Enero, 2010La abogada habla con mi tía, aquella tía de la que escasas veces oí hablar y jamás vi. Llegó un día después de la catástrofe, me impresionó la rapidez con la que se presentó. Mamá apenas hablaba, pero creo que mi tía entendió que estábamos en una situación fatídica. Aquella madrugada los policías y demás gente imponente nos hicieron incontables preguntas. Mamá entró en un extraño estado que me provocó más dolor del que alguna vez presencié, fue como sentir mil agujas clavarse en mi pecho y quemarse repentinamente, fue como perder la cordura por un segundo y recuperarla en la siguiente respiración. Pero mamá no la recuperó.Las siguientes horas fueron un remolino de incertidumbre y miedo, más que nada miedo. No supe qué ocurrió exactamente con mamá, pero nadie me decía nada. Durante mucho tiempo estuve sentada en una incómoda silla viendo entrar y salir gente, un guardia acompañándome siempre.Me quedé dormida. Cuando una mujer de facciones duras y ojos analíticos me desper
Más tarde no puedo evitar pensar en la chica golpeada, no la volví a ver después de la comida y eso que la estuve buscando. No vi bien su rostro, porque me centré únicamente en sus ojos, ese brillo asustado. Y entonces el dolor cae sobre mí como un balde de agua fría.Los músculos de mi cuerpo se tensan tan fuerte que duele, mi pecho se oprime con fuerza y me impide respirar. Cada latido del corazón punza y envía una oleada de fuego por todo mi cuerpo. Me duele, me arde, me estoy muriendo. Y es hasta después que sé que no es más que miedo. Un miedo tan profundo que es capaz de penetrar mi alma y carcomer mi mente.Mis alaridos queman mi garganta, pero no puedo evitarlo, solo quiero deshacerme de esta sensación. Sensaciones. No es una, son cientos. Desde tristeza a terror, desde aburrimiento hasta un júbilo inexplicable, desde angustia hasta nostalgia.A partir de eso todo empeora. Cada noche, sin falta, el remolino de emociones me embarga. Se apodera de mí durante una hora y entonces
Aparto la mirada de Tristán y me centro en Ulruir, su cuerpo recostado en el suelo, su respiración ni siquiera se escucha. Corro hacia él y me arrodillo junto a su rostro, al tocar su mejilla siento su piel tan fría. Me quito la manta que llevo sobre los hombros para envolverla en él, no será de mucha ayuda, pero peor es nada.Oh, mierda. Pobre Ulruir, yo lo imaginaba de regreso en Alemania o en un país en donde pudiera pasar desapercibido. No en un puto congelador.Por alguna extraña razón me encuentro acariciando su cabello, sus mejillas, su cuello. Es que es tan pequeño, tan indefenso.—Tiene miedo.Tristán, quien analiza la puerta del congelador, me mira con exasperación.—Está inconsciente, no puede tener miedo.Vuelvo mi atención a Ulruir. Sigue siendo sospechoso de los asesinatos. Pero no tiene sentido que esté encerrado aquí, está a punto de morir. Joan. Tal vez Joan los traicionó y ahora quiere matar a los que fueron sus aliados. Y Hernán está con Pavel. Mierda. ¡Pavel!Me ol
Abril, 2010.El suicidio de la chica de cabello parecido a pastizal seco aun pende sobre mi cabeza. Para ser sincera, nadie la extraña, incluso a sus "amigas" les caía mal y después de sentir la maldad pura en ella, supe que el mundo es un poco mejor sin ella viviendo. Es un mal pensamiento, sobre todo porque tenía dieciséis.Por alguna extraña razón se golpeo la cabeza con los barrotes de su celda hasta que simplemente colapsó. No vi el cuerpo y no tuve la curiosidad por saberlo, pero su rostro quedó deformado, irreconocible. Jamás creí que fuera capaz de hacer semejante cosa, mi idea de ella era que vivía para dañar a otros, no a sí misma.Tal vez al final le cayó el peso de la culpa y no lo soportó. O tal vez alguien la mandó matar y las guardias hicieron de la vista gorda. Son expertas en eso. Puede ser que al final, simplemente inventaron la historia para justificar su muerte.Durante unas semanas me dejan en paz, voy a clase, horneo galletas como si fuera una abuela y finjo disf
