GRACIAS POR LEER. Te invito a seguirme en mi pagina de Face book como: Miladys Caroline para enterarte de mis próximos proyectos. Aprovecho para agradecerles por acompañarme en esta historia que, aunque tenia mas para dar, muchas no están listas para un protagonista como Leonas, que se aleja del típico hombre que hace hace llorar a la chica hasta el ultimo capitulo y por eso bajo mucho el rendimiento. Ni modo. ¡Nos leemos pronto!
— Señor, esta es la mujer que lleva meses buscando — Leonas Ferreira, el secretario y jefe de seguridad de Santos, le extendió un documento de varias páginas sobre el escritorio — Su nombre completo es Ana Paula Almeida. Hija de madre soltera. Su padre las abandonó antes de que nacieran.Santos alzó la vista.— ¿Plural?— Sí, señor. Tiene una hermana gemela, pero hace años que no hay comunicación entre ellas.— ¿Y te aseguraste de que esto no se trate de una confusión y estemos acusando a la hermana equivocada? — no quería errores a la hora de arremeter contra la asesina de su hermano.— Lo hice, señor, pero efectivamente la joven que busca es Ana Paula. Ha tenido varios problemas con la ley por robos menores a tiendas y chantaje. Su nombre figura en la base de datos policial. Es la misma mujer que intentó estafar a su hermano.Santos asintió y cruzó las manos sobre el escritorio.— Cuéntame sobre esa hermana gemela. ¿Por qué razón no existe comunicación entre ellas?— Eso no lo sé, s
Ana Paula ahogó un jadeo de impresión ante el espécimen masculino de metro noventa que se plantó frente a ella y la miró con esos poderos ojos azules.— ¿De quién es ese hijo? — fue lo primero que preguntó Santos Torrealba al tenerla a un endemoniado metro de distancia.Ana Paula dio un paso hacia atrás y se llevó las manos de forma protectora a su vientre.— ¿Perdona…? — consiguió preguntar, sin comprender quién era ese hombre o que quería de ella.— Me escuchaste bien. ¿De quién es ese hijo que tienes allí dentro? — señaló con gesto despectivo su vientre.— Es mío.Santos rio sin gracia y echó mano a su bolsillo antes de sacar el móvil y llevárselo a la oreja.— ¿Cuánto demorará la policía en llegar?Cuando Ana Paula escuchó aquellas palabras, sus ojos se abrieron de par en par y su corazón latió desmesuradamente dentro de su caja torácica. Se sintió aterrada, y sin saber por qué, intentó huir, pero ese hombre era más rápido y fuerte y la detuvo a unos metros.Ella chilló.— ¡No me
Ana Paula se dejó caer en el colchón de su cama con gesto asombrado y asustado.Muerto.Cesar estaba… muerto.Se llevó una mano al vientre y otra la boca. Dios. ¿Cómo y cuándo había sucedido? ¿Fue después de haberle dejado esa carta? ¿Cómo murió? ¿Dónde estaba enterrado su cuerpo? Y sobre todo… ¿Por qué ese hombre la acusaba de ser su asesina?Tantas preguntas y tan pocas respuestas.¿Y ahora… que se supone que haría? ¿Y si intentaba escapar? No… ¿Por qué haría tal cosa? Ella no había cometido ningún delito, pero él insistía en que sí y se notaba que tenía mucho poder. ¿Cómo se defendería si ni siquiera tenía para comer correctamente?Se asomó por la ventana. Un auto negro con vidrios tinturados estaba parqueado a los pies de aquel viejo edificio.Resignada. Suspiró. No sabía lo que le deparaba el destino.Santos Torrealba se deslizó dentro del auto con gesto enfurecido.— ¿Cómo carajos pudiste pasar esto por alto, Leonas? ¡Esa mujer está embarazada y es muy probable que sea de mi her
Media hora después, llegaron al hospital. Su amigo Bruno se había encargado de tener todo listo para recibirlos. — Bájate y deja tus cosas aquí — le ordenó. — Prefiero llevarlas conmigo — replicó ella. — No te estoy poniendo a elegir. Bájate y deja tus cosas aquí — repitió, ahora con más autoridad. Ana Paula lo miró como si le lanzara dardos invisibles, pero eso a él no le daba más que igual. No le compraba el teatrito de señorita ofendida, así que la tomó por el antebrazo y la obligó a caminar. — Suéltame, me estás lastimando — se quejó la muchacha, con ojos rojos. Santos no acostumbraba a ser un hombre prepotente, mucho menos un abusador. — Entonces camina y acabemos con esto rápidamente. — Podríamos evitarnos todo esto. Cesar no es el padre de mi hijo — mintió, quizás así podría librarse de lo que ese cruel hombre tenía planeado para ella. Él entornó los ojos. — ¿Entonces por qué ayer diste a entender que sí? ¿Por qué me dijiste que no permitirías que Cesar te quitara a tu
