5: Extraño malestar.

Lauren.

—¿Estás bien, Lauren?

Giré mi rostro hacia Christian para darle un asentimiento con una pequeña sonrisa. Antes se había comportado como un idiota, pero me había defendido, aunque no de la mejor manera posible; me sentía culpable porque Kenneth se hubiese sentido expuesto ante todos después de que lo estuvieran ignorando.

Ya había pasado dos horas de lo acontecido. Estábamos viendo algunos informes sobre las carreras de caballos pasadas, comíamos algunos bocadillos, y me aseguraba cada media hora de tomar la tensión del señor Sinclair; porque había notado que le afectó la acción de su nieto y la verdad es que su tensión había subido un poco más de lo normal después de lo sucedido.

Christian se mantuvo al margen después de preguntarme si estaba bien. Agradecí eso. Me concentré en conversar con Boris y su esposo Carter. Boris me dijo que realmente tenía mucha ropa de algunas pasarelas en su estudio, que jamás volvería a usar en sus modelos, y que estaría encantado de dármelas, asegurando que yo me vería genial en todo. Yo solo le agradecí. No era una mujer con la mejor autoestima del mundo, era delgada, me costaba mucho tomar algunos kilos de más, aunque agradecía a mi origen latino por tener curvas a pesar de todo.

—¡Es hora de divertirnos! —exclamó Boris.

Todos comenzaron a salir de la sala VIP para dirigirse al hipódromo como tal, hacia otra zona VIP en las tribunas. Entonces tomé mis cosas para salir detrás del señor Sinclair, pero este me detuvo.

—Creo que ha sido suficiente por hoy, cariño. Llama a Dick para que venga. Quiero regresar a casa…—señaló—. Despídete de mis amigos, diles que los veré pronto.

Me preocupé al ver su estado decaído. Entonces entendí que estaba actuando estar bien frente a sus amigos, pero realmente se sentía mal. No dudé en tomar el teléfono para llamar al chofer. Esperemos que llegara para que lo acompañara hasta las afueras para así yo ir a las tribunas.

Mientras caminaba por todo el lugar, me di cuenta que estaba perdida. Tomé dos caminos diferentes, y luego, cuando finalmente creí que estaba en la tribuna correcta, solo entré en una en donde estaban muchos hombres adinerados fumando cigarro y bebiendo alcohol, haciendo sus apuestas.

—Disculpen —murmuré para bajar la cabeza y regresar, pero la voz de un hombre me detuvo.

—No, dulzura… Mírame. ¿Cuál es tu nombre?

Desistí de ignorarlo cuando un hombre de traje se paró en la puerta. Era un guardaespaldas. Así que respiré profundo, apretando la cartera en mi brazo.

—Le diré el mío si me dice el suyo —respondí dándome la vuelta.

Cruzándome de brazos, vi directamente a los cinco hombres presentes. Todos tenían las miradas en mí, con risas divertidas. No iba a mostrarles nerviosismo ni debilidad.

—Qué dulzura… Mi nombre no debería decírtelo, deberías saberlo.

Alcé una ceja. No tenía ni idea de quién era. Solo un tipo rubio con rostro arrogante, de más de treinta años.

—Lo siento señor, no soy del tipo de mujer que conoce a todos los hombres de la ciudad —espeté para darme la vuelta.

Escuché risas, caminé, pero el guardaespaldas dio un paso adelante, impidiéndome salir. En ese momento sentí el verdadero terror.

—No tienes que irte tan pronto, nena —dijo el rubio, más cerca.

Él estaba detrás de mí. Hablando cerca de mi oído. Yo estaba acorralada entre ambos hombres, así que cerré los ojos un momento para tomar valentía, y apretando la cartera en mi brazo sabía lo que tenía que hacer, golpearlo. La cartera pesaba kilos gracias a todo lo que llevaba para mi jefe, un buen golpe con ella lo dejaría sin aire o inconsciente.

Estaba dispuesta a dárselo, pero de repente, apareció por la puerta un moreno conocido.

—Oh, aquí estás —masculló caminando hasta la escena.

Mi corazón comenzó a latir mucho más rápido. Ni siquiera estaba así ante el peligro, pero sí por el idiota que me había humillado.

Kenneth miró a ambos hombres sin parpadear, intentando averiguar qué estaba pasando. Aproveché el momento para caminar hasta él. Su rostro era frío, me sentí incomoda cuando su mirada se fijó en el rubio, estallaba furia.

—¡Kenneth Sinclair! —exclamó el rubio, sorprendido—. Tanto tiempo sin verte. Dime, ¿ella es una de tus peerras?

—Vámonos, Lauren —masculló el moreno, pero yo lo miré, sorprendida.

¿Me estaba pidiendo que me fuera mientras ese idiota me llamaba peerra?

Y yo tan estúpida por sentirme mal por él antes.

No pude quedarme de brazos cruzados. Fui tan rápida que nadie lo vio venir. Me acerqué al rubio y con mi rodilla pateé sus pelotas. Se escucharon jadeos y también risas.

Ni siquiera me hizo falta decir algo, después de darle una mirada retante al grandulón de su guardaespaldas, solo caminé fuera de ahí. Sabía que Kenneth me seguía. Su olor me tenía tan mareada. Él era tan idiota.

