Lauren.Tras saludar a la enfermera que se había hecho amiga de mi madre, fui en su búsqueda. Mi hermosa madre estaba sentada en medio de la sala de arte y diseño, elaborando lo que podía ver era un hermoso gorro tejido. Enseguida el sentimiento me invadió.La última vez que fui le había pedido que me hiciera uno, aunque color morado. El que ella hacía era café, su color favorito, y el que de hecho siempre decía que era el color que mejor me quedaba por mi tono de piel, más el hecho de ser pelirroja como ella.Me senté a su lado, tomando la precaución necesaria. Cada que la veía quería abrazarla, pedirle que me consintiera como cuando era adolescente o niña; sin embargo, había aprendido a no dejarme llevar por ese impulso, puesto que en varias ocasiones ella entraba en crisis ya que no me reconocía de inmediato.—Hola, Laura… —saludé con cautela, mirándola con amor.Mi madre dirigió su mirada a mí. Sus pupilas se dilataron y una sonrisa alumbró su rostro.—Yo te conozco —aseguró, sonr
Lauren.Christian Smith era bueno resolviendo problemas. No me querían dejar entrar al restaurante porque no tenía traje acorde a la etiqueta del lugar. Él sonrió amablemente y regresamos a la limusina, luego de eso me llevó a una tienda. Todo me parecía tan innecesario, pero no pude negarme a nada después de que incluso llamara a su abuelo, y a Boris, mencionándole lo ocurrido en el restaurante, por lo que ellos amenazaron con quejarse con el gerente.Así que me encontraba entrando al restaurante media hora después, con un vestido de seda color crema tan divino que me hacía sentir como una princesa, pero también me daba miedo de estropearlo. No había quejas con mis tacones bajitos, le insistí a Christian de dejarlos y él aceptó. El maquillaje, bueno, me había tardado un poco en el baño de la tienda intentando hacer un maquillaje decente, pero funcionaba.Las miradas se posaron en nosotros y me sentí fuera de lugar. Demonios. No quería que nadie me reconociera y le fuera con el chisme
Kenneth.No estaba vestido para ir a trotar, pero tuve que correr, dejarme liberar, tomando el viejo atajo que no me llevaba al centro del vecindario, sino que al bosque. Y corrí, corrí tanto que mis pies ardieron. Solo me detuve cuando encontré mi lugar favorito en el bosque, con árboles al lado de otros, dejando que el cálido sol de la tarde se filtrara. Me senté en una piedra cerca de un árbol, escuchando el sonido de los pájaros, jadeando como un demente.Mi corazón siguió latiendo igual de desbocado incluso minutos después de haber corrido. Y era por su culpa.Lauren Mitchell me estaba convirtiendo en algo que no me gustaba.Yo era impulsivo, algo controlador y ansioso, pero esto de “sobre pensar” e imaginar estupideces era nuevo, había llegado con su presencia.Me hice cargo del abuelo desde que ella se fue, sabiendo con su amenaza que eran amantes. Mi mente maquinaba las mil y un formas de dejarle claro que no quería verla cerca de mi abuelo, pero al final de esas alucinaciones,
Lauren.Desperté alrededor de las once de la noche, con mucha hambre. Primero cuestioné a Patrice sobre mi madre, ella me dijo que se había calmado unas horas después de mi partida. Luego me di una ducha, y sabiendo que a esa hora nadie estaría vagando por la mansión, bajé a comer o tomar algo.Llegué a la cocina, descalza, sin ánimo de volver a subir las escaleras. Sentía como si un camión me hubiera pasado por encima. Estaba agotada, mis ojos aún ardían.Tomé algo de pan con leche, y subí al ascensor hasta el piso de mi jefe. Quería asegurarme que estuviera bien. Me sentí egoísta al apartarlo de mí estos días, pues ni siquiera había hecho una llamada para decirle que estaba bien.Me sorprendí cuando lo encontré despierto. Sus ojos se abrieron en sorpresa al verme y luego sonrió.—Niña… —murmuró—. Estaba preocupado por ti. No bajaste a cenar, ¿te sientes bien?Con un nudo en la garganta, me adentré. La habitación estaba impregnada del perfume de Kenneth, era obvio si estuvo cuidando