Rápido, comenzó a planearlo todo. Esperó a que estuviese de noche y que él se fuera. Ya sabía de la rutina de la cocinera, así que eso no sería un problema, solo debía evitar a los dos escoltas y conseguir salir de ese lugar.Cuando se hicieron las diez, se asomó por la puerta para comprobar que todo estuviese en penumbras como las noches anteriores. Enseguida tomó sus pertenencias y salió en puntillas, aguardando silenciosa detrás de un pilar a que los guardias se distrajeran.No pasaron más de diez minutos cuando uno de ellos dijo que necesitaba ir al aseo, así que el otro tomó su lugar.Ese era su momento.Ana Paula aprovechó la oscuridad del apartamento para escabullirse y llegar a la puerta, ignorando que el hombre descubrió su reflejo en una de las ventanas.— ¡Señorita, deténgase ahí!Ana Paula contuvo la respiración y se giró con los ojos abiertos.No, no… si no podía huir en ese momento, no podría hacerlo después, estaba segura, así que cuando el hombre se acercó y la tomó de
Ana Paula sabía de la familia de Cesar lo único que él le había contado, que creció bajo el seno de una familia amorosa y tenía dos hermanos a quienes quería con locura y por quienes estaba dispuesto a dar su vida. Jamás imaginó que uno de esos hermanos se tratara del hombre con el que acababa de contraer matrimonio. El tío de su propio hijo. ¡Dios mío, el tío de su propio hijo! — ¿Po… por qué no me dijo algo así? — cuestionó ella, horrorizada, cuando estuvieron solos. — No creí que fuese una información importante — Santos miró a su reciente y joven esposa con ojos entornados. Ella retrocedió un paso y negó con la cabeza. — Por eso tanta insistencia en mi hijo — musitó. Ah, qué tonta había sido. ¿Cómo no pudo sospecharlo? ¿Cómo no pudo darse cuenta del parecido que existía entre él y el padre de su hijo? — Ese niño llevará el apellido Torrealba como corresponde, y por favor, no te hagas la muy correcta ahora, ni que fuese a compartir la cama contigo — le dijo de forma despectiv
Una vez que Ana Paula se instaló en una de las habitaciones y Santos saludó a su familia, su madre volvió a interceptarlo antes de que se encerrara en el despacho, como acostumbraba a hacer cuando quería evadir un tema. — Santos, hijo… creo que me debes una que otra explicación. — Ya no soy un adolescente, madre, ya no debo consultarte mis decisiones. — Eso lo sé, pero al menos pudiste decirnos que ibas a casarte y te habríamos acompañado en una fecha tan importante. Ni siquiera sabíamos que tenías una novia. ¿Dónde la conociste? ¿Cuánto tiempo llevan juntos? Santos se detuvo abruptamente frente a la puerta y se giró para encarar a su madre. — Lo único que tienes que saber de Ana Paula es que es mi esposa y punto, no hay nada más, madre — zanjó, dándole la espalda. — ¡Santos Torrealba, detente ahora mismo! — exigió la mujer. Pocas eran las veces que ejercía su autoridad como madre. — ¿Y ahora qué? — No quise comentarte nada hasta que tú lo hicieras, pero… esa muchacha está emba
— Querido. ¿Está tu esposa bien? — preguntó Laura Torrealba, la abuela del CEO, cuando acabaron de comer — La noté un poco pálida. Todos alzaron la vista. — Es cierto, hermano, se le veía un poco mal. ¿Quizás debas llamar al médico? — Ana Paula solo está cansada, han sido días complicados para nosotros — espetó con seriedad — Pero si llega a ser necesario, llamaré a Bruno. — Sería una buena idea, aunque… — De mi esposa me encargaré yo — se incorporó, un tanto molesto. Odiaba que se preocuparan por ella más de la cuenta, sobre todo porque no tenían ni la más mínima idea de quién era en realidad — Con permiso, buenas noches. Se retiró sin decir más. Subió las escaleras con la intención de ir a su habitación y ver si lograba descansar; sin embargo, no pudo evitar detenerse frente a la puerta de su esposa. Tomó la manija entre sus dedos, apoderado por ese instinto automático que últimamente no lo dejaba en paz. Iba a abrir cuando escuchó el rumor de un sollozo en el interior. Sus oj