Catorce.2

No sé cuanto tiempo ha pasado, pero cuando regreso a la mesa, ya hay copas servidas con vino tinto. Me muero de la pena, pero alzo la cabeza y sonrío como si nada. Perdí la dignidad, pero tengo que aparentar que no. Los lugares han cambiado ahora, Tristán se halla junto a Juan Pablo mientras que Dana está junto a Ventura. A mí me toca junto al señor y tengo que admitir que me dan ganas de correr hacia otro lado.

―Es de la reserva privada ―Ventura dice mientras acerca la copa a su boca―. Es de lo mejor.

Y no lo dudo, pero el ver el líquido rojizo me provoca un retortijón en el estómago. Veo como Juan Pablo da un buen trago y entonces vuelan a mi mente imágenes terroríficas. Ramiro me mira desde la tina, sus ojos azules, sin brillo, me reprochan. El agua rojiza se desborda y cae sobre el suelo. En la cocina, la chica con la que Sebastián casi se acuesta tiene una herida en el pecho, la sangre borbotea ferviente, como si se tratara de una fuente.

Trago saliva, mi pulso se dispara, pero h
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