―Vale, es un cabrón, pero no dejemos de lado que su nombre fue mencionado cuando me subieron a esa furgoneta vieja ―Sebastián espeta mientras se acomoda en el asiento―. No vi el color, ya estaba medio ido, recuerdo la puerta corrediza y el escape chirriante. Y entonces nada.En contra de mi voluntad, me tranquiliza que no se lo llevaran en un automóvil deportivo porque de esa forma, Ventura no fue el responsable del secuestro. Pero sí queda la interrogante de qué hacía en una dirección misteriosa ¿Quién era el hombre de la casa? No se me hizo conocido.―¿Te entregó algo? Dijo que quien fuera tendría lo que quería.Sebastián niega y suelta una carcajada amarga.―El cabrón que me llevó mintió, no debimos confiar en el acosador... Mierda.Comienza a inquietarse mientras busca desesperadamente en sus bolsillos.―¡Se llevó la pluma y la memoria! ―se pasa a la cajuela por la abertura del asiento trasero y vuelve a maldecir―. La computadora, se llevó la computadora.―¿Por qué te trajiste la
Pasa un minuto, dos minutos, cinco minutos, diez minutos. No sé. Y entonces llegamos a otra puerta. Me carcome la sensación de que esté cerrada, ya me imagino a los cuatro siendo asesinados en la oscuridad sin conocer a nuestro homicida, pero escucho un golpe y entonces el aire nos da la bienvenida.Jadeantes, no nos detenemos hasta que damos con un basurero ¿En dónde estamos?Ya nadie nos persigue, pero no me siento segura hasta que llegamos a la calle. No reconozco este lugar, a pesar de que me parece ligeramente familiar. Avanzamos por la avenida, caminamos durante diez minutos y entonces reconozco en donde estamos.―Santa m****a.―Esto es una pesadilla.―Valimos verga.Todas las anteriores. El pasadizo por el que entramos debió ser más largo de lo que imaginé. No fueron diez minutos, al menos fueron veinte. Le echo un vistazo al reloj de mi teléfono; son las doce con cuarenta y cinco minutos.A unos cuantos metros, se divisa el camino elegante que conduce a un lugar que parece de e
He dejado el teléfono cargando, me ha servido para alejarme de los mensajes interrogantes del por qué Ventura me invitó a salir. En cuanto me llegó la llamada de Sebastián, decidí dar el tema por zanjado. Si no quieren acompañarme, que no lo hagan, ya si termino muerta o secuestrada será mi culpa por ir sin refuerzos. Pero es que a veces los refuerzos persisten con la idea de que tienes algo que ver con el asunto de mierda porque ocurren cosas sospechosas. Pero no es mi culpa y al parecer ellos no lo pueden entender.Voy hacia el teléfono porque ha empezado a vibrar demasiado, tal vez se trata de una emergencia.Acosador: No son de fiar, hicimos un trato y lo quebraron.Sebastián: Cabrón, fuiste tú quien no cumplió su parte, me secuestraste.Acosador: No traías el video contigo, tuve que ir por tu computadora y tomar el teléfono.Sebastián: Ahora que hablamos de eso, ¿cómo supiste donde guardé la última copia?La discusión de Sebastián con el acosador me da pésima espina. No le hablas
Al ver su cabello negro refulgir bajo el sol, las siete líneas verticales tatuadas en la nuca y los ojos verdes radiante, siento que no estoy a la altura. La sensación de inseguridad y fracaso me embargan, de un momento a otro me dan ganas de escapar para que no me vea. Pero entonces nota mi presencia y la sonrisa que me regala es tan espontánea, que las malas emociones desaparecen en un parpadeo.Cuando me doy cuenta, ya estoy sonriendo.―Cuando te vi, tu belleza me sorprendió ―la voz de Ventura es apenas un susurro―. Pero hoy estás radiante.Sí, bueno, qué bueno que no me vio cuando me desperté porque se habría topado con mi versión zombie. Dejando de lado el sarcasmo, me he quedado sin palabras, no sé qué decir. El hombre es perfecto, es caliente, es un dios y él lo sabe. Que se lo diga va a sonar idiota.―Yo...Eh, gracias.Mi vergüenza crece cada vez más y es por ello, que me doy cuenta de las miradas curiosas que caen sobre nosotros. Algunas chicas cuchichean entre ellas y nos se