Siento una fuerte sacudida, después otra y entonces una mucho más fuerte. La gélida mano de alguien me toma por el cuello como intentando levantarme, pero no puedo. No quiero. Su frío tacto no es agradable, hay miedo de por medio, un terror naciente cuya semilla empieza a germinar, se cuela por sus poros e invade su cuerpo. Impotencia, duda... lucha, aún hay esperanza y debo pelear.—¡Kendra no te duermas!Y logro incorporarme un poco. Veo los ojos de Tristán e intento no perderme en ellos, no quisiera mezclar su miedo con mi derrota, necesitamos a alguien que siga luchando. La única forma de no cerrar los ojos y dejarme llevar, es hablar y de pronto se me ha ocurrido algo.—Haces miniaturas —incluso hablar es difícil—. Eres bueno.—En realidad no, pero puedo intentar hacerte una —sus labios adquieren un tinte morado—. Solo si sigues despierta.—No me gustan.Me mira extrañado, como si no pensara que estuviera del todo consciente.—Ulruir no podrá lograrlo —traga saliva—. Ya no lo cre
—Merecen saber la verdad —me acerco a él—. También han pasado por lo que yo.Estoy por decirle que una de ellas era Dalia quien casualmente es la novia de Andrés. Dalia se pasó al bando contrario o al menos eso pareció. ¿Habrá sido una de las que nos encerró en el refrigerador? No puedo creerlo, ¿sería capaz de encerrarme con tal de salvar a su novio? Mejor pregúntate, ¿serías capaz de encerrar a alguien en un congelador con tal de salvar a tu madre? No lo sé.Antes de poder decir algo, siento un cambio drástico en Uriel. Se aleja de mí en un movimiento brusco. Con dolor me doy cuenta de que me está repeliendo. Puedo sentir su rechazo demasiado...¿forzado?—Puedes quedarte en alguna recámara de visitas —dice sin mirarme mientras sube las escaleras—. Cuando todos regresen discutiremos la situación.No puede dejarme así, no puede dejarme aquí. Subo detrás de él sin importarme lo tonta que estoy actuando. No puede decirme que tenía miedo de perderme y de pronto fingir que me detesta.Abr
Enero, 2018.El sonido de la música resulta molesto, pero los gritos y risas de la gente son peores. Es como el mar de caos en el que nadie desea hundirse y aún así, lo hace. Una fiesta en la mansión de los populares.No sé en qué momento se me ocurrió acompañar a Raquel. Llevo cuatro días de conocerla y definitivamente me agrada, pero tal vez venir fue un error. Mis fiestas de preparatoria se reducían a una reunión con alcohol clandestino y risas en el patio, los padres haciéndose de la vista gorda en su habitación y los adolescentes jugando a ser mayores.Las fiestas universitarias cambiaron. Ya no había alcohol clandestino, ya no había padres descansando en sus habitaciones mientras los chicos hacían desastres abajo. Todo era un desconecte total, el suspiro de las decisiones, el respiro de la libertad. Y de vez en cuando me agradaba, pero nunca fui de esas que iban a perderse en alcohol cada fin de semana. Prefería algo más tranquilo. Igual Juan Pablo.Preferíamos encerrarnos en s
Sentir a Uriel es tan liberador, se siente tan correcto. Lo que sea que esté murmurando en alemán, está bien, no me importa. Solo me centro en el sabor de su sangre en mi lengua, de sus labios recorriendo mi cuerpo desnudo. Mis manos en su cabello imploran por más, quiero más de él, quiero todo de él, quiero... No.Esto no tiene sentido. Gran parte de mí siente que lo mejor es entregarme a Uriel, permitirle hacerme tan suya como hacerlo mío. Pero eso está mal... No, mal no, solo que no es el momento. Es demasiado pronto. Lo conocí hace un mes y aunque ha sido de gran ayuda en el caso, no es suficiente.Debo controlarme, controlarlo, controlarnos.Uriel se tensa. Cuando me ve, su mirada es una plegaria.—No, por favor no.¿No qué? No puedo seguir adelante, no cuando mi vida y la de otros se está cayendo a pedazos. No cuando le dije que lo amaba cuando eso no es cierto.Este momento en específico me hace recordar aquella vez en que Ventura me rogó que no hiciéramos nada. Es tan vago el