La punzada de traición es más fuerte de lo que creí. Tristán Diener siempre me causó intriga (y no es cumplido), algunas veces incluso miedo. Y trataba de convencerme de que no era más que su mirada penetrante y sus aires de grandeza. Siempre que me inclinaba a sospechar de él, una parte de mí luchaba por buscar alternativas.No lo entiendo.Estábamos juntos en el refrigerador, pudo haber muerto, el mejor amigo de su hermana estaba a punto de morir, tal vez incluso tiene daño cerebral. ¿Qué mierda hace aquí? ¿Y por qué me mira como si su vida estuviera por derrumbarse?La mierda se ha convertido en una puta mierda y por encima de eso, está el alivio al saber que ni Ventura ni Uriel fueron culpables... Excepto por los tenis. ¿Existe la posibilidad de que fueran de Tristán?—Sé que no hay tantos sentimientos como para que tengas esa cara de estar por perder la cabeza.Belinda habla y esboza una sonrisa que pareciera agradable. Esa voz, su voz. ¡Es ella! Ahora la reconozco. La chica que
Dado que tampoco puedo permitir que mate a Giuliana así mi furia me esté rogando que sí, me lanzo hacia Belinda.—Te acercas y mato a esta —escucho a Joan decir.El debate dura un microsegundo. Prefiero a Dalia que a Giuliana.Belinda hace un ademán de apuñalar a Giuliana, Tristán se mueve para interponerse, pero entonces Belinda se detiene a un milímetro de su pecho y se voltea hacia mí.—Siempre supe que no se podía confiar en ti —me dice con odio en la mirada. ¿De qué habla? —Mira, corazón. Kendra es una hija de perra —acaricia la mejilla de Giuliana quien tiene lágrimas en los ojos—. ¿Lo sientes? Ese frío nacer desde lo más profundo y esparcirse por tu cuerpo, esas mil cuchillas perforar por dónde quiera que pasan —le quita la mordaza—. Yo también lo sentí. Es la decepción.Cuando Giuliana me mira, no hay más tristeza, no hay más ruego, solo un odio profundo.—Ella tendrá que demostrar que puede pertenecer —murmura Joan—. O la matarás, Giuli.—¿De qué mierda hablan? —cuestiono des
A la mierda los Diener, a la mierda Dana, a la mierda Juan Pablo. Si salgo de esto, directo a la policía. Si me quieren encarcelar, que lo hagan. Ya estuve ahí, no será igual, empezando porque lo único que recuerdo es que todo era triste, oscuro y difícil, seguro la cárcel será tres veces peor.Lo siguiente que noto es que Tristán se acerca a zancadas pesadas, se detiene frente a mí y me mira enfadado. Siento emanar el odio, el miedo, la intriga y la necesidad de... Besarme.—¿Qué hiciste?—Amanecí en una casa bañada en sangre —espeto, su furia de una u otra forma es contagiosa—. Vine a este maldito pueblo siguiendo a un imbécil que no me merece y terminé pasando los peores meses de mi vida.—No, ya no te creo —su voz es tan baja que debo esforzarme para escucharlo—. ¡Ve esto! Tú lo ocasionaste, sé que fuiste tú —sus ojos verdes emanan desesperación—. Dime qué está pasando.Nuestra mirada es tan profunda, que literalmente siento lo que él. Es como si fuéramos uno solo. No lo dejes sal
Octubre, 2010.El chico de las galletas no volvió al taller. Un día simplemente no asistió y dejé de verlo. Algo en él siempre me cautivó, mi primer encuentro con él fue agradable, el segundo no parecía ser él mismo. Nadie de las chicas es capaz de decirme algo sobre él, algunas solo dicen que da miedo, otras que es chico y tal vez podrían besarlo.He pasado los últimos meses intentando encontrarme de nuevo con el extraño personaje que me habló a través de la reja, pero cada vez que vengo a este lugar, me encuentro con el vacío.Y ahora no es diferente, pues del otro lado solo veo una especie de área verde. Ninguna persona.Me estoy quedando dormida cuando escucho una voz.—Hey, no te duermas o te castigarán.Lentamente muevo la cabeza para encontrarme con un par de ojos cafés. Lo reconozco, es el chico de las galletas.—¿Ya no te dan palizas?Eso me obliga a levantarme. Es él, él fue quien vio cuando la chica que se suicidó casi me mata a golpes.—Eres tú, ¿por qué no me dijiste cuan
