Capítulo 16
Los ojos de Ariadna se concentraron en el personal del hospital, el ambiente acelerado, las paredes blancas. El olor a desinfectante inundaba sus fosas nasales.

Nathan la guiaba hacia la parte más alta del edificio.

Al quedar frente a la puerta, le susurró que repasara mentalmente lo que iba a decir.

Ella asintió, mientras su esposo pedía permiso para entrar. La enfermera en el interior de la habitación les dio el pase.

Ariadna caminó detrás de él, y sus ojos decididos se volvieron titubeantes.

La mujer postrada en cama mostraba una palidez cerúlea, con un turbante rosa palo en la cabeza. Cada línea de su rostro marcada por la fatiga y el dolor. A pesar de la fragilidad que emanaba de su ser, sus ojos mantenían una altivez irreductible.

—Mamá —le saludó entre tartamudeos—, ella es mi amada esposa, su nombre es Ariadna.

—Hola, señora…

—Irina —intervino la mujer en cama—, señora Irina.

Nathan agachó la cabeza, le había dicho con antelación a Ariadna que la distinción
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