Lauren.
La mirada del moreno no se apartaba de mí mientras íbamos en la limusina. El señor Sinclair estaba conversando de forma amena con su chofer de confianza, Dick, mientras su nieto fingía estar concentrado en su teléfono, pero lo sentía, simplemente me estaba mirando.
Podía darme cuenta que no me miraba porque tuviera interés en mí, sino porque intentaba hacerme sentir incomoda. Y estaba frustrada por mantener el control. De no ser el nieto de mi jefe lo habría sacado por la ventana. Aunque sacar su enorme cuerpo sería difícil para mí.
Me sentí nerviosa cuando se arrimó un poco al medio del largo asiento y se inclinó para hablar.
—Abuelo, ¿de qué amigos hablas? ¿Nuestros socios en Miami o tus amigos de la universidad?
—Los de la universidad —respondió, y luego mi jefe giró un poco la cabeza para verme desde su asiento—. Por cierto, cariño. ¿A qué no adivinas quién me dijo Sebastian que iría?
Sentí mi estómago revolverse.
—No hace falta que me lo diga —respondí para rodar los ojos.
Mi jefe soltó una pequeña risa mientras podía notar la confusión de su nieto por nuestra conversación.
—No temas, Lauren. Si ese hombre vuelve a molestarte de nuevo no dudes que pasaré mi silla por sus sucios pies.
Sonreí ampliamente, sintiéndome tan agradecida con mi jefe. La última vez que vimos a su amigo Sebastian, este llevó a su nieto mayor, Christian, un hombre realmente atractivo pero demasiado atrevido y confianzudo. Intentó jugar al listo conmigo. Al principio me tomó la pierna cuando estábamos almorzando, lo esquivé, pero la segunda vez su mano fue hasta mi muslo y simplemente tomé el tenedor que tenía en mi mano y lo enterré en su pierna, aunque no de forma profunda, para su suerte.
Sí. Fue un escándalo. Allí el señor William se dio cuenta que yo no era ninguna chica tímida que iba a dejarse dañar. Temí perder mi trabajo, pero solo recibí disculpas por parte del señor Sebastian, y, de hecho, unas flores y chocolates muy ricos por parte de Christian una semana después.
Eso había ocurrido dos años antes.
Me crucé de brazos, sintiendo el tenso aire todo el tiempo. El perfume del moreno me tenía mareada, era exquisito. No podía sacar de mi cabeza su imagen empotrando a Anika, mis sentidos perdiéndose hasta caer en excitación, mis labios vaginales goteando por querer ser tomada de esa forma, y luego… el arrepentimiento.
¿Cómo podía sentirme así por un hombre como él? Kenneth no conocía a Anika y la había envuelto tan fácilmente. Era todo un mujeriego, Maira tenía toda la razón. Y no podía perder mis pensamientos en alguien como él.
Llegamos a las afueras del Gulfstream Park, y suspiré al ver lo elegante y hermoso que era. Solo tenía pocas prendas para estas ocasiones y mi vestido era nuevo, así que me sentía bastante feliz por ello.
Quise ayudar al señor Sinclair pero Kenneth se hizo cargo de todo. Esta silla era electrónica así que no hacía falta que lo ayudara con ella; con solo su dedo mi jefe la hacía mover a todos lados, por lo que solo caminé detrás, teniendo en mi cartera las cosas necesarias para cualquier emergencia sobre él.
El ambiente estaba tranquilo. Estuvimos caminando al aire libre dentro de una especie de estructuras de castillo hasta entrar a las instalaciones. Casinos, restaurantes y zonas VIP, todo era mucho más elegante y sofisticado que las estructuras fuera.
Suspiré cuando vi a varios hombres de traje y otros de bermudas casuales reír de la forma en que solo los millonarios pueden hacerlo. Y pese a mi atuendo, sentí que se podía notar lo clase baja que era, pero no le hice mucha mente.
Era suficiente con la presencia de Kenneth a mi lado todo el tiempo. Había insistido en asistir y por supuesto su abuelo no se negó. Ahora tendría que lidiar con él y con…
—¡Familia Sinclair! —dijo la voz de Christian.
