Capítulo 72

Tanto Urriaga como su hijo decidieron guardar la calma, al menos en apariencia; ambos compartían el amor y la preocupación por Estela.

Entendían que la mujer no debía experimentar emociones intensas. Así que, sin siquiera cruzar miradas, permanecieron en silencio en la sala. Al mismo tiempo, la embarazada se trababa al hablar. Se sentía sofocada, y un dolor en la nuca la obligó a recostarse un rato.

Urriaga, desesperado por encontrarse con su abogado de confianza y conocer personalmente el estado del caso de su hijo, se levantó de manera abrupta y, con el tono de voz más sereno que pudo fingir, le dijo que iría a arreglar unos asuntos.

—Mi mamá no se encuentra bien de salud y, ¿la vas a dejar así como si nada? —Iván brincó del sillón y se puso de pie.

—Discúlpame por ser egoísta y priorizar que mi hijo mayor no sea asesinado por reclusos —objetó el hombre. Sin ánimo de seguir la discusión, avanzó hacia la puerta.

—No me encuentro bien —alcanzó a gritar Estela.

Urriaga detuvo sus pasos
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