Capítulo 22

Cuando el cerebro de Ariadna terminó de procesar la pregunta, su postura se puso rígida. Agachó la cabeza, con unas ganas insanas de ponerse a llorar.

—Yo…

—No debes sentir vergüenza. No sé si sabías que en cada camada de cachorros siempre hay uno excepcional. Quizá los bobos sentimentalistas digan que elegir al más débil es altruista —tosió un poco—, hipocresía. Todos queremos lo mejor, siempre. No te culpo por escoger la opción adecuada.

Las mejillas de Ariadna se encendieron pues pasó de una horrible persona a una caza fortunas.

—Es una larga historia —le dijo Ariadna finalmente, con voz queda. Se acomodó su blusa verde olivo por décima vez, mientras subía y bajaba la mirada.

—El tiempo no me sobra, así que comienza —la instó Irina.

Sin tener otra opción, Ariadna contó la historia elaborada por Nathan. Su suegra no quitó los ojos de encima, como si pudiera detectar las mentiras a kilómetros de distancia.

—Eso es todo —dijo al terminar su “historia de amor”.

Irina ladeó la cabeza,
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