El hombre de cabello negro bien peinado, con su aura de ricachón se acercó rápidamente con su abuelo. Parecían estar cortados con la misma tijera, al menos físicamente, idénticos.
Entonces en ese momento me pregunté por qué no encontraba ningún parecido físico entre los menores Sinclair con su padre Will, e incluso con su abuelo. Suponía que se parecían demasiado a la esposa de Will que no había tenido la oportunidad de conocer.
—Christian, tanto tiempo sin verte —saludó Kenneth.
Lo que faltaba. ¿Eran amigos? Respondí mi pregunta al ver que Christian solo le dio una pequeña sonrisa y se dirigió a mí. No eran amigos.
—Oh, Lauren, esperaba que vinieras. Hace mucho que no nos vemos.
Sonreí por educación, estrechando la mano de este y luego la de su abuelo, mientras me daba cuenta que ambos parecían ignorar a Kenneth. Por un momento, me sentí mal por el moreno al notar su incomodidad, pero luego pensé que tal vez era porque había hecho idioteces en el pasado.
Luego fuimos llevados a la zona VIP del casino. Y sonreí encantada por el espacio, oloroso a jazmín, con grandes pantallas y una mesa elegante con algunos bocadillos. Allí fui muy bien recibida por los otros tres amigos del señor William, que ya conocía de antes; Connor, un empresario de bienes raíces, Harrison, un hombre dedicado a la ganadería, y Boris, el que mejor me caía, un famoso diseñador de modas.
—Espero que no les moleste que haya invitado a mi esposo… ¡Carter! Ven que voy a presentarte a unos amigos de la universidad, cariño.
Sonreí cuando Carter apareció en la pequeña sala VIP con bebidas en mano. Era un hombre que fácilmente podía ser su nieto o hermano menor, pero mi sonrisa no se borró. Boris era el único que no ignoraba a Kenneth así que le presentó a su esposo, y luego, a mí.
—Mucho gusto, ¿señorita Sinclair? —dijo Carter al tomar mi mano.
—Oh no, no —quise hablar, pero fui interrumpida.
—¿Sinclair? —dijo Kenneth con desagrado, y luego soltó una risa burlona que me hizo sentir mal—. Ella no es una Sinclair. El apellido le queda grande. Es una simple sirvienta que el abuelo trae como un jodido pendiente.
Su comentario tocó con fuerza mi pecho, haciéndome sentir pequeña. Lo miré, con las mejillas calientes, dispuesta a no soportar que me humillara, pero entonces algo inesperado ocurrió.
—Eres muy machito para humillar a la chica eh —soltó Christian, señalando con su bebida en mano al moreno. Parecía bastante molesto por mí—. Ella puede ser una sirvienta, Kenneth. Pero podría ganarse el apellido Sinclair por todo lo que ha hecho por William estos años, cosas que tú no has hecho por cierto. Además, ¿por qué te molesta tanto? Después de todo tú tampoco llevas el Sinclair en la sangre. Eres solo un maaldito niño adoptado.
Tapé mi boca por la impresión mientras mis ojos no se apartaban del moreno, el cual comenzaba a caminar dispuesto a atacar a Christian.
—¡Ya basta! —gritó mi jefe, callando y deteniendo a todos. Sentía que podía cortar el ambiente con un cuchillo—. Kenneth sal de aquí, ahora. No me decepciones más. Ya es suficiente.
El ojimiel clavó sus ojos en mí, con furia, y sentí que el dolor me atravesaba por ello.
No sé por qué por un momento quise ir detrás de él. Pero alejé ese pensamiento rápido porque, él me odiaba, ya no me quedaban dudas.
¿Pero por qué me afectaba tanto?
