El demonio Carmesí no disimulaba su impaciencia, una vez dejo a Vieda encerrada en la habitación más cercana a la suya, bajo a su biblioteca. Boa, como fiel súbdito y mayordomo lo siguió al interior de ese espacio lúgubre, con olor añejo.
—Amo, me preocupa su silencio.—Se atrevió a decir con voz estropajosa. Kairon, yacía sentado, con todo el peso de su enorme cuerpo, haciéndole presión a su sillón de monarca. En los bordes superiores estaban los craneos de sus peores enemigos, derrotados por su poder imponente, casi invencible. —Solo intento tener paciencia. —Los ojos terroríficos del demonio se encendieron, el débil esclavo lambiscón retrocedió, sabía que la pasaría muy mal, de su amo caer en una crisis de rabia roja, todos en el palacio sufrían cuando eso pasaba.—Mejor ve a decirle a tus sirvientes que preparen suficiente cena para esta noche, en horas de la madrugada volveré a subir. —¿Y la reina señor?.—Kairon miro al pequeño adefesio, en verdad ni sospechaba sobre los gustos de esas brujas. —¿Algún platillo especial para ella?. —¿Sabes de qué se alimentan las brujas místicas?. ¿Lagartos, hojas, infusiones?. Averigua. —No tan bien, pero podríamos llamar a la Salamandra, debemos alimentarla bien, para que procreen hijos tan poderosos como usted, mí amo.—No habia pensado en eso, enfocó al sabio Boa, lo que tenía de espantoso se asemejaba a su inteligencia. —Llamala, así también, me da la dirección de a quien debo matar.—Sacudio las manos para que el súbdito acelerará la acción.—¡Tienes 15 minutos!.—Grito desdes su postura suprema. —Entendido, amo.—El demonio salió, a grandes zancadas. —«¡Grrr!».—Gruño, le ardía la sangre. Luego de la confesión de la bruja que tenía encerrada. Lo peor era que no sabía por dónde empezar a matar para encontrar a su prometido. Sería una torpeza poseerla bajo una promesa. Caminó varios minutos con rigor, sus pies chocaban de forma compulsiva contra el tibio piso, miraba la puerta, también las agujas oxidadas del enorme reloj, adornado con telarañas y algunas tarántulas. Incluso se saboreó al verlas, se veían deliciosas, era uno de sus mayores aperitivos. Freno la tentación. El dolor en sus testículos por el deseo que le causó esa bruja, más la furia contenida, lo hacían tener un pequeño volcán en erosión dentro de su pecho. Mejor se aguantaba, ya sólo faltaban algunos minutos para que Boa entrara con la salamandra. Cuando el sonido detrás de la puerta se hizo presente para sus sentidos siempre alertas, comprendió que habían llegado. Boa, como siempre, le había cumplido. La entrada se abrió estrechamente, la figura vieja y agrietada de la salamandra estaba casi presente. De a poco, sus pies se asomaron a la rendija de la puerta entreabierta. Con sus pasos cortos, fue ganando terreno hacia el interior. Aprovechó el dilatado desplazamiento y se acomodó nuevamente en su sillón, fingiendo tranquilidad y poder ante todo. Tardó unos cuantos minutos para que su cuerpo alcanzara un trecho prudente para poder comenzar a pedirle sus visiones Esta pequeña diabla anfibia era casi una divinidad en los territorios carmesí. En muchas ocasiones había usado sus habilidades en combate o cuando un demonio forastero se le escapaba. Le daba poder contar con la sabiduría de sus espíritus siniestros, en parte por tenerla, siempre le daba ubicaciones exactas. Lo que sí se le había escapado era decirle que su destinada existía. Lo peor, que era una jodida bruja mística, aunque no le hacía mella a su ego que fuera una servidora. Con que existiera le bastaba, su único deber era preñarla, para procrear una descendencia que se le había negado una eternidad, satisfacer su lujuria. Necesitaba follar otra variedad, estaba cansado de cogerse, las diablas, demonias, violar algunas humanas vagabunda cuando visitaba territorio mundano. Su miembr0 grueso había comenzado a prenderse por su olor. Lo único que lo había frenado era la