El problema es que mis planes se vienen abajo, pues al ponerme de pie y alzar la vista, me encuentro con Tristán quien llega apresurado acompañado de Dana. Al verme, Tristán sonríe triunfante. En cambio, mi mejor amiga solo tiene pinta de querer abandonar ese lugar. Ni siquiera me mira de frente, le parece muy interesante el suelo.Como si no fuera suficiente, de pronto llega Pavel, se asoma por el enorme ventanal que da a la calle. Al verme a través del vidrio, sus diminutos ojos se abren y alza una mano para llamar la atención.¿Qué chingados?―Disculpen la demora. Papá, Bertha ―saluda Tristán, su voz me hace temblar―. Ella es Dinora, la estarán viendo seguido.Dana abre la boca como en un intento de corregir su nombre, pero al final se encoge y toma asiento.Volteo a ver a Juan Pablo, él también me lanza una mirada. Está tan sorprendido como yo.Tanto el hombre como la mujer intercambian una fugaz mirada de impresión, el papá mira con la ceja arqueada y un brillo de respeto a Trist
No sé cuanto tiempo ha pasado, pero cuando regreso a la mesa, ya hay copas servidas con vino tinto. Me muero de la pena, pero alzo la cabeza y sonrío como si nada. Perdí la dignidad, pero tengo que aparentar que no. Los lugares han cambiado ahora, Tristán se halla junto a Juan Pablo mientras que Dana está junto a Ventura. A mí me toca junto al señor y tengo que admitir que me dan ganas de correr hacia otro lado.―Es de la reserva privada ―Ventura dice mientras acerca la copa a su boca―. Es de lo mejor.Y no lo dudo, pero el ver el líquido rojizo me provoca un retortijón en el estómago. Veo como Juan Pablo da un buen trago y entonces vuelan a mi mente imágenes terroríficas. Ramiro me mira desde la tina, sus ojos azules, sin brillo, me reprochan. El agua rojiza se desborda y cae sobre el suelo. En la cocina, la chica con la que Sebastián casi se acuesta tiene una herida en el pecho, la sangre borbotea ferviente, como si se tratara de una fuente.Trago saliva, mi pulso se dispara, pero h
Invito a pasar a Dana, después de todo, es mi amiga y si vino hasta acá solo para cerciorarse de que estoy bien, lo vale. Amigas como esas no abundan. Le doy un tour rápido por la habitación, no dura más de diez segundos, pues no hay mucho que mostrar. Finalmente, nos sentamos en la cama y durante unos minutos nos quedamos en silencio. Nunca tuve un solo momento incómodo con mi mejor amiga, estuviéramos en silencio, charlando animadamente, bebiendo como si nuestro hígado fuera de acero o viendo alguna película, siempre parecía adecuado.Hoy no. En este preciso momento siento que un abismo nos separa y la única forma de cerrarlo es confesar todo, desde el principio hasta el final.He ocultado información tanto a Juan Pablo como a Dana, algunos datos que no son relevantes porque esa etapa de mi vida fue borrada. El suceso quedó atrás y todos coincidimos en que lo mejor era fingir que nunca ocurrió. Pero el acosador lo sabe. Tiene una fotografía, tal vez no sabe el contexto. O pudiera s
Lo que me tranquiliza es que Dalia y yo llegamos después de la una a la residencia y por un milagro, la tarjeta nos dio acceso. No sé qué tan frecuente sea eso, pero si llego tarde, espero correr con la misma suerte.A mitad del camino, el chofer suelta una maldición, pierde un poco el control del volante, pero rápidamente lo retoma. Sin embargo, el rin comienza a golpear contra el suelo y sé que se ha ponchado una llanta. Me asomo por la ventana y veo que detrás de nosotros hay una tabla con varios clavos sobresaliendo, eso se debió clavar. Maldita sea, sí vida, ya me quedó claro que no te agrado.―No traigo refacción ―explica el chofer cuando vuelve al auto―. Pediré ayuda al seguro.¿Qué clase de conductor no lleva llanta de refacción? Chingada madre, es básico. Es justo para evitarse estos desastres y más cuando casi va a dar la medianoche. Voy a quejarme, esto no puede ser posible. Anoto el número para levantar mi sugerencia de llevar refacción en todo momento.―Se va a tardar, se