No estaba pidiendo que me defendiera, después de todo, él me odiaba, pero aun así me sentía tan molesta.

Olvidé el recado de despedirme de los amigos del señor Sinclair. Caminé rumbo a la salida, con tantas ganas de girarme hacia el moreno y golpearlo.

Cuando visualicé la limusina, abrí la puerta, y a pesar de todo, la dejé abierta, sabiendo que vendría con nosotros; sin embargo, lo que pasó fue que Kenneth cerró la puerta del lado fuera, dando por entendido que no subiría.

Y yo solo me quedé mirándolo fijamente unos segundos a través de la ventana, con un nudo en la garganta. Luego la limusina arrancó, y las palabras del señor Sinclair, removieron mi corazón.

—No quiero verte cerca de mi nieto, Lauren. De todos los hombres que conozco, él es el menos indicado para cuidar a una mujer.

Asentí, pero con lágrimas en los ojos.

Narra Kenneth.

Estaba sentado en una de las mesas del bar hablando con una hermosa mujer rubia que recién conocía, cuando vi a mi abuelo salir de la sala VIP junto al chofer y Lauren. Me despedí rápido de la mujer, para ir tras ellos. No podía darme el lujo de estar molesto con mi abuelo. Sin embargo, cuando vi a la pelirroja tomar otro camino diferente al de mi abuelo, mi corazón se detuvo.

Tenía que ir con mi abuelo, era él quien me interesaba, pero mis pies tomaron vida propia para seguir a la pelirroja. Si estaba aprovechándose de mi abuelo, quería demostrarle que ella además de ser una caza fortunas, le era infiel.

Había notado cada una de las miradas de Christian en ella. Eran de lujuria, como si recordara momentos pasados con ella. Y luego, con la forma en que la defendió y me expuso, no me quedaron dudas de que tenían algo.

La mujer parecía estar perdida, pero entró a una tribuna VIP conocida por ser la tribuna de los ricos más patéticos de la ciudad. Podía asegurar que allí estaba el idiota de Anthony Fisher, hijo del alcalde de Miami.

Al estar un poco alejado de la puerta de la tribuna VIP, mi corazón comenzó a acelerarse. Qué mujerzuela. ¿Qué demonios se encontraba haciendo en esa tribuna? ¿Era amante de otro hombre además de Christian? ¡Pero quién lo diría! Tenía una cara que jamás revelaría su maldad.

De repente me encontraba demasiado ansioso como para no ir a ver qué sucedía. Por un momento pensé en la idea de que estuviera en peligro, y eso fue lo que me hizo dar el paso hacia dentro.

Al ver que estaba siendo acorralada, un extraño malestar me cubrió. Solté lo primero que se me ocurrió, para sacarla de la situación. Podía ver en la mirada de Anthony que, si llegaba un minuto tarde, la iba a encontrar en el suelo siendo atacada por él.

¿Pero por qué estaba pensando en eso? Tal vez eran amantes y estaban teniendo una discusión.

Mi estómago se revolvió cuando la llamó “peerra”. Allí supe que no se conocían, me sentí tan idiota. Quise partirle la cara al rubio pero no podía mostrarle a esa mujer que me importaba. No podía defenderla de nada después de saber que estaba aprovechándose de mi abuelo.

Demonios, pero como quería partirle la cara a Anthony.

Ella se supo defender sola, dejándome sorprendido. Luego la seguí hasta la salida, con una extraña sensación en el pecho. Quería decirle algo, pero no sabía qué. Para cuando vi la limusina partir, respiré cómodamente.

¿Por qué la temperatura de mi cuerpo había cambiado? Me sentía tan molesto.

Apreté los puños devolviéndome hacia el hipódromo, con solo una cosa en mente: descargar lo que estaba sintiendo, sin importar que saliera en las noticas de la farándula y decepcionara un poco más a la familia.

Sin embargo, la mujer rubia que había conocido, Sasha, apareció con una enorme sonrisa, proponiéndome salir de allí.

—¿Qué dices, Ken?

—Kenneth —corregí irritado—. Mi nombre es Kenneth. Y…

Quería hablar, pero me detuve al ver cómo Anthony salía de la tribuna, también vi cómo Christian se acercaba a él. Ambos intercambiaron palabras y un apretón de manos.

Además ese par de idiotas eran amigos.

Pero si Lauren era amante de Christian, ¿cómo es que Anthony no conocía a Lauren? Sabía que los hombres de esta ciudad tenían la mala fama de vociferar las mujeres de “su territorio”, algo con lo que yo no estaba de acuerdo. Yo podía ser un desgraciado, pero jamás las expondría como ellos.

¿Entonces Lauren no era amante de Christian?

Sacudí la cabeza para mí mismo cuando me di cuenta que estaba pensando demasiado en ella. ¿Por qué? No podía permitirme eso. Así que miré a la rubia, con pensamientos sucios en mi mente.

—Linda, ¿alguna vez has hecho un trío? —le cuestioné, dejándola asombrada.

Vox Cor

¡Hola a todos! Agreguen esta novela, comenten y disfruten :)

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