Siento una fuerte sacudida, después otra y entonces una mucho más fuerte. La gélida mano de alguien me toma por el cuello como intentando levantarme, pero no puedo. No quiero. Su frío tacto no es agradable, hay miedo de por medio, un terror naciente cuya semilla empieza a germinar, se cuela por sus poros e invade su cuerpo. Impotencia, duda... lucha, aún hay esperanza y debo pelear.—¡Kendra no te duermas!Y logro incorporarme un poco. Veo los ojos de Tristán e intento no perderme en ellos, no quisiera mezclar su miedo con mi derrota, necesitamos a alguien que siga luchando. La única forma de no cerrar los ojos y dejarme llevar, es hablar y de pronto se me ha ocurrido algo.—Haces miniaturas —incluso hablar es difícil—. Eres bueno.—En realidad no, pero puedo intentar hacerte una —sus labios adquieren un tinte morado—. Solo si sigues despierta.—No me gustan.Me mira extrañado, como si no pensara que estuviera del todo consciente.—Ulruir no podrá lograrlo —traga saliva—. Ya no lo cre
—Merecen saber la verdad —me acerco a él—. También han pasado por lo que yo.Estoy por decirle que una de ellas era Dalia quien casualmente es la novia de Andrés. Dalia se pasó al bando contrario o al menos eso pareció. ¿Habrá sido una de las que nos encerró en el refrigerador? No puedo creerlo, ¿sería capaz de encerrarme con tal de salvar a su novio? Mejor pregúntate, ¿serías capaz de encerrar a alguien en un congelador con tal de salvar a tu madre? No lo sé.Antes de poder decir algo, siento un cambio drástico en Uriel. Se aleja de mí en un movimiento brusco. Con dolor me doy cuenta de que me está repeliendo. Puedo sentir su rechazo demasiado...¿forzado?—Puedes quedarte en alguna recámara de visitas —dice sin mirarme mientras sube las escaleras—. Cuando todos regresen discutiremos la situación.No puede dejarme así, no puede dejarme aquí. Subo detrás de él sin importarme lo tonta que estoy actuando. No puede decirme que tenía miedo de perderme y de pronto fingir que me detesta.Abr
Enero, 2018.El sonido de la música resulta molesto, pero los gritos y risas de la gente son peores. Es como el mar de caos en el que nadie desea hundirse y aún así, lo hace. Una fiesta en la mansión de los populares.No sé en qué momento se me ocurrió acompañar a Raquel. Llevo cuatro días de conocerla y definitivamente me agrada, pero tal vez venir fue un error. Mis fiestas de preparatoria se reducían a una reunión con alcohol clandestino y risas en el patio, los padres haciéndose de la vista gorda en su habitación y los adolescentes jugando a ser mayores.Las fiestas universitarias cambiaron. Ya no había alcohol clandestino, ya no había padres descansando en sus habitaciones mientras los chicos hacían desastres abajo. Todo era un desconecte total, el suspiro de las decisiones, el respiro de la libertad. Y de vez en cuando me agradaba, pero nunca fui de esas que iban a perderse en alcohol cada fin de semana. Prefería algo más tranquilo. Igual Juan Pablo.Preferíamos encerrarnos en s
Sentir a Uriel es tan liberador, se siente tan correcto. Lo que sea que esté murmurando en alemán, está bien, no me importa. Solo me centro en el sabor de su sangre en mi lengua, de sus labios recorriendo mi cuerpo desnudo. Mis manos en su cabello imploran por más, quiero más de él, quiero todo de él, quiero... No.Esto no tiene sentido. Gran parte de mí siente que lo mejor es entregarme a Uriel, permitirle hacerme tan suya como hacerlo mío. Pero eso está mal... No, mal no, solo que no es el momento. Es demasiado pronto. Lo conocí hace un mes y aunque ha sido de gran ayuda en el caso, no es suficiente.Debo controlarme, controlarlo, controlarnos.Uriel se tensa. Cuando me ve, su mirada es una plegaria.—No, por favor no.¿No qué? No puedo seguir adelante, no cuando mi vida y la de otros se está cayendo a pedazos. No cuando le dije que lo amaba cuando eso no es cierto.Este momento en específico me hace recordar aquella vez en que Ventura me rogó que no hiciéramos nada. Es tan vago el
