Capítulo 40

La luz blanca de la tienda lastimaba sus sensibles ojos. Mía deseaba que su atuendo fuera una sorpresa; sin embargo, Iván insistió en acompañarla. En un día normal, ella vestía unos jeans y una blusa sencilla, más aún si se trataba de atender en la ferretería de su tío.

―Este me gusta ―dijo Iván, mientras señalaba un vestido blanco entallado en el aparador con escote descubierto.

―No estoy segura ―respondió Mía con los ojos entrecerrados. El corte era lindo y se imaginó cómo resaltaría sus curvas, pero el problema radicaba en su suegra. Aunque no lo dijera, se percibía cierta tensión con ella.

―Bueno, no sé mucho de vestidos ―Iván se encogió de hombros. Los pies le dolían; ya habían visitado tres tiendas y lamentaba estrenar sus tenis para esa ocasión. En general, las compras le eran aburridas. No obstante, comprendía que lo que a él le resultaba tedioso, a las mujeres les fascinaba y entretenía.

―Entremos ―pidió ella con voz suplicante, intuía que en cualquier momento su prometido le
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