba conversando de forma amena con su chofer de confianza, Dick, mientras su nieto fingía estar concentrado en su teléfono, pero lo sentía, simplemente me estaba mirando.

Podía darme cuenta que no me miraba porque tuviera interés en mí, sino porque intentaba hacerme sentir incomoda. Y estaba frustrada por mantener el control. De no ser el nieto de mi jefe lo habría sacado por la ventana. Aunque sacar su enorme cuerpo sería difícil para mí.

Me sentí nerviosa cuando se arrimó un poco al medio del largo asiento y se inclinó para hablar.

—Abuelo, ¿de qué amigos hablas? ¿Nuestros socios en Miami o tus amigos de la universidad?

—Los de la universidad —respondió, y luego mi jefe giró un poco la cabeza para verme desde su asiento—. Por cierto, cariño. ¿A qué no adivinas quién me dijo Sebastian que iría?

Sentí mi estómago revolverse.

—No hace falta que me lo diga —respondí para rodar los ojos.

Mi jefe soltó una pequeña risa mientras podía notar la confusión de su nieto por nuestra conversación.

—No temas, Lauren. Si ese hombre vuelve a molestarte de nuevo no dudes que pasaré mi silla por sus sucios pies.

Sonreí ampliamente, sintiéndome tan agradecida con mi jefe. La última vez que vimos a su amigo Sebastian, este llevó a su nieto mayor, Christian, un hombre realmente atractivo pero demasiado atrevido y confianzudo. Intentó jugar al listo conmigo. Al principio me tomó la pierna cuando estábamos almorzando, lo esquivé, pero la segunda vez su mano fue hasta mi muslo y simplemente tomé el tenedor que tenía en mi mano y lo enterré en su pierna, aunque no de forma profunda, para su suerte.

Sí. Fue un escándalo. Allí el señor William se dio cuenta que yo no era ninguna chica tímida que iba a dejarse dañar. Temí perder mi trabajo, pero solo recibí disculpas por parte del señor Sebastian, y, de hecho, unas flores y chocolates muy ricos por parte de Christian una semana después.

Eso había ocurrido dos años antes.

Me crucé de brazos, sintiendo el tenso aire todo el tiempo. El perfume del moreno me tenía mareada, era exquisito. No podía sacar de mi cabeza su imagen empotrando a Anika, mis sentidos perdiéndose hasta caer en excitación, mis labios vaginales goteando por querer ser tomada de esa forma, y luego… el arrepentimiento.

¿Cómo podía sentirme así por un hombre como él? Kenneth no conocía a Anika y la había envuelto tan fácilmente. Era todo un mujeriego, Maira tenía toda la razón. Y no podía perder mis pensamientos en alguien como él.

Llegamos a las afueras del Gulfstream Park, y suspiré al ver lo elegante y hermoso que era. Solo tenía pocas prendas para estas ocasiones y mi vestido era nuevo, así que me sentía bastante feliz por ello.

Quise ayudar al señor Sinclair pero Kenneth se hizo cargo de todo. Esta silla era electrónica así que no hacía falta que lo ayudara con ella; con solo su dedo mi jefe la hacía mover a todos lados, por lo que solo caminé detrás, teniendo en mi cartera las cosas necesarias para cualquier emergencia sobre él.

El ambiente estaba tranquilo. Estuvimos caminando al aire libre dentro de una especie de estructuras de castillo hasta entrar a las instalaciones. Casinos, restaurantes y zonas VIP, todo era mucho más elegante y sofisticado que las estructuras fuera.

Suspiré cuando vi a varios hombres de traje y otros de bermudas casuales reír de la forma en que solo los millonarios pueden hacerlo. Y pese a mi atuendo, sentí que se podía notar lo clase baja que era, pero no le hice mucha mente.

Era suficiente con la presencia de Kenneth a mi lado todo el tiempo. Había insistido en asistir y por supuesto su abuelo no se negó. Ahora tendría que lidiar con él y con…

—¡Familia Sinclair! —dijo la voz de Christian.

El hombre de cabello negro bien peinado, con su aura de ricachón se acercó rápidamente con su abuelo. Parecían estar cortados con la misma tijera, al menos físicamente, idénticos.

Entonces en ese momento me pregunté por qué no encontraba ningún parecido físico entre los menores Sinclair con su padre Will, e incluso con su abuelo. Suponía que se parecían demasiado a la esposa de Will que no había tenido la oportunidad de conocer.

—Christian, tanto tiempo sin verte —saludó Kenneth.

Lo que faltaba. ¿Eran amigos? Respondí mi pregunta al ver que Christian solo le dio una pequeña sonrisa y se dirigió a mí. No eran amigos.

—Oh, Lauren, esperaba que vinieras. Hace mucho que no nos vemos.

Sonreí por educación, estrechando la mano de este y luego la de su abuelo, mientras me daba cuenta que ambos parecían ignorar a Kenneth. Por un momento, me sentí mal por el moreno al notar su incomodidad, pero luego pensé que tal vez era porque había hecho idioteces en el pasado.

Luego fuimos llevados a la zona VIP del casino. Y sonreí encantada por el espacio, oloroso a jazmín, con grandes pantallas y una mesa elegante con algunos bocadillos. Allí fui muy bien recibida por los otros tres amigos del señor William, que ya conocía de antes; Connor, un empresario de bienes raíces, Harrison, un hombre dedicado a la ganadería, y Boris, el que mejor me caía, un famoso diseñador de modas.

—Espero que no les moleste que haya invitado a mi esposo… ¡Carter! Ven que voy a presentarte a unos amigos de la universidad, cariño.

Sonreí cuando Carter apareció en la pequeña sala VIP con bebidas en mano. Era un hombre que fácilmente podía ser su nieto o hermano menor, pero mi sonrisa no se borró. Boris era el único que no ignoraba a Kenneth así que le presentó a su esposo, y luego, a mí.

—Mucho gusto, ¿señorita Sinclair? —dijo Carter al tomar mi mano.

—Oh no, no —quise hablar, pero fui interrumpida.

—¿Sinclair? —dijo Kenneth con desagrado, y luego soltó una risa burlona que me hizo sentir mal—. Ella no es una Sinclair. El apellido le queda grande. Es una simple sirvienta que el abuelo trae como un jodido pendiente.

Su comentario tocó con fuerza mi pecho, haciéndome sentir pequeña. Lo miré, con las mejillas calientes, dispuesta a no soportar que me humillara, pero entonces algo inesperado ocurrió.

—Eres muy machito para humillar a la chica eh —soltó Christian, señalando con su bebida en mano al moreno. Parecía bastante molesto por mí—. Ella puede ser una sirvienta, Kenneth. Pero podría ganarse el apellido Sinclair por todo lo que ha hecho por William estos años, cosas que tú no has hecho por cierto. Además, ¿por qué te molesta tanto? Después de todo tú tampoco llevas el Sinclair en la sangre. Eres solo un maaldito niño adoptado.

Tapé mi boca por la impresión mientras mis ojos no se apartaban del moreno, el cual comenzaba a caminar dispuesto a atacar a Christian.

—¡Ya basta! —gritó mi jefe, callando y deteniendo a todos. Sentía que podía cortar el ambiente con un cuchillo—. Kenneth sal de aquí, ahora. No me decepciones más. Ya es suficiente.

El ojimiel clavó sus ojos en mí, con furia, y sentí que el dolor me atravesaba por ello.

No sé por qué por un momento quise ir detrás de él. Pero alejé ese pensamiento rápido porque, él me odiaba, ya no me quedaban dudas.

¿Pero por qué me afectaba tanto?

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP