Un pacto de mentira.

Olfateó con una intensidad abrasadora la esencia que venía a su lado, tampoco sus manos se limitaron, tocó su trasero. Total, era suya. La curiosidad lo estaba matando, le urgía conocer lo que estaba debajo de los trapos que forraban su cuerpo.

—«¡Grrr!». —Gruñó y miró hacia atrás, todos los carroñeros los seguían, custodiando sus espaldas.

A lo lejos podía ver su territorio. Intensificó el tono de sus pasos por unos más acelerados, tan fuertes que sacudían el polvo, hacían brotar chispas de fuego.

Media hora de recorrido, en los extremos más cercanos del castillo de lava, el caliente infernal no era tan fuerte. Aunque sonara ilógico, más bien mantenía un halo cálido, sin vapor.

Desde ahí, sus dos súbditos de mayor rango, despidieron a los carroñeros, por lo regular se quedaban al extremo del campo lúgubre, los otros pasadizos no lo podían atravesar, solamente eran para demonios de estirpe como él o los que seleccionaba para ser parte de su círculo de guerreros más cercanos. Nada de entes rastreros y apestosos.

Hundió sus pasos hasta que cruzó los límites, la puerta de entrada a su territorio se cerró a sus espaldas, los dos guerreros se quedaron custodiando junto a otros hombres.

Ya desde ese punto se vio solo, o no tan solo, en sus hombros la llevaba ella, la sintió moverse, con intención de golpearlo. Su cuerpo jaló para zafarse de él, le plantó una fuerte estocada en el trasero y de paso clavo sus pezuñas, hasta desgarrar la resistente tela de su vestido.

—¡Ay, maldición!.

—Entonces una bruja como tú, con un complejo de ángel, sabe maldecir.—Lo dijo con ironía. Volvió a darle un azote más fuerte y de extra pellizcar sus nalgas. A libertad, eso también le pertenecía.

—¡Me dolió!, ¿qué esperabas?.—Sospechaba que su paciencia sería puesta a prueba con esa servidora quejosa. —¿Dónde estoy?. —La sentía sacudirse como una gallina mientras le retuercen el pescuezo, más la ignoró,

—Estás con tu amo y señor. ¡Ya cállate...estúpida bruja!.—Ni su delicioso olor podía aplacar su irá.—«¡Grrr!».—Gruño como solía hacer cuando estaba al borde de perder la cordura.

—Creo haber escuchado un perro.—Se refería a él, volvió a golpear su trasero.—¡Ay!, animal. —Grito.

Vieda Zafil, sello sus labios, cada vez que hablaba ese demonio horrendo la golpeaba en una zona privada, con mucha fuerza. Se rindió, hubiera preferido quedarse en completa oscuridad, prácticamente en otro plano dormida por la eternidad, a estar sintiendo como era sacudida por el ritmo violento de unos fuertes pasos.

Algo duro chocaba con su pelvis, dónde estaba situado su chakra raíz o al menos los hombros fuertes de ese hombre. Al olfato no olía mal, incluso su aroma le parecía encantador, letalmente excitante. Le causó pesar sentirse así, tan atraída por ese demonio.

Desde su perspectiva hacia el extremo inferior veía la lava en las profundidades. Al ver ese enorme abismo de fuego, de esqueletos nadando en la lava. Comprendió que lo mejor era mantenerse tranquila y serena.Con un solo falseó la podía dejar caer de la seguridad del puente que estaban cruzando.

Levantó un poco la vista. Desde la distancia se veían las sombras carroñeras quedar atrás, estancadas, incluso un velo traslúcido que parecía ser su reja, uno invisible pero de seguro poderosa.

—Ufff.—Suspiró agotada.— "Esto tiene que ser mentira". —Dijo con pesadez. No podía ser.

