Obligada a casarme con el hermano de mi EX
Obligada a casarme con el hermano de mi EX
Por: miladyscaroline
1. La asesina de su hermano

— Señor, esta es la mujer que lleva meses buscando — Leonas Ferreira, el secretario y jefe de seguridad de Santos, le extendió un documento de varias páginas sobre el escritorio — Su nombre completo es Ana Paula Almeida. Hija de madre soltera. Su padre las abandonó antes de que nacieran.

Santos alzó la vista.

— ¿Plural?

— Sí, señor. Tiene una hermana gemela, pero hace años que no hay comunicación entre ellas.

— ¿Y te aseguraste de que esto no se trate de una confusión y estemos acusando a la hermana equivocada? — no quería errores a la hora de arremeter contra la asesina de su hermano.

— Lo hice, señor, pero efectivamente la joven que busca es Ana Paula. Ha tenido varios problemas con la ley por robos menores a tiendas y chantaje. Su nombre figura en la base de datos policial. Es la misma mujer que intentó estafar a su hermano.

Santos asintió y cruzó las manos sobre el escritorio.

— Cuéntame sobre esa hermana gemela. ¿Por qué razón no existe comunicación entre ellas?

— Eso no lo sé, señor, pero lo que mi equipo alcanzó a averiguar con algunas personas del vecindario en el que vivieron toda su adolescencia es que no se llevaban bien y Ana Paula siempre la metía en problemas.

— Muy bien — tomó el documento y se incorporó —. ¿Tengo aquí todo lo necesario para enviarla a prisión?

— Así es, señor.

— ¿Llamaste a nuestro contacto en la policía?

— Estaba esperando su autorización.

— La tienes. Quiero a esa mujer tras las rejas esta misma tarde — espetó con frialdad antes de salir.

— Señor, ¿iremos a algún lado? — preguntó Leonas, revisando la agenda digital en su reloj. No tenía nada más para ese día.

— Sí, quiero estar presente cuando la arresten.

— Como ordene, señor.

Ana Paula se miró al espejo y acaricio su vientre levemente hinchado. Sin poder evitarlo, una lágrima manchó su mejilla. Se la limpió con rabia.

Desde que el padre de su bebé la había usado en la cama y abandonado, se había sentido más sola y rota que nunca. Su madre le dio la espalda, de su hermana no sabía nada hace años y a su padre nunca lo conoció.

Su vida había cambiado.

A veces recordaba con ilusión aquellas noches en las que, sin reservas, se entregó a Cesar. Y en más de una ocasión, esperó a que él volviera, pero ya habían pasado más de tres meses de eso y sus esperanzas murieron, sobre todo porque había sido muy contundente en aquella carta.

Recordó con rabia y tristeza entremezclada. Había llegado al puerto marítimo, donde solían verse al atardecer. Tomaban algo juntos al tiempo que compartían miradas cargadas de electricidad y roces inocentes que, llegados a un punto, los sacaba entre beso y beso de allí hasta la privacidad de una preciosa y lujosa suite de hotel. Pero esa tarde… esa tarde fue distinto, él ya no la esperaba, y a cambio, una camarera le entregó la carta.

“Lo que vivimos estas semanas no fue más que una aventura pasajera para mí. Fuiste muy tonta al creer que yo de verdad estaba enamorándome. Adiós y no me busques”

La leyó con ojos llorosos, incluso una lágrima manchó el papel. Su corazón se hizo trozos a partir de ese momento y juró que no lo buscaría… ni siquiera cuando se enteró de que esperaba un hijo suyo.

Sacudió la cabeza y volvió al presente.

— No te preocupes, bebé, te prometo que yo me encargaré de que nunca te sientas solo — susurró a su pequeño angelito con cariño.

Sería madre soltera, quizás de una niña o un varón, no lo sabría hasta el nacimiento, pues sin trabajo fijo no le alcanzaba para una de esas ecografías, si acaso para las vitaminas que le sugirió tomar su vecina porque eran las que le recomendó el doctor a ella con sus dos hijos.

Terminó de alistarse. Ese día tenía trabajo, y aunque no era mucho lo que le pagarían, le serviría muchísimo. Tenía toda la predisposición de salir adelante… por ella y por su hijo.

— ¿Es aquí? — preguntó Santos a Leonas al parquearse frente a un viejo y desgastado edificio en un barrio altamente peligroso.

— Sí, señor, de hecho, creo que… esa es la joven — señaló a una muchacha que salía por una puerta mal pintada con rastros de óxido.

Santos la miró atónito.

— ¿Estás seguro de que es ella?

— Sí, señor — aseguró Leonas luego de revisar una copia del expediente y comprobar que, en efecto, la de las fotos era ella.

El CEO Torrealba entornó los ojos. Era impresionantemente bella, tenía el cabello de un castaño precioso y su piel era tan blanca como la de un cisne. Sin embargo, nada de eso le causó tanta impresión como la pequeña y notoria prominencia en su vientre.

— ¿Qué carajos, Leonas? ¿Esa mujer está embarazada? — cuestionó a su escolta.

Leonas, confundido, revisó a detalles las fotografías que su equipo había captado los últimos meses, pero, en ninguna de ellas, se notaba lo que él y su jefe estaban viendo en ese momento.

— No entiendo, señor, creo que… se debe a que en las fotos está usando ropa holgada y aquí, bueno, no exactamente.

Santos negó.

No.

No podía ser cierto.

Y si lo era… si esa mujer estaba embarazada. ¿Ese hijo de quién era?

No lo pensó dos veces antes de bajar del auto.

— Detén a la policía y espera aquí.

— ¿Señor, que va a hacer? — llamó Leonas, pero su jefe simplemente no se detuvo hasta interceptar a esa descarada.

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