Cincuenta y uno.3

Aparto la mirada de Tristán y me centro en Ulruir, su cuerpo recostado en el suelo, su respiración ni siquiera se escucha. Corro hacia él y me arrodillo junto a su rostro, al tocar su mejilla siento su piel tan fría. Me quito la manta que llevo sobre los hombros para envolverla en él, no será de mucha ayuda, pero peor es nada.

Oh, mierda. Pobre Ulruir, yo lo imaginaba de regreso en Alemania o en un país en donde pudiera pasar desapercibido. No en un puto congelador.

Por alguna extraña razón me encuentro acariciando su cabello, sus mejillas, su cuello. Es que es tan pequeño, tan indefenso.

—Tiene miedo.

Tristán, quien analiza la puerta del congelador, me mira con exasperación.

—Está inconsciente, no puede tener miedo.

Vuelvo mi atención a Ulruir. Sigue siendo sospechoso de los asesinatos. Pero no tiene sentido que esté encerrado aquí, está a punto de morir. Joan. Tal vez Joan los traicionó y ahora quiere matar a los que fueron sus aliados. Y Hernán está con Pavel. Mierda. ¡Pavel!

Me ol
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