—Le creo —murmuro—. Dudo que Pavel sea malo.—Kendra —sus ojos encuentran los míos—. En este mundo hay gente mala, muy mala y no puedes ir pensando que todos tienen un lado bondadoso que va a relucir en algún momento. Ahora somos tú y yo. Solo los dos y tenemos que sobrevivir."Somos tú y yo." Algo en eso me genera un pánico indescriptible. Todos ellos están conectados de alguna forma: Dalia con Andrés, Pavel con Hernán. Sebastián tiene razón: Solo nos tenemos el uno al otro.—Tenemos que ir a la policía.Lentamente y casi como si no lo pensara, Sebastián alza la mano hasta acariciar mi mejilla, limpia una lágrima que no sentí caer. Su expresión es de agobio, de incertidumbre, nunca lo... Sentí tan desesperado. Porque ahora se debate entre cumplir mi deseo o darse un momento para pensar en otra solución.—Por favor.Y es lo único que necesita para aceptar.Suspira, aparta la mirada y me toma de la mano. Su tacto es reconfortante, algo familiar en toda la mierda que está pasando.Una v
Mi teléfono timbra, pero por más que lo intente, no lo encuentro. No sé si es que he tomado mucho, si mi encuentro con Juan Pablo me ha afectado o si solo se trata del mareo que cobra fuerza por momentos.No debí beber de esa manera. Ni siquiera recuerdo exactamente qué tomé. Raquel se trajo una botella, pero también bebimos de todo lo que nos ofrecieron los grupitos por los que pasamos. Esta fiesta es un tanto diferente a las que solía ir en Sores, que tampoco eran muchas. Acá son más... Agradables.Me pregunto si habremos tomado alcohol adulterado de alguien. No. Estoy ebria, se parece un poco a la sensación que tuve hace poco más de una semana cuando bebí de más en nombre de Juan Pablo.Es tan irónico, esa vez quería que volviera y me dijera que me amaba, que todo fue un error y que seguiríamos como antes. Y hoy, hace unos minutos, lo mandé a la mierda. Me río fuertemente y me topo con un chico robusto y de aspecto imponente se atraviesa conmigo y me mira con desagrado, supongo que
Alguien se acuclilla junto a mí. Siento su calor irradiar hacia mi cuerpo. Instintivamente me pego más a él. Siento sus latidos. Inmediatamente mi corazón busca imitar su ritmo, llega un momento en que nuestros corazones se sincronizan, laten al unísono. Y poco a poco el terror y el frío desaparecen. Mis respiraciones se ralentizan y mi mundo vuelve a brillar.—Es ist Zeit.Reconozco el momento exacto en el que todo se va a la mierda. Lo sé porque el terror y el horror se mezclan con la angustia y el dolor, con la maldad y la oscuridad, con la esperanza y la luz. Con algo tan simple como lo es la empatía.Hay gritos, hay súplicas, hay mil agujas pinchando mi cuerpo. Una risa macabra, un alarido enloquecido, un llanto desconsolado, una promesa de un futuro mejor.Y el enojo, oh, la furia es contagiosa. Es jalea hirviendo que pasea por mis entrañas y me grita que lo haga. ¿Qué haga qué?No sé, de pronto es tanto, que no puedo más. Me duele demasiado, simplemente debo cerrarme, dejar sal
—¿Dana?En las películas de terror, hablar es tu sentencia de muerte, pero en este momento solo quiero llegar a mi amiga y salir de aquí.Me responde el silencio. El quejido ha guardado silencio.Dado que ni siquiera sé cómo salir de aquí, sigo adelante. Acá la luz es mucho menor, me he acostumbrado a la oscuridad, pero es difícil ver más allá de mis pasos. Rezo por no caerme y romperme una pierna.El quejido se reanuda y cobra fuerza. Lo sigo hasta llegar a una abertura por la que entreveo algo de luz. Apenas me asomo y veo una luz blanca proveniente del suelo que ilumina perfectamente a una persona amarrada a una silla, está de espaldas. Y aun así, la reconozco.—¡Dana!Corro y me pongo frente a ella. No la aprecio bien, pero tiene una mordaza en la boca y se remueve bruscamente.—Soy yo —digo apremiante—. Kendra.Sus ojos se abren en reconocimiento. Con los ojos me señala hacia la luz. Ahora que estoy cerca, veo que proviene de un teléfono. Su teléfono. Ilumino la soga que amarra s