William tuvo que permanecer en el hospital por varios días. Seguía sin poder ver a Kathryn, pero al menos sabía que estaba bien. Cuando Riker finalmente cayó toda su red se desmoronó con él, de a poco habían conseguido dar con cada uno de sus secuaces y en cuestión de semanas todos sus laboratorios quedaron fuera de juego. Pero no fue lo único que se desarmó en pedazos. Kathryn había regresado a su vida con un fuerte dolor en el pecho y el corazón. En el último segundo había demostrado de que estaba hecha, enfrentando el miedo de lleno y salvándole la vida a William. Pero esa demostración había drenado todas las fuerzas de su interior; no recordaba haberse sentido tan débil y vulnerable nunca. Para colmo no solo Cecil había renunciado, ahora Paul también quería dejarla. Lo cierto era que Paul tampoco podía seguir resistiendo más, Kathryn era un pozo que lo absorbía por completo y ni siquiera podía decirle que la amaba, menos todo lo que había hecho por ella a sus espaldas. Tenía que
Finalmente lo tenía todo, el dinero, la posición, los bienes. Les arrebató todo, saldó las cuentas y no sabía porque ahora sentía ese vacío en la boca del estómago.-¡Ese condenado "sacerdote", me está haciendo dudar otra vez! - Pensó Katrhyn con rabia. Miró a su alrededor, las cortinas blancas, los vidrios transparentes, la ciudad ahí debajo bulliciosa como siempre. La gente se veía como hormigas pequeñitas y apuradas y en su mente se formó la imagen de cómo son fácilmente aplastadas por las suelas de los zapatos. Así como ella había hecho con sus enemigos y a pesar del nudo en el estómago se le dibujó un sonrisa.Un golpe en la puerta la hizo salir de sus pensamientos. - Pasa - dijo y su secretaria entró con una bandeja con café. Lo dejó sobre la pequeña mesita junto al gran sillón, como era habitual, hizo un leve gesto con la cabeza y salió. Así se manejaban sus empleados con ella, no le temían, sino que les inspiraba un profundo respeto, casi reverencial. Y se lo había ganado a ba
Por la pequeña ventana que daba a la altura de la calle podía verse la gente ir y venir, el ruido del tránsito se distinguía muy cerca y en la esquina un grupo de músicos callejeros tocaba algo. Pero dentro de la habitación donde dos hombres estaban reunidos casi no podía oírse nada.-Katrhyn S. Withehouse, 35 años, dueña y directora de Withehouse Sport. - Le informó el hombre de cabello rubio al otro sentado del lado contrario de la mesa.-Lo sé bien. - Respondió.-Bueno, entonces ya sabes lo que hay que hacer. Es la única conexión que tenemos y lo lamento por ti, pero vamos a utilizarla. --Muy bien, pero será bajo mis condiciones. Sabes cómo es esto. - Dijo haciendo una mueca con la boca.Al de cabellos rubios no le gustó nada la actitud de este hombre alto que se cubría el rostro con unos lentes negros, sombrero y bufanda, pero tenía sus órdenes y todo lo que le importaba era el resultado. Era de esos tipos a los que solo les interesa el dinero depositado luego de un trabajo bien
El despertador sonó a las 6:30 de la mañana, como todas las mañanas. Pero esta se percibía diferente. Al apagar la alarma, Kathryn sintió una pesadumbre en el cuerpo como hacía mucho no le sucedía. Incertidumbre, pena, desazón. Ya habían pasado algunos años desde que su única preocupación eran asuntos de la empresa y de un día para el otro no podía pensar en nada más que en un hombre.¿Cómo la sacó tan facilmente de su enfoque diario? Su meta en la vida ya la había conseguido y estaba yendo a pasos firmes por su propio camino. Y él apareció para poner todo patas arriba. La máquina de café hizo un pitido avisándole que ya estaba listo. Pero al acercarlo a su boca el aroma le produjo nauseas, para una adicta al café como ella eso era una clara señal de que todo su equilibrado y detallado sistema se estaba desmoronando y comenzaría a mal funcionar si no tomaba cartas en el asunto y lo detenía.Se duchó y se vistió. Mientras se maquillaba recibió la llamada matutina de Paul.- Buen día, K
