Mi teléfono timbra, pero por más que lo intente, no lo encuentro. No sé si es que he tomado mucho, si mi encuentro con Juan Pablo me ha afectado o si solo se trata del mareo que cobra fuerza por momentos.No debí beber de esa manera. Ni siquiera recuerdo exactamente qué tomé. Raquel se trajo una botella, pero también bebimos de todo lo que nos ofrecieron los grupitos por los que pasamos. Esta fiesta es un tanto diferente a las que solía ir en Sores, que tampoco eran muchas. Acá son más... Agradables.Me pregunto si habremos tomado alcohol adulterado de alguien. No. Estoy ebria, se parece un poco a la sensación que tuve hace poco más de una semana cuando bebí de más en nombre de Juan Pablo.Es tan irónico, esa vez quería que volviera y me dijera que me amaba, que todo fue un error y que seguiríamos como antes. Y hoy, hace unos minutos, lo mandé a la mierda. Me río fuertemente y me topo con un chico robusto y de aspecto imponente se atraviesa conmigo y me mira con desagrado, supongo que
Alguien se acuclilla junto a mí. Siento su calor irradiar hacia mi cuerpo. Instintivamente me pego más a él. Siento sus latidos. Inmediatamente mi corazón busca imitar su ritmo, llega un momento en que nuestros corazones se sincronizan, laten al unísono. Y poco a poco el terror y el frío desaparecen. Mis respiraciones se ralentizan y mi mundo vuelve a brillar.—Es ist Zeit.Reconozco el momento exacto en el que todo se va a la mierda. Lo sé porque el terror y el horror se mezclan con la angustia y el dolor, con la maldad y la oscuridad, con la esperanza y la luz. Con algo tan simple como lo es la empatía.Hay gritos, hay súplicas, hay mil agujas pinchando mi cuerpo. Una risa macabra, un alarido enloquecido, un llanto desconsolado, una promesa de un futuro mejor.Y el enojo, oh, la furia es contagiosa. Es jalea hirviendo que pasea por mis entrañas y me grita que lo haga. ¿Qué haga qué?No sé, de pronto es tanto, que no puedo más. Me duele demasiado, simplemente debo cerrarme, dejar sal
—¿Dana?En las películas de terror, hablar es tu sentencia de muerte, pero en este momento solo quiero llegar a mi amiga y salir de aquí.Me responde el silencio. El quejido ha guardado silencio.Dado que ni siquiera sé cómo salir de aquí, sigo adelante. Acá la luz es mucho menor, me he acostumbrado a la oscuridad, pero es difícil ver más allá de mis pasos. Rezo por no caerme y romperme una pierna.El quejido se reanuda y cobra fuerza. Lo sigo hasta llegar a una abertura por la que entreveo algo de luz. Apenas me asomo y veo una luz blanca proveniente del suelo que ilumina perfectamente a una persona amarrada a una silla, está de espaldas. Y aun así, la reconozco.—¡Dana!Corro y me pongo frente a ella. No la aprecio bien, pero tiene una mordaza en la boca y se remueve bruscamente.—Soy yo —digo apremiante—. Kendra.Sus ojos se abren en reconocimiento. Con los ojos me señala hacia la luz. Ahora que estoy cerca, veo que proviene de un teléfono. Su teléfono. Ilumino la soga que amarra s
La punzada de traición es más fuerte de lo que creí. Tristán Diener siempre me causó intriga (y no es cumplido), algunas veces incluso miedo. Y trataba de convencerme de que no era más que su mirada penetrante y sus aires de grandeza. Siempre que me inclinaba a sospechar de él, una parte de mí luchaba por buscar alternativas.No lo entiendo.Estábamos juntos en el refrigerador, pudo haber muerto, el mejor amigo de su hermana estaba a punto de morir, tal vez incluso tiene daño cerebral. ¿Qué mierda hace aquí? ¿Y por qué me mira como si su vida estuviera por derrumbarse?La mierda se ha convertido en una puta mierda y por encima de eso, está el alivio al saber que ni Ventura ni Uriel fueron culpables... Excepto por los tenis. ¿Existe la posibilidad de que fueran de Tristán?—Sé que no hay tantos sentimientos como para que tengas esa cara de estar por perder la cabeza.Belinda habla y esboza una sonrisa que pareciera agradable. Esa voz, su voz. ¡Es ella! Ahora la reconozco. La chica que