—«¡Grrr!» —El demonio solamente gruñó y siguió reventando el suelo con sus pasos violentos. Cada movimiento la mataba más y la alejaba de la esperanza de volver a su mundo. Sabía, su cuerpo sabía que estaba en el infierno. En una ocasión había descendido solamente para traer de regreso a su hermosa gatita Lina. Solo habían sido cinco minutos y le pareció el mayor sufrimiento de su vida. Las brujas místicas no estaban familiarizadas con las sombras. Esa había sido una de las razones por las que ese animal la había chantajeado para marcarla.

Solo ella tenía el poder de decisión sobre el vínculo. En otras circunstancias lo hubiera rechazado y desecho ese lazo siniestro.

Lamentablemente, su vida había sido emparejada con ese demonio. No entendía cómo las divinidades y las sombras se habían puesto de acuerdo para que un demonio poderoso del cual aun desconocía su real estirpe, fuera emparejado con ella. Se suponía que ella estaría dedicada a una vida santa, a las aguas, a los ángeles, a las cosas más puras, incluso a mantener una castidad absoluta. El giro de su destino le parecía inverosímil.

Volvió abrir los ojos, la lava había desaparecido de su vista y las profundidades donde salían ecos con todos esos difuntos maldicientes que arrojaban pestes envueltas de un estupor putrefacto, pasó, se quedó atras.

El panorama visual cambió, incluso la vegetación. El infierno como tal no era como en los libros de texto, en estos le habían vendido a la humanidad, un escenario dantesco, lava muerte, lamentos, azotes.

Tenían sus partes macabras. Según las dimensiones, en esa especificamente de mayor estirpe habían placeres carnales, habían lujos, pero eso no era nada, porque el verdadero infierno estaba en el sufrimiento de su almas huecas.

A pesar de la abundancia que pudo ver en ese plano que los rodeaba.

Sus reflexiones fueron interrumpidas con el parón del demonio. Sintió un poco de alivio. Tal vez esa incomodidad de su cuerpo se calmaría.

Este la bajó con una delicadeza que le pareció algo hasta satírica, viniendo de él. Los demonios no eran conocidos por ser los más tiernos y amigables, menos por tratar con delicadeza a las que ellos llamaban las servidoras. Etiquetaban a las brujas como tal.

Cuando se acomodó y sintió sus pies tocar un suelo más tibio de lo normal, exploró a los lados antes de enfocar el rostro que no dejaba de verla con deseo.

No pudo evitar llevar su mano al pecho, la ponía letalmente nerviosa.

—¿Por qué me miras así?, ¿Acaso alguna araña camina por mi cabeza?.—Fue algo imprudente con la segunda pregunta. En ocasiones no podía frenarse.

—Eso sería estupendo, de paso me la comería, son unos de mis aperitivos favoritos. —Contestó el demonio. Tenía una voz ronca y a la vez seductora. Eso le restó un poco de importancia a su comentario asqueroso.

Incluso su eco se escuchaba un poco ultratumba, no le reventaba los sentidos. Pero era horrible escucharlo de forma repetitiva hasta que se difuminó.

—Asco. —Este puso su cara de odio, al ver y escuchar su reacción.

Hizo una pequeña mueca como si en verdad apestara.

—¿Por qué tienes esa forma tan horrorosa de mirarme?.

—No molestes servidora. Te recuerdo, debes mejorar tu comportamiento. No olvides que soy tu amo y señor. Aquí se hace, se dice lo que yo digo y cuando yo lo digo. ¿¡Entendido!?"

—Tampoco creas que voy a ser tu esclava porque tenemos un vínculo. Por cierto, "un vínculo que considero maldito." —Ella no vaciló en confesarle lo que sentía.

—Entonces reconoces que soy tu dueño. — El caminaba unos pasos delante de ella. De vez en cuando la veía de reojo.—Es positivo ese hecho.

—No eres mi dueño. Simplemente somos llamas gemelas. Algo absurdo. Se supone que yo soy una bruja mística pura. Un ser como tú... —Paró un segundo para bajar su vista, luego la elevo. Le restregó sus papilas de punta a punta, un leve paseo pecaminoso, por un cuerpo de infarto.