Noviembre, 2010.Heber no es exactamente un chico muy listo. O tal vez es que Joan verdaderamente es inteligente, posiblemente un poco más que el promedio. Solo he visto a Joan dos veces, cuando me trató mal un día en taller de repostería y hoy.—Va, otro acertijo...—No, son idiotas, o tu eres idiota —dice desde su posición recostado en el pasto.Y es por eso qué, ahora me doy cuenta de que prefiero mil veces a Heber.—Si tanto te molesta, ¿para qué viniste? —pregunto impaciente—. De haber sabido que eras tú, me iba antes.Suelta una carcajada burlona, su mirada es dura, como si analizara qué tanto daño me podría hacer con las palabras. Sé que está herido, siento que está herido, sigue sangrando y solo busca una manera de cerrar la herida aun cuando la forma le cause un desgarro peor.—El llorica le dijo a él —explica despreocupado—. Él no se dio cuenta de que era yo cuando lo vi hoy. Su primera pregunta fue: ¿Y cómo está ella? Y pensé que se refería a que alguien más estaba con noso
Enero, 2011.El año comienza con dos buenas noticias: Al fin estoy curada de mi fractura de brazo y ya no hay un solo rastro de las heridas que yo sola me hice. Mi caso fue bastante sonado, pero no tanto como el caso de otra chica que se suicidó.Su nombre lo ignoro, pero sé que se tiró desde el cuarto piso de celdas. Simplemente se subió al barandal y se dejó caer. Por suerte no vi eso, si no, habría quedado traumada de por vida. O tal vez no.—¿Cómo te sientes? —me pregunta el doctor de aspecto agradable.—Bien, me ha servido el medicamento del dolor —sonrío y muevo el brazo con facilidad—. Y puedo moverme bien. Ya no me duele.—Tuviste una fisura, no es tan grave como una fractura expuesta, pero tenemos que cerciorarnos de que ya está totalmente soldada.En el reformatorio no hay una unidad de rayos X, así que me sorprendo cuando veo que trae una máquina rara y me pide que extienda el brazo.—Es portátil —anuncia—. Las maravillas de la tecnología.Una vez que vemos que mi brazo se
—Tal vez también tengo una enfermedad mental —eso tendría mucho sentido—. Me pregunto si necesito ver a un psiquiatra.—Podría recomendarte al mío, pero es muy especial, no acepta a cualquiera.Eso es incluso gracioso, como si pudiera simplemente darme una tarjeta y yo hablara preguntando cuándo tienen cita libre.—Mi mamá tiene depresión, las enfermedades son hereditarias o eso me dijeron.—Podría ser... Oye, si tu sientes lo que los demás, ¿ellos podrían sentir lo que tú?Esa es una pregunta que no me habría plantado ni en un millón de años.Me encojo de hombros y lo miro como si no me importar, aunque definitivamente es interesante.—Vamos, inténtalo —dice animado—. Intenta que yo sienta algo.Lo hago solo para probarle que no funcionará. Cierro los ojos para imaginar lo que se siente ser feliz, es ver a una persona que quieres, es estar conforme con uno mismo, es ver que haz logrado por lo que tanto haz luchado, es saber que las personas a las que más quieres están bien. Cuando ab
Diciembre 2011Mi vida se convierte en un vacío. Tengo la sensación de haber perdido algo de suma importancia. Algo que me pertenecía y que me fue arrebatado.Asisto a clases, leo en la biblioteca, cumplo con hacer actividad física y voy a repostería. Algo en el taller me causa nostalgia, pero no logro entender qué. Me siento vacía. Cuando duermo todo es negro, todo está en silencio.Mi tiempo en este lugar está llegando a su fin. Mi tía vino a visitarme el fin de semana anterior, comentó que mi madre está mucho mejor, que para mi regreso ella estará como antes, como cuando era feliz.Estando en mi celda, meditando sobre lo que haré al volver a casa, una guardia me llama. La sigo por los pasillos mientras algunas chicas me miran curiosas, otras solo parecen querer asesinarme. Llego al pabellón del hospital y me congelo. ¿Qué me van a hacer? Yo estoy bien de salud. Esto debe ser una mala señal.Asustada, retrocedo, pero la guardia me empuja hasta meterme en un cubículo que parece una e