confesión. Hizo un esfuerzo por apartar la necesidad de su carne y enfocar a la bruja. Cuando estuvo a una distancia prudente de él, se vio en el deseo de quedarse a solas, con la especie de oráculo siniestro. —Boa, puedes marcharte. Hablaré con la salamandra a solas. Este, en obediencia total, se inclinó y procedió a salir del espacio. La salamandra una bruja de lodo y sangre, entreabria las cuencas de sus ojos saltones, color verde neón; con el don de mil legiones de espíritus videntes, aún así, a su talento se le escapó una realidad que le pertenecía. El destino de esa bruja mística estaba cruzado con el suyo. —Mi gran señor Carmesí.—Le hizo una reverencia acostumbrada entre sus subditos, a duras penas, ya el vejestorio no daba para mucho. Los huesos no dejaban de tronarle.—Boa me informó que necesitaba verme urgentemente. ¡Cof, cof, cof...!».—La predecible tos añeja, quebro el aroma dulce que recibía de su bruja mística, en un intercambio apestoso. —«¡Grrr!».—Igual debió contenerse, con demasiado fervor, ansiaba respuestas. —Si, en una de mis habitaciones principales tengo una bruja mística.—Escupio por hartazgo del aire asqueroso.—Debes darme respuestas y justificar tu incompetencia. —Vieda.—La bruja entro en trance, el verde se torno púrpura.—Estoy al tanto de su energía, mí señor...todo huele a ella. Y al asqueroso tufo de la bruja Salamandra. Pensó con desagrado. —¿Cómo no supiste qué tenia una destinada?. —Perdone, se me hace difícil detectar la energía de esas brujas. Son incompatibles a mi campo visual.—Empezaban mal, a duras penas se levantó de su asiento, con una amenaza en sus movimientos, observo que el miedo se adelantaba a sus palabras. El enojo lo carcomía, las muecas de frustración le empezaban a dar el toque carmesí de su piel, señal del descontrol de su lado más oscuro y sanguinario.—La bruja miente. —¿Qué dices? —Se paralizó. —No tiene compromiso con nadie, le mintió unas horas atrás. —No dudaba de las revelaciones de ese ser. Tan acertada como apestosa. —¿Entonces me engaño?. —Sí, señor...Le será difícil tener dominio sobre ella.—Esa fortuna, lo desencajo más, tiro un enorme libro de aquelarre de unas repisas talladas con rocas volcanicas. —¡Eso jamás!. Nadie es un desafío para Kairon Loguember. —Sí, mí señor. —Dime que comen esas criaturas místicas y luego lárgate.—Le faltaba aire, todo en su interior se descomponía de forma visceral. —¡Cof, cof, cof...!». Frutas, vegetales. Esas, no suelen comer carne. Son veganas. —¡Vaya m****a!. ¿Qué es eso?.—Los humanos estaban locos. Pero las brujas de esas tierras los sobrepasaban. —Seres que siguen una dieta estrictamente vegetariana, es decir, que no consumen ningún alimento que provenga de animales.—Aunque le explicaran mil veces no entendería, el vicio por la bruja le tenia nublado el juicio. —Ve y dile todo lo que sabes a Boa.—La invito a salir, debía hacer sus planes para cuando acampara la claridad roja del día infernal.—Igual, si es lo que supongo tendrá que conformarse con comer manzana toda su vida. —Con su permiso, mí señor.—La Salamandra se alejo, caminando en retroceso y con la debida reverencia de su cabeza inclinada en señal de respeto a su supremacía. Le gustaba verlos arrastrados. Después de su salida, paso rato en combatir el mal olor. Le costó salir a recorrer los pasillos de su palacio, en esas no pudo evitar acercarse a la puerta que sellaba la habitación donde la tenía encerrada. —Uhhhh...