Dado que tampoco puedo permitir que mate a Giuliana así mi furia me esté rogando que sí, me lanzo hacia Belinda.—Te acercas y mato a esta —escucho a Joan decir.El debate dura un microsegundo. Prefiero a Dalia que a Giuliana.Belinda hace un ademán de apuñalar a Giuliana, Tristán se mueve para interponerse, pero entonces Belinda se detiene a un milímetro de su pecho y se voltea hacia mí.—Siempre supe que no se podía confiar en ti —me dice con odio en la mirada. ¿De qué habla? —Mira, corazón. Kendra es una hija de perra —acaricia la mejilla de Giuliana quien tiene lágrimas en los ojos—. ¿Lo sientes? Ese frío nacer desde lo más profundo y esparcirse por tu cuerpo, esas mil cuchillas perforar por dónde quiera que pasan —le quita la mordaza—. Yo también lo sentí. Es la decepción.Cuando Giuliana me mira, no hay más tristeza, no hay más ruego, solo un odio profundo.—Ella tendrá que demostrar que puede pertenecer —murmura Joan—. O la matarás, Giuli.—¿De qué mierda hablan? —cuestiono des
A la mierda los Diener, a la mierda Dana, a la mierda Juan Pablo. Si salgo de esto, directo a la policía. Si me quieren encarcelar, que lo hagan. Ya estuve ahí, no será igual, empezando porque lo único que recuerdo es que todo era triste, oscuro y difícil, seguro la cárcel será tres veces peor.Lo siguiente que noto es que Tristán se acerca a zancadas pesadas, se detiene frente a mí y me mira enfadado. Siento emanar el odio, el miedo, la intriga y la necesidad de... Besarme.—¿Qué hiciste?—Amanecí en una casa bañada en sangre —espeto, su furia de una u otra forma es contagiosa—. Vine a este maldito pueblo siguiendo a un imbécil que no me merece y terminé pasando los peores meses de mi vida.—No, ya no te creo —su voz es tan baja que debo esforzarme para escucharlo—. ¡Ve esto! Tú lo ocasionaste, sé que fuiste tú —sus ojos verdes emanan desesperación—. Dime qué está pasando.Nuestra mirada es tan profunda, que literalmente siento lo que él. Es como si fuéramos uno solo. No lo dejes sal
Octubre, 2010.El chico de las galletas no volvió al taller. Un día simplemente no asistió y dejé de verlo. Algo en él siempre me cautivó, mi primer encuentro con él fue agradable, el segundo no parecía ser él mismo. Nadie de las chicas es capaz de decirme algo sobre él, algunas solo dicen que da miedo, otras que es chico y tal vez podrían besarlo.He pasado los últimos meses intentando encontrarme de nuevo con el extraño personaje que me habló a través de la reja, pero cada vez que vengo a este lugar, me encuentro con el vacío.Y ahora no es diferente, pues del otro lado solo veo una especie de área verde. Ninguna persona.Me estoy quedando dormida cuando escucho una voz.—Hey, no te duermas o te castigarán.Lentamente muevo la cabeza para encontrarme con un par de ojos cafés. Lo reconozco, es el chico de las galletas.—¿Ya no te dan palizas?Eso me obliga a levantarme. Es él, él fue quien vio cuando la chica que se suicidó casi me mata a golpes.—Eres tú, ¿por qué no me dijiste cuan
Noviembre, 2010.Heber no es exactamente un chico muy listo. O tal vez es que Joan verdaderamente es inteligente, posiblemente un poco más que el promedio. Solo he visto a Joan dos veces, cuando me trató mal un día en taller de repostería y hoy.—Va, otro acertijo...—No, son idiotas, o tu eres idiota —dice desde su posición recostado en el pasto.Y es por eso qué, ahora me doy cuenta de que prefiero mil veces a Heber.—Si tanto te molesta, ¿para qué viniste? —pregunto impaciente—. De haber sabido que eras tú, me iba antes.Suelta una carcajada burlona, su mirada es dura, como si analizara qué tanto daño me podría hacer con las palabras. Sé que está herido, siento que está herido, sigue sangrando y solo busca una manera de cerrar la herida aun cuando la forma le cause un desgarro peor.—El llorica le dijo a él —explica despreocupado—. Él no se dio cuenta de que era yo cuando lo vi hoy. Su primera pregunta fue: ¿Y cómo está ella? Y pensé que se refería a que alguien más estaba con noso