Apenas entendía cómo iba a poder concretar una unión con semejante bestia. Era hermoso, pero tenía un cuerpo inmenso. Debía de medir al menos dos metros. Sus músculos parecían de acero. Su piel bronceada. Ni hablar de ese pelo oscuro con destellos rojizos en las puntas. Eso pudo comprobar más de cerca. Un paraíso infernal.

Intento alejarse un poco de él, en busca de un poco de aliento. Este no se lo permitió. La jaló y la pegó a su pecho. Casi pierde la compostura. Su cuerpo empezaba a temblar. Más de cerca, era desquiciante la sensación que transmitía su piel.

—¡Esto es una locura!. No sé qué consecuencias pueda tener, que tú y yo.— Susurró ella, antes de él paralizarla con un toque pervertido.

—¡Ey!, ahora no.—Su corazón estaba a millón. Él, tocaba su femineidad, dónde tambien latía con cosquilleo viciado

Él cambio de postura, la elevo para pegar su parte dura, mientras tocaba sus glúteos.

—Por favor no haga eso, pare. ¡Respéteme!

—No haré nada de eso. Yo sé lo que querías decir. ¿¡Qué pasará cuando te folle!?, Cuando atraviese tu vagina.

—Le sugiero seguir atravesando en el mismo lugar de siempre, debe tener alguna linda demonia por ahí.—Se retorció un poco para alivianar la fricción, lo que había debajo de ese pantalón de cuero, parecía ser inmenso. Necesitaria invocar todas sus fuerzas.

—¡Ahhh!.—La miro con petilancia.—Yo me follo a todas, pero ahora te follaré a ti también. Eres mía, así que tendrás que tener aguante, nena. Tengo la verga tan grande y poderosa como uno de mis brazos.—Sus ojos casi se revientan ante el ejemplo.

Pobrecita de ella, si esa bestialidad la atravesaba. Se le hizo un nudo en la garganta, producto del miedo.

Trato de zafarse, pero no se lo permitió. Luego se le ocurrió una idea, quizás fuera su escape, recordó una cláusula de los demonios emparejados con deidades de otras estirpes.

—No será tan fácil. Si usted desea estar conmigo, tendrán que cumplir con algunas cláusulas. —El por fin la libero, su vista se fue directo a la entrada del castillo, con la vista del sello carmesí, sus ideas se aclararon de forma creativa.—Desde pequeña hice un pacto de unión. Este la impulso para que siguiera caminando, por la fuerza que puso. Casi cae al suelo.

Tuvo que usar todo su equilibrio para recuperar la compostura.

— ¿De qué pacto hablas?. —Sus ojos cambiaron a un rojo desquiciante. Una chispa diabólica emergió de ellos.

—Hace unos años me comprometí con alguien, incluso con todo y ritual.—Mentia, evito mirarlo a los ojos.—Se que no puedes poseerme a menos que se destruya ese lazo.

Era una estrategia arriesgada, prácticamente lo estaba mandando a eliminar a un ser inexistente

En verdad, todo lo que decía era para ganar tiempo. No se imaginaba estar con un hombre, menos con un demonio lujurioso. Pensar eso, la estaba matando en vida.

—¿¡Dime de qué rayo hablas, mujer!?. Si no quieres que te folle mientras te retuerzo el pescuezo incluso antes de llegar a mi castillo.

Este apuntó, a no menos de 100 metros, miro nuevamente el enorme castillo que mencionaba. Era impresionante. Aún era prácticamente un injusto el pensar que un demonio o que los demonios pudieran vivir en tanta opulencia.

—Es básico. Debes saber que si una bruja mística se promete a alguien y luego otra persona desea estar con ella, debe haber un ritual para deshacer, la unión de palabra. De lo contrario caerás en desgracia. —No vió el miedo, asomarse en su rostro rudo.—Considero que deberías dejarme volver a la tierra a romper esa promesa.—El negó, estaba furioso.

—¡Lo Mataré!.—Asintió horrorizada, no eran exactamente las palabras que esperaba.—Al menos la mentira lo mantendría lejos de sus entrepiernas por unos días.—Mañana mismo lo haré y luego no habrá impedimento para consumar nuestra unión.

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