Kenneth.Con unas fotografías de mi niñez en mis manos, tomé mi primer trago de whisky.Desde lo que nos pasó a mí y a mi pequeña hermana, me convertí en una persona muy difícil de llevar. Sí, los Sinclair eran lo mejor, y yo intentaba darles lo mejor de mí, pero por dentro, mi pasado, lo que yo era, de dónde provenía, mi sangre, siempre me hacía sentir como una basura; y entonces, drenaba mis sentimientos con cualquier cosa que me hiciera sentir atrapado.Atacar a Lauren de esa forma sin duda fue uno de esos momentos. Y como con mi familia, cada que los hacía sentir mal, me sentía completamente arrepentido. Así me pasó con ella, especialmente después de que escuché la conversación que tuvo con el abuelo.No podía dormir, estaba pensando en la forma en que me miró con tanto odio ante mi acusación, cuando escuché el sonido del ascensor. No podía ser abuelo, debía ser ella. Me asomé por la puerta y la vi entrar.Estuve debatiéndome si estaría bien o no lo que haría, pero después de todo
Kenneth.Me estaba comenzando a sentir adicto a la forma en que Lauren fluía. Su personalidad. Noté que se podía hablar con ella sobre cualquier cosa, o soltaba un dato que me hiciera sonreír. Ya sabía por qué le hacía tanto bien al abuelo, además de ser perfeccionista con su cuidado ella era como un rayito de sol. Sin duda mi abuelo estaba en buenas manos.Me preguntaba cómo es que podía ser así después de mi forma de tratarla, mi acusación, y lo que había escuchado de su madre. No sabía que estaba enferma. Seguro era difícil para ella tener que estar en la mansión en lugar de estar con su madre.Tenía carácter. Sabía que no podía despertar su lado oscuro, al menos no el que sacaba sus dientes afilados dispuestos a matar, como con Anthony en la tribuna. Y me gustaba. No podía entender cómo es que luciendo tan frágil tenía un espíritu tan valiente y a la vez tan dulce y tímido.—Entonces, Ken. ¿Cómo va la empresa?Cuando el abuelo cambió el tema hacia mí, me removí.—Ahm… —No quería de
Kenneth.Sí. Era un maaldito rebelde, desgraciado. En ese momento en que la vi bajar las escaleras, huyendo de mí, mandé a la miierda la amenaza del abuelo, la de Kasey, el odio de mi madre hacia ella, y también sus propias palabras.Sí. Sabía que no era como las demás, pero también sabía que podíamos llegar a un acuerdo.Había aceptado el reto de no descansar hasta tenerla. No porque fuera algo que no podía tener y lo deseaba, sino porque sabía que ella quería lo mismo, y aun así su moral de princesa educada se lo impedía.Yo era bueno rompiendo reglas y pasando líneas prohibidas.¿Ella no quería esto? Le demostraría que sí.Salí al balcón principal de la mansión, y entonces hice una llamada a mamá.—Sé que el abuelo está por decirme que me vaya. Pero aún no encuentro nada, madre, te juro que creo que algo sucede. No estaba seguro pero ahora lo estoy. Y necesito que me ayudes. Necesito quedarme todo el tiempo que sea necesario.Mi madre rápidamente pensó en un plan después de darle u
Lauren.—No puedo —logré decir—. Por favor ya suéltame.Al hacerme caso, salí de allí. Luego me encerré en al baño de mi habitación. Me senté en la tapa del váter, controlando mi respiración y luego, lloré por la presión en mi pecho así como por la excitación que me producía.Por todos los cielos, había visto a Anika en silencio, triste, seguramente porque él la había desechado. Así haría conmigo. Sabía que me dejaría en cuanto se cansara. Demonios. ¿Pero por qué estaba esperando en él un jodido príncipe azul?Kenneth jamás me había dado señales de que fuera hombre de una sola mujer, pero aun así me atraía tanto. Como esa droga que no debes tomar pero sabes que te hará ver las estrellas, así se veía él para mí.Entonces allí, llorando en mi baño, intenté pensar con claridad.Mi vida era tan tranquila. Yo solo tenía que ser paciente. Algún día me iría de la mansión Sinclair, podría estudiar en la universidad, encontrar el amor; un hombre que cumpliera al menos con el requisito principal