Vamos a respirar profundo con este personaje. A pesar de todo sé que lo amarán.
Lauren.Mi pecho subía y bajaba al correr por el pasillo. Apenas entré a mi habitación tuve la sensación de oler un perfume familiar, pero estaba tan enfocada en mi misión que lo descarté. Rápido tomé la mascarilla del nebulizador y salí corriendo de allí hasta la habitación del señor Sinclair.Estaba pasando por una crisis muy prolongada. Una crisis en donde su cuerpo se entumecía de una forma en que cada movimiento era doloroso para él. Se ponía tan tenso que, incluso no podía inyectarle ningún calmante. Habíamos intentado ejercicios de relajación mientras le daba un masaje, pero simplemente empeoró.Era la segunda vez en el año que le pasaba algo como eso, aunque antes no tan grave. Yo había sido instruida tanto por su fisioterapeuta como por su cardiólogo, de lo que podría hacer en caso de que algo como eso ocurriera, pero la primera vez tuve que llamarlos, casi llorando, porque no podía manejarlo. Ahora, seguía causándome terror, pero mantenía el control.Entré a su habitación y
Kenneth.—Hola, ¿abuelo? —dije abriéndome paso a su habitación.—Hola, Kenneth —saludó secamente.Tragué hondo al ver su estado cansado. Me sentía tan furioso con la jodida Lauren. Había pasado una de las peores noches de mi vida, pensando en cosas que no debía pensar. Dejaba a mi abuelo tan cansado, ¿acaso estaba loca? ¡Podía matarlo!La cocinera llegó y me ofrecí a dar su comida. Él no refutó.—Abuelo, anoche hablé con Kasey, te manda saludos.—Kasey es una joven muy excepcional —expresó, sonriendo, viendo a la nada, así que asentí. Pero luego me sentí nervioso cuando me vio—. Dime, Kenneth. ¿Exactamente qué haces aquí? Tu padre sabe que Lauren cuida muy bien de mí… ¿Acaso has sido enviado por tu madre?Evité su mirada. Joder. No se me daba bien mentir con el viejo, nunca.—Ambos están preocupados, además… Estoy castigado —mentí, sabiendo que podría creerme.Mi abuelo sacudió un poco la cabeza mostrando desacuerdo.—Eso imaginé… —suspiró—. Solo espero que Kasey no la esté pasando ta
Kenneth.Pensé que tenía todo bajo control. Lauren se había ido al medio día. Escuché de la boca de Anika que iría hacia Tennessee, memoricé eso. El abuelo no quiso hablar demasiado, pasó toda la tarde en cama, pero me había dado una lista detallada de todas las cosas que debía hacer. Pude ver que la letra no era suya y me preguntaba por qué Lauren no me la había entregado ella misma.Junto a esa lista de horarios, había un pequeño libro, en donde la pelirroja tenía absolutamente todo detallado. Desde los latidos normales de su corazón, hasta los latidos en los días de terapia, o los días después de regresar de la calle. Sus síntomas musculares, su tensión, la comida que le hacía bien o no.Estaba en el balcón de la habitación del abuelo, alrededor de las siete de la noche, leyendo por segunda vez el librito, maravillado por su atención al detalle, cuando el abuelo me llamó.—Kenneth. ¿Podrías ayudarme con algo?Asentí mientras me acercaba a él. Dejé el libro y la lista en la mesita d
Lauren.Tras saludar a la enfermera que se había hecho amiga de mi madre, fui en su búsqueda. Mi hermosa madre estaba sentada en medio de la sala de arte y diseño, elaborando lo que podía ver era un hermoso gorro tejido. Enseguida el sentimiento me invadió.La última vez que fui le había pedido que me hiciera uno, aunque color morado. El que ella hacía era café, su color favorito, y el que de hecho siempre decía que era el color que mejor me quedaba por mi tono de piel, más el hecho de ser pelirroja como ella.Me senté a su lado, tomando la precaución necesaria. Cada que la veía quería abrazarla, pedirle que me consintiera como cuando era adolescente o niña; sin embargo, había aprendido a no dejarme llevar por ese impulso, puesto que en varias ocasiones ella entraba en crisis ya que no me reconocía de inmediato.—Hola, Laura… —saludé con cautela, mirándola con amor.Mi madre dirigió su mirada a mí. Sus pupilas se dilataron y una sonrisa alumbró su rostro.—Yo te conozco —aseguró, sonr
