Capítulo 12
Jennifer sentada en el sofá de la sala, esperaba con paciencia la llegada del señor. Así, cuando la puerta se abrió, se levantó y lo saludó con entusiasmo.

—No tienes que esperarme despierta, ya no soy un crío —le dijo Nathan, su mirada se posó en los ojos hinchados de Jennifer.

Ella se aclaró la garganta y alegó que esas eran los efectos secundarios de haberlo cuidado desde muy joven. Nathan le sonrió de lado. Jennifer recordó por qué lo había esperado, y sin preámbulos le contó un mensaje que había recibido Ariadna.

—¿Y? —Nathan resopló.

—¿Qué tal si recibió un mensaje del hijo del señor Urriaga?

La sola mención de su medio hermano le hizo apretar la mandíbula. Sus ojos, que antes mostraban desinterés, en ese momento se veían furiosos.

—Gracias por informarme —masculló. Y, sin perder tiempo subió al cuarto de su esposa.

Al estar frente a la puerta, entró sin tocar y enseguida le exigió que le diera su teléfono.

Ariadna, sentada en la cama le dijo que era una persona
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