—Murmullo eterno, con gemidos entrecortados. Le dió curiosidad saber que hacía. Retrocedió con plomo, mejor esperaba tenerla alimentada, en la noche la haría pagar. Nadie se atrevía a mentirle y quedar sin castigo. Tocaba su miembro poderoso, a la vez bajaba por las escaleras, cenaría doble, sería una noche larga.El tiempo era un misterio, más dentro de la bruma que arropaba su visión cerrada, incluso su respiración colapsaba con los hematomas frescos de sus sueños. Su esperanzas estaban maltratadas, ese demonio Carmesí, se había encargado de aplastarlas con sus grandes pies y la feroz manera de arrastrarla a su nicho. Froto sus manos contra los contornos de sus delicados brazos, en un autoabrazo que le hacía recordar que aún estaba viva, tibia, con un corazón que palpitaba aunque fuera de miedo. Abrió sus párpados para contemplar más a fondo la espesura siniestra de la atmósfera, tampoco se reflejaba con tanta evidencia la esencia de su nuevo hogar; una cama con la tela oscura cubriendo su forma rectangular con cierta elegancia. Solo eso pudo divisar en todo el espacio, junto al contraste de la sombra del agua en una pared más alejada, como si se filtrara de entre las rocas. Parecía una cascada, hizo un esfuerzo casi titánico para levantarse del pequeño rincón que se había vuelto su r
Kairon Loguember lamía extasiado las fantasias recreadas, en su mente siempre perturbada por el deseo sexual, a la par devoraba la carne tierna de un cordero a mitad de cocción, se imagino por instantes que saciaba su apetito con la hermosa bruja que tenía encerrada en el segundo nivel de su castillo. Tiro los huesos destrozados sobre la mesa, en instinto animal, azotado por el deseo que no hacía más que crecer se froto su miembr0 con desesperación. Su vista inquieta se posó en Boa que yacía de pie, en una esquina apartada del comedor, pero suficientemente cerca para estar atento a sus movimientos o ha un llamado hiperactivo. Tomó la botella de vino y la llevo a sus labios a un cubiertos por la grasa animal, incluso rastros de sangre. En fracciones de segundos consumió el licor dulce, hasta secar la botella.—¡Burrrp, burrrp!. —La dejo sin más sobre la mesa, encamino su cuerpo hacia las escaleras, el poderío absoluto se planto en cada peldaño de la escalera, ya en el piso superior o
En verdad la condenada estaba bastante cerrada. Volvió a intentar entrar su punta frondosa con más fuerza. En la siguiente puesta, empujó con tanta violencia que pudo percibir el desgarro. Este a la vez lastimó su punta frondosa. —¡Joder, coño!. —Retiró la parte de su miembro que había atravesado la vagina estrecha de la bruja. Al sacarlo, afianzó su vista carmesí para tener mejor visión ante la luz tenue de la habitación. Notó que estaba bastante ensangrentado, no precisamente de la suya. Enfocó a la cretina, yacía inmóvil, incluso retraída por el aparente dolor, cuerpo vencido ante la conmoción del impacto poderoso de su verga. Volvió a repasar la sangre, sus tetas, la piel impecable de la bruja, con más determinación el coño a su disposición y semi desvirgado.—¡No jodas, una bruja virgen!.—Dijo con desprecio, nunca había tenido eso, siempre le habían gustado las hembras que sabían a lo que iban.—Se supone que soy mística, pedazo de animal. —La perra cretina fue muy grosera. E
Sus piernas temblaban. Temblaba bastante mientras se acercaba a la tina de agua fresca. Fue un gran esfuerzo de su débil cuerpo, drenado por las ansias calientes de ese demonio que yacía quieto sobre la cama, luego de apoderarse de su virtud. Sumergió una de sus piernas, luego otra con dificultad, se tambaleaba y su femineidad ardia. Fue alivio leve entregarse nuevamente a las aguas, mezclar su sangre y los fluidos pecaminosos del demonio con el líquido puro. No le dio pereza sumergirse completamente, intentando incluso ahogarse ante la impotencia de sentirse sucia. Igual estaba perdida. Se mantuvo levitando en su interior para abstraer su espíritu lejos de su cuerpo corrompido por el placer carnal. Quería morir. En ese momento se sentía a muerta en vida. Su cuerpo en sí, aparte de sus pensamientos, estaban en una misma sintonía. Dejó que su cuerpo se alivianara sobre el silencio. Sumergida, las leves burbujas comenzaron a emerger. Cerró sus ojos, contempló la oscuridad. Ese