Kathryn volvió derrotada a la oficina solo 20 minutos antes de que su reunión comenzara. El Padre Michael tampoco sabía nada, al menos eso fue lo que sostuvo con firmeza hasta que ella se marchó.No iba a decirle una palabra en absoluto. Todo esto debía terminar aquí y ahora antes de que se volviese un peligro para Kath. No debió aceptar a William en primer lugar, pero tampoco podía negarse a ayudar a alguien que lo necesitara como él en ese momento. Nunca imaginó por un segundo que Kathryn entraría en la ecuación y jugaría un papel tan importante. Cuando cruzó la puerta de su oficina Paul la esperaba ansioso. Debían ir al salón de conferencias porque los de Princo ya estaban allí, llegaron antes. Su cara al verla se trasformó, era evidente que no se encontraba bien pero tampoco iba a preguntarle. En parte sabía de donde venía y a que había ido y en parte no quería oírla hablar de William. De todas maneras, se dio cuenta de que no tenía nada. Respiró profundo y le dijo que estaban es
20 años atrásEl estómago le hacía ruido y le dolía, llevaba dos días a agua de los bebederos del parque y un paquete de galletas que ya se habían terminado. Se notaba en su ropa que había perdido algo de peso, los cordones del pantalón deportivo ya no podían ajustarse más. No le quedaba nada más por vender y esa noche volvería a quedar en la calle, nadie la alojaría sin dinero en el bolsillo, ni siquiera la casera de la pensión que por momentos se apiadaba de ella. Ya le había dicho la noche anterior que no regresara si no tenía para pagarle.Kathryn suspiró con algo de tristeza, pero estaba decidida a salir adelante. Quizá si iba por las calles laterales de la avenida conseguiría algún pequeño trabajo por ese día que le permitiera comer y asegurarse un techo por la noche. Tomó su mochila que a esta altura ya estaba bastante sucia, se sacudió algunas hojas del pelo y comenzó a caminar.Llegó hasta la florería y pudo ver a un grupo de gente haciendo fila una calle más allá, miró un po
-No entiendo para que lo contactaste, Kathryn, ya te dijeron de la misma embajada que no está en Salcedo. –-Lo sé, Paul, pero es el último recurso que me quedaba y lo utilicé. –-Estas obsesionada con ese tipo. Sigo sin entender para que involucraste a un agente de Inteligencia. Sería mejor que sólo lo perdieras de vista de una buena vez y acabes con este juego tuyo. –-No es un juego. –Él lo sabía, sabía que para ella no era un juego. Sabía que iría hasta las últimas consecuencias por hallarlo y eso lo estaba matando. ¿Cómo era posible que este hombre que apareció de la nada de pronto se estuviera llevando a la única mujer que había amado en su vida?-Sabes bien que logro mis objetivos sin importar el tiempo que me lleve. Entiendo que estés preocupado, pero es algo que debo hacer. Sabes como soy. –-Me parece que estas exagerando, vas a invertir una buena cantidad para pagarle los favores a este agente. –-No me interesa eso, Paul. Tengo el dinero para ponerlo a trabajar y es todo
El día que Kathryn se enteró que William no era un sacerdote todo comenzó a encajar en su lugar. Esto la convertía en una mujer “normal”, no en una desquiciada que sentía una atracción hacia un hombre de la Iglesia. Pero también la enfureció, la había estado engañando descaradamente y sin signos de remordimiento. William ya llevaba más de un año oficiando misas junto al Padre Michael y ella iba siempre. Cada domingo estaba en la parroquia, la presencia del “sacerdote” de porte riguroso le generaba un cosquilleo de anticipación en el estómago cada sábado por la noche. En su cabeza se decía a ella misma que lo mejor era no ir, pero algo la impulsaba la mañana siguiente para vestirse y asistir. A esta altura ya se veían fuera del ámbito religioso, como amigos. Solían reunirse en el parque o en algún café y él vestía ropa civil que revelaba un poco más de su cuerpo escondido debajo de la sotana. Espalda ancha, antebrazos bien trabajados, piernas largas. Al principio, Kathryn creía que s