Cuarenta y nueve.3

Ayer fue un día de mierda. El señor Diener casi me mata, hirió a sus hijos. Ventura y Tristán sangraron por ti. Cualquiera lo habría hecho para evitar un daño grave como la mutilación o la muerte. Al menos deberías haber preguntado si estaban bien. Esa casa se convirtió en un reino de caos en la noche.

Dos toques en la puerta interrumpen mi tarea de cepillarme el cabello. Me tenso inmediatamente al creer que se trata de alguno de los chicos. ¿Debería contarles lo que ocurrió? Ya me imagino el reproche de Sebastián, las preguntas en forma de ráfaga de Dalia, la mirada comprensiva de Pavel... No puedo enfrentarme a eso.

Tomo mi mochila, desenchufo el teléfono móvil que cargó hasta la mitad y me detengo a un paso de la puerta.

Dos toques, esta vez más fuertes me sobresaltan. De pronto, me llega un mensaje de Jonas, ya había olvidado al amigo de Ulruir. Instintivamente pulso el ícono para abrirlo al mismo tiempo que la persona tras la puerta habla.

―Kendra ―el tono de Tristán es casi un r
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