Once
Grito más fuerte de lo que planeé. Pavel parece hacerme caso, pero entonces Dalia nos grita que no, que ya casi la abre. A mí me vale madre, si se cae, de poco servirá la ventana abierta. Estoy entrando en pánico, grito que la suba porque no se podrá, incluso yo hago el esfuerzo por subirla, pero Dalia se resiste. Y entonces algo pasa, Pavel pierde un poco el agarre y por poco me desmayo cuando creo que ahora sí perderemos a Dalia, Pavel hace un esfuerzo sobrehumano y que considero un milagro y la sostiene. Ahora sí, entre los dos la subimos.

Conociendo a Dalia, me imagino que nos gritará, nos ofenderá y llorará, pero no, está feliz, sonríe y grita que logró abrir la ventana. La verdad, no sé la razón exacta por la que abrazo a Dalia, pero al rodear su cuerpo con mis brazos, la tensión en los hombros (que ni sentí hace rato), desaparece.

Estoy temblando como una jodida gelatina. Y así como abrazo a Dalia, le doy un golpe en el brazo a Pavel.

―¡Casi se mata!

Pavel abraza a Dalia y le pi
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