Lauren.Christian Smith era bueno resolviendo problemas. No me querían dejar entrar al restaurante porque no tenía traje acorde a la etiqueta del lugar. Él sonrió amablemente y regresamos a la limusina, luego de eso me llevó a una tienda. Todo me parecía tan innecesario, pero no pude negarme a nada después de que incluso llamara a su abuelo, y a Boris, mencionándole lo ocurrido en el restaurante, por lo que ellos amenazaron con quejarse con el gerente.Así que me encontraba entrando al restaurante media hora después, con un vestido de seda color crema tan divino que me hacía sentir como una princesa, pero también me daba miedo de estropearlo. No había quejas con mis tacones bajitos, le insistí a Christian de dejarlos y él aceptó. El maquillaje, bueno, me había tardado un poco en el baño de la tienda intentando hacer un maquillaje decente, pero funcionaba.Las miradas se posaron en nosotros y me sentí fuera de lugar. Demonios. No quería que nadie me reconociera y le fuera con el chisme
Kenneth.No estaba vestido para ir a trotar, pero tuve que correr, dejarme liberar, tomando el viejo atajo que no me llevaba al centro del vecindario, sino que al bosque. Y corrí, corrí tanto que mis pies ardieron. Solo me detuve cuando encontré mi lugar favorito en el bosque, con árboles al lado de otros, dejando que el cálido sol de la tarde se filtrara. Me senté en una piedra cerca de un árbol, escuchando el sonido de los pájaros, jadeando como un demente.Mi corazón siguió latiendo igual de desbocado incluso minutos después de haber corrido. Y era por su culpa.Lauren Mitchell me estaba convirtiendo en algo que no me gustaba.Yo era impulsivo, algo controlador y ansioso, pero esto de “sobre pensar” e imaginar estupideces era nuevo, había llegado con su presencia.Me hice cargo del abuelo desde que ella se fue, sabiendo con su amenaza que eran amantes. Mi mente maquinaba las mil y un formas de dejarle claro que no quería verla cerca de mi abuelo, pero al final de esas alucinaciones,
Lauren.Desperté alrededor de las once de la noche, con mucha hambre. Primero cuestioné a Patrice sobre mi madre, ella me dijo que se había calmado unas horas después de mi partida. Luego me di una ducha, y sabiendo que a esa hora nadie estaría vagando por la mansión, bajé a comer o tomar algo.Llegué a la cocina, descalza, sin ánimo de volver a subir las escaleras. Sentía como si un camión me hubiera pasado por encima. Estaba agotada, mis ojos aún ardían.Tomé algo de pan con leche, y subí al ascensor hasta el piso de mi jefe. Quería asegurarme que estuviera bien. Me sentí egoísta al apartarlo de mí estos días, pues ni siquiera había hecho una llamada para decirle que estaba bien.Me sorprendí cuando lo encontré despierto. Sus ojos se abrieron en sorpresa al verme y luego sonrió.—Niña… —murmuró—. Estaba preocupado por ti. No bajaste a cenar, ¿te sientes bien?Con un nudo en la garganta, me adentré. La habitación estaba impregnada del perfume de Kenneth, era obvio si estuvo cuidando
Kenneth.Con unas fotografías de mi niñez en mis manos, tomé mi primer trago de whisky.Desde lo que nos pasó a mí y a mi pequeña hermana, me convertí en una persona muy difícil de llevar. Sí, los Sinclair eran lo mejor, y yo intentaba darles lo mejor de mí, pero por dentro, mi pasado, lo que yo era, de dónde provenía, mi sangre, siempre me hacía sentir como una basura; y entonces, drenaba mis sentimientos con cualquier cosa que me hiciera sentir atrapado.Atacar a Lauren de esa forma sin duda fue uno de esos momentos. Y como con mi familia, cada que los hacía sentir mal, me sentía completamente arrepentido. Así me pasó con ella, especialmente después de que escuché la conversación que tuvo con el abuelo.No podía dormir, estaba pensando en la forma en que me miró con tanto odio ante mi acusación, cuando escuché el sonido del ascensor. No podía ser abuelo, debía ser ella. Me asomé por la puerta y la vi entrar.Estuve debatiéndome si estaría bien o no lo que haría, pero después de todo