La fatiga, la llevo a conciliar el sueño casi al instante, fue larga la acogida en la suavidad lúgubre de la cama, se acurrucó con recelo de su propia piel, no reparo en su propio pudor. Yacía desnuda, incluso el sereno tibio que visitaba la morada desde las afueras más caldeantes, se encargo de evaporar la humedad de su piel.Con un aparente amanecer, sus párpados se abrieron. Miro con insistencia a todos lados, hasta recordar que era una prisionera del demonio Carmesí, Kairon Loguember; para colmo, su destinada. Dio algunas vueltas infantiles en la cama, incluso pataleo intentando desvanecer la frustración. La acción tuvo fin cuando un leve ardor revivió entre sus piernas. Tocó su pelvis.—¡Oh Vieda!, ese demonio te destrozó. Los golpes fríos dolían más, ella había recibido bastantes en la madrugada, con brutalidad. Todo su cuerpo se retorció al recordar las vivencias, los pezones se ponían turgentes con la pizca del recuerdo de haber estado dentro de la boca humedad del demonio.—¡
El negr0 no era su color, su tez pálida en contraste con el pigmento oscuro la hacía verse ultratumba. Le hubiera gustado estar frente a un espejo para verse, siempre fue muy cuidadosa con su aspecto. Se tiró sobre la cama, estaba aburrida, una bruja acostumbrada a la libertad de la naturaleza más serena, normal que la martirizara ese encierro siniestro. Rodó, contó incluso en el aire hasta que sintió pasos acercarse. No la decepcionó su intuición, las dos mujeres que estuvieron unas horas atrás en la recámara entraron. Kairon había cumplido su palabra.Seguían con sus rostros cabizbajos.—¿Qué tanto miran en dirección al piso?.—No le veia razón a su mansedumbre reverente.—Bastante feo que es, por cierto.—Mas bien horrible, igual que todas las paredes oscuras, lo único que las hacía resaltar eran los destellos de piedras preciosas en algunos lados.—Disculpe, reina Carmesí.—«¡Noooo!», gritó internamente, como si le dieran mil puñaladas en el pecho.—Por favor, no vuelvas a generarle
En plena contemplación del cuadro pintado en odas al magnífico instrumento de la fornicación del rey Kairon Loguember. Se dejo cegar por un incomprendido tormento, llamado Bastix. Se acercó más a la pintura, para debatirse con sus ojos; si el pintor no había exagerado, era casi una aparición. «¡No debe de importarte eso Vieda, al final tu prioridad es huir!». Le susurro la vocecita sensata que de vez en cuando la hacia aterrizar. En cambio no podía dejar el desasosiego a un lado.—Me satisface, verte tan maravillada por esta obra de arte.—Cerro los ojos, su voz la estremeció, acoplada a un profundo cosquilleo interno. La incómodo, ser sorprendida por el, contemplado sin decoro esa vulgaridad.—Es una gran obra aunque noto algunos defectos. Señor.—No tenía ganas de discutir. Lo dejaría regodearse en su propia vanidad enfermiza. —No creo que sepas mucho del arte. Con solo el hecho de yo estar inmortalizado en ese lienzo, lo convierte en una obra magnífica. —Debía recordarse que tenía
Kairon actuaba de lo más normal, estar rodeado de mascotas era su costumbre. Con ese calificativo solía denigrar a las mujeres. Miro de reojo a la mujer al otro lado del demonio, estaba en las mismas la famosa consentida, resbalando sus pupilas en su dirección. Al menos ya se había calmado su furia, había retomado el verde especial.—¡Vamos levántense, bailen y muevan esas tetas!. —Horrible, ahora tendría que ver esa escena tan degradante.Lo entendía así, más las decenas de hembras parecían felices de que su rey le hiciera esa petición, incluso saltaban de alegría, sus pechos rebotaban en el aire, al sacudirse con brincos libidinosos. —¡Vamos, bailen, el premio será chuparmela!. —No podía estar en ese lugar, ya los límites habían rebasado su entendimiento.—Esto es asqueroso. Deseo irme. —No censuro su lengua, tampoco la razón. El comportamiento de los seres en ese pedazo de infierno era asqueroso. El parecía haberla ignorado, no hubo respuesta.El espanto estaba delante de ella, l