Lauren.—¿Estás bien, Lauren?Giré mi rostro hacia Christian para darle un asentimiento con una pequeña sonrisa. Antes se había comportado como un idiota, pero me había defendido, aunque no de la mejor manera posible; me sentía culpable porque Kenneth se hubiese sentido expuesto ante todos después de que lo estuvieran ignorando.Ya había pasado dos horas de lo acontecido. Estábamos viendo algunos informes sobre las carreras de caballos pasadas, comíamos algunos bocadillos, y me aseguraba cada media hora de tomar la tensión del señor Sinclair; porque había notado que le afectó la acción de su nieto y la verdad es que su tensión había subido un poco más de lo normal después de lo sucedido.Christian se mantuvo al margen después de preguntarme si estaba bien. Agradecí eso. Me concentré en conversar con Boris y su esposo Carter. Boris me dijo que realmente tenía mucha ropa de algunas pasarelas en su estudio, que jamás volvería a usar en sus modelos, y que estaría encantado de dármelas, ase
Kenneth.Sasha estaba ocupada con mi polla mientras yo me encargaba de darle placer con la lengua a la pelinegra. Su coño bien afeitado ascendía y descendía por toda mi cara como una demente. Con una mano motivaba a la rubia a seguir en los suyo mientras con la otra sostenía la cadera de la pelinegra. No era mi primer trío y estaba seguro que no sería el último.Cassandra, la pelinegra, era una muy buena conocida mía; bi, soltera, dispuesta a ir a donde yo le indicara siempre que tenía a otra dispuesta a la aventura.Mi mente estaba ocupada, invadida de pensamientos insanos en el sexo. Con la excitación por las nubes al tenerlas a ambas para mí. Jodí a cada una hasta el cansancio, dejando en la cama, el suelo y las paredes, un buen recordatorio de mi capacidad. Podía correrme rápido pero, en menos de un minuto estaba realmente listo para otra ronda y las mujeres siempre amaban eso.Tras despedirme de Sasha, asegurándole que tendríamos una cena, recordé que esa misma noche tendría una
Lauren.Mi pecho subía y bajaba al correr por el pasillo. Apenas entré a mi habitación tuve la sensación de oler un perfume familiar, pero estaba tan enfocada en mi misión que lo descarté. Rápido tomé la mascarilla del nebulizador y salí corriendo de allí hasta la habitación del señor Sinclair.Estaba pasando por una crisis muy prolongada. Una crisis en donde su cuerpo se entumecía de una forma en que cada movimiento era doloroso para él. Se ponía tan tenso que, incluso no podía inyectarle ningún calmante. Habíamos intentado ejercicios de relajación mientras le daba un masaje, pero simplemente empeoró.Era la segunda vez en el año que le pasaba algo como eso, aunque antes no tan grave. Yo había sido instruida tanto por su fisioterapeuta como por su cardiólogo, de lo que podría hacer en caso de que algo como eso ocurriera, pero la primera vez tuve que llamarlos, casi llorando, porque no podía manejarlo. Ahora, seguía causándome terror, pero mantenía el control.Entré a su habitación y
Kenneth.—Hola, ¿abuelo? —dije abriéndome paso a su habitación.—Hola, Kenneth —saludó secamente.Tragué hondo al ver su estado cansado. Me sentía tan furioso con la jodida Lauren. Había pasado una de las peores noches de mi vida, pensando en cosas que no debía pensar. Dejaba a mi abuelo tan cansado, ¿acaso estaba loca? ¡Podía matarlo!La cocinera llegó y me ofrecí a dar su comida. Él no refutó.—Abuelo, anoche hablé con Kasey, te manda saludos.—Kasey es una joven muy excepcional —expresó, sonriendo, viendo a la nada, así que asentí. Pero luego me sentí nervioso cuando me vio—. Dime, Kenneth. ¿Exactamente qué haces aquí? Tu padre sabe que Lauren cuida muy bien de mí… ¿Acaso has sido enviado por tu madre?Evité su mirada. Joder. No se me daba bien mentir con el viejo, nunca.—Ambos están preocupados, además… Estoy castigado —mentí, sabiendo que podría creerme.Mi abuelo sacudió un poco la cabeza mostrando desacuerdo.—Eso imaginé… —suspiró—. Solo espero que Kasey no la esté pasando ta
