Trece.2

Al ver su cabello negro refulgir bajo el sol, las siete líneas verticales tatuadas en la nuca y los ojos verdes radiante, siento que no estoy a la altura. La sensación de inseguridad y fracaso me embargan, de un momento a otro me dan ganas de escapar para que no me vea. Pero entonces nota mi presencia y la sonrisa que me regala es tan espontánea, que las malas emociones desaparecen en un parpadeo.

Cuando me doy cuenta, ya estoy sonriendo.

―Cuando te vi, tu belleza me sorprendió ―la voz de Ventura es apenas un susurro―. Pero hoy estás radiante.

Sí, bueno, qué bueno que no me vio cuando me desperté porque se habría topado con mi versión zombie. Dejando de lado el sarcasmo, me he quedado sin palabras, no sé qué decir. El hombre es perfecto, es caliente, es un dios y él lo sabe. Que se lo diga va a sonar idiota.

―Yo...Eh, gracias.

Mi vergüenza crece cada vez más y es por ello, que me doy cuenta de las miradas curiosas que caen sobre nosotros. Algunas chicas cuchichean entre ellas y nos se
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