Capítulo 60

El cielo se tornó oscuro, y las pocas estrellas visibles tiritaban de fondo.

—Iré a cerciorarme de que es mentira entonces —dijo con voz firme Urriaga al teléfono.

La discusión con su esposa llevaba ya diez minutos y no parecía tener fin. Él le había platicado todo lo que le contó su nuera en busca de un consejo.

Sin embargo, Estela le comentó sin tacto alguno que Ariadna era una mentirosa. Una jovencita embustera que le gustaba inventar cosas para salirse con la suya. Que de seguro, todo eso se trataba de una absurda idea de llamar la atención, y ahora, de ver que el karma la alcanzó, quería terminar bien parada con cuentos baratos.

—Tengo náuseas, dolor de pies, no aguanto la fatiga y lo que pido no es difícil. Ven a mi lado. Olvídate de las mentiras de esa muchachita —le reclamó, cansada de aguantar ese tipo de tratos. Harta de casi suplicar por atención.

—No voy a tardar —le repitió—. Te haré un masaje de pies en cuanto llegue a casa.

—No. Ven ahora, por favor —le dijo Estela co
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