Kenneth.Pensé que tenía todo bajo control. Lauren se había ido al medio día. Escuché de la boca de Anika que iría hacia Tennessee, memoricé eso. El abuelo no quiso hablar demasiado, pasó toda la tarde en cama, pero me había dado una lista detallada de todas las cosas que debía hacer. Pude ver que la letra no era suya y me preguntaba por qué Lauren no me la había entregado ella misma.Junto a esa lista de horarios, había un pequeño libro, en donde la pelirroja tenía absolutamente todo detallado. Desde los latidos normales de su corazón, hasta los latidos en los días de terapia, o los días después de regresar de la calle. Sus síntomas musculares, su tensión, la comida que le hacía bien o no.Estaba en el balcón de la habitación del abuelo, alrededor de las siete de la noche, leyendo por segunda vez el librito, maravillado por su atención al detalle, cuando el abuelo me llamó.—Kenneth. ¿Podrías ayudarme con algo?Asentí mientras me acercaba a él. Dejé el libro y la lista en la mesita d
Lauren.Tras saludar a la enfermera que se había hecho amiga de mi madre, fui en su búsqueda. Mi hermosa madre estaba sentada en medio de la sala de arte y diseño, elaborando lo que podía ver era un hermoso gorro tejido. Enseguida el sentimiento me invadió.La última vez que fui le había pedido que me hiciera uno, aunque color morado. El que ella hacía era café, su color favorito, y el que de hecho siempre decía que era el color que mejor me quedaba por mi tono de piel, más el hecho de ser pelirroja como ella.Me senté a su lado, tomando la precaución necesaria. Cada que la veía quería abrazarla, pedirle que me consintiera como cuando era adolescente o niña; sin embargo, había aprendido a no dejarme llevar por ese impulso, puesto que en varias ocasiones ella entraba en crisis ya que no me reconocía de inmediato.—Hola, Laura… —saludé con cautela, mirándola con amor.Mi madre dirigió su mirada a mí. Sus pupilas se dilataron y una sonrisa alumbró su rostro.—Yo te conozco —aseguró, sonr
Lauren.Christian Smith era bueno resolviendo problemas. No me querían dejar entrar al restaurante porque no tenía traje acorde a la etiqueta del lugar. Él sonrió amablemente y regresamos a la limusina, luego de eso me llevó a una tienda. Todo me parecía tan innecesario, pero no pude negarme a nada después de que incluso llamara a su abuelo, y a Boris, mencionándole lo ocurrido en el restaurante, por lo que ellos amenazaron con quejarse con el gerente.Así que me encontraba entrando al restaurante media hora después, con un vestido de seda color crema tan divino que me hacía sentir como una princesa, pero también me daba miedo de estropearlo. No había quejas con mis tacones bajitos, le insistí a Christian de dejarlos y él aceptó. El maquillaje, bueno, me había tardado un poco en el baño de la tienda intentando hacer un maquillaje decente, pero funcionaba.Las miradas se posaron en nosotros y me sentí fuera de lugar. Demonios. No quería que nadie me reconociera y le fuera con el chisme
Kenneth.No estaba vestido para ir a trotar, pero tuve que correr, dejarme liberar, tomando el viejo atajo que no me llevaba al centro del vecindario, sino que al bosque. Y corrí, corrí tanto que mis pies ardieron. Solo me detuve cuando encontré mi lugar favorito en el bosque, con árboles al lado de otros, dejando que el cálido sol de la tarde se filtrara. Me senté en una piedra cerca de un árbol, escuchando el sonido de los pájaros, jadeando como un demente.Mi corazón siguió latiendo igual de desbocado incluso minutos después de haber corrido. Y era por su culpa.Lauren Mitchell me estaba convirtiendo en algo que no me gustaba.Yo era impulsivo, algo controlador y ansioso, pero esto de “sobre pensar” e imaginar estupideces era nuevo, había llegado con su presencia.Me hice cargo del abuelo desde que ella se fue, sabiendo con su amenaza que eran amantes. Mi mente maquinaba las mil y un formas de dejarle claro que no quería verla cerca de mi abuelo, pero al final de esas alucinaciones,