Cuarenta y ocho.2

Después del medio tiempo los ánimos suben, la Universidad de Estrada nos ganaba por un gol, pero ahora empatamos gracias a una jugada hecha por Pavel al pasarle el balón a un compañero. Cuando el balón entra a la portería, las gradas explotan con júbilo. Los gritos, las risas y el compañerismo se puede respirar. De pronto, también grito, me levanto y salto mientras Dalia baila graciosamente a mi lado, Sebastián nos mira con cierta burla, pero de alguna forma sé que lo está disfrutando.

Los tres últimos minutos del juego son cardíacos. Gracias a Dalia que se da a la tarea de explicarme, sé que, si empatan este partido, los compañeros no habrán terminado bien porque el partido de vuelta será en Estrada y posiblemente ganen los contrincantes. Así que tienen poco tiempo para meter gol o se las verán difícil para ganar la copa.

Sabrá el cielo de donde salió el ánimo que me invade, esta emoción sin sentido por un deporte que en realidad nunca me ha gustado.

Divisar a Pavel desde este punto
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