Soledad cautiva.

Le toco hacer una pausa de sumisión, su carácter asertivo y concentrado en la confrontación del mal, debía quedar dormido mientras permaneciera bajo los dominios de ese Demonio.

Intentaba con esa misma calma seguir el ritmo acelerado del desplazamiento crudo de sus pies acostumbrados a su territorio, él no dejaba de gruñir como animal inquieto luego de ella escupir una mentira arriesgada, sobre un supuesto vinculo. Ganar tiempo era su prioridad, la pasaría muy mal si su cuerpo era corrompido por ese ser.

La observación sería su mayor aliado para doblegar su espíritu siniestro. Sopesó en su andar reflexivo, entre los repuntes de sus pies cansados.

—¡Camina más rápido, servidora!.—Le causó un leve sobresalto, el llamado histérico del demonio, que la había arrastrado a su hábitat hostil.

—No refunfuñes, ya estamos llegando.—Estaban a pocos metros de lo que parecía la entrada. Respiro profundo, para no agotar su paciencia nata. Debía ser pura miel para endulzar esa fiera, marearlo en su velo místico y luego poder escapar. —Si pretendes tenerme debes tratarme con delicadeza y conocer mis debilidades. No soy igual que tú.—El cuerpo soberbio de ese ser gigantesco se detuvo. Hasta el poder de su mirada relampagueante le arrojaba un peso ardiente a sus sentidos.—¡Uhhh!. Me arden las plantas de los pies.— Confesó en son de lamentación.

—«¡Grrr!».—No se cansaba de gruñir como perro infernal, era casi un animal, sus gestos primitivos arrojaban la sensación hambrienta de que en cualquier momento la devoraría.— No seas débil e impertinente bruja, a Kairon Loguember ninguna hembra inferior le dirá como actuar. ¡Camina!.—Obedeció con pereza.

—Pensé que era tu reina.—Giro el rostro para evitar esa observación petulante luego de ella cometer ese desliz.—Mi rey.—Atino en decir para empezar a endulzarlo.

No hubo respuesta verbal, el mutismo del espacio tibio, más sus labios sellados los acompañaron hasta la entrada del inmenso palacio con fachada volcánica.

En ese punto, frente a la puerta imperial, adornada con gemas preciosas, el capturó su muñeca, el errático movimiento de posesividad, le recordó las corrientes de los rayos cuando solía meditar en medio de las tormentas.

Miro sus delicadas manos escondidas en su bestialidad robusta, su pecho ardía, « tranquila Vieda, solo te toma de la mano, no está ultrajando tu cuerpo», pensó. Necesitaba tranquilizarse. El demonio la estaba afectando demasiado.

El ruido de una campana, le dió apertura a la entrada principal del castillo.

Hubo un revuelo de voces seseantes, antes de que se abriera la puerta. El empuje del animal que la arrastraba fue más feroz, para hacerla entrar a su prisión.

El exterior del castillo solo eran gruesas elevaciones puntiagudas, con los contrastes de fuego liquido, dándole el color característico de su amo. Un color volcánico, la superficie de su estructura imitaba un caparazón fosilizado de lava milenaria. En el interior el ambiente cambiaba, su piel fue sometida a un frescor latente apenas beso el contraste y la luminosidad opaca.

Sus pensamientos oscilaban entre esa realidad concreta que estaba palpando su cuerpo y su aura mística, más lo que había escuchado, por recuentos transmitidos por sus ancestros y los cientos de libros milenarios, leídos durante su formación en la cofradía de brujas.

Los estudios no habían valido de nada, entendió al observar la magnitud de la opulencia que rodeaba a ese demonio. Imaginaba que los demás podían ejemplificar una maximización de todo lo que estaba viendo.

A los lados todo el brillo derramado, sobre sus cabezas las cúpulas cubiertas de oro con incrustaciones de gemas preciosas.

La riqueza no parecía impresionar al demonio que prácticamente la arrastraba. Intentó zafar su mano pero no pudo, e incluso la aprensó con mayor fuerza,

—«¡Grrr!».—Gruñía, con menor intensidad pero igual el sonido no dejaba de asustarla.

Posó la vista al frente, para ver los seres que le hacían reverencia al demonio ante su llegada. Todos tenían el rostro cabizbajo mirando hacia el piso bien lustrado, color negr0 espejo.

Otra sorpresa para ella, se recordó no confiar tanto en los libros antiguos; esperaba encontrar solamente rocas, y tierra grumosa, quizás un altar de roca volcanica y huesos como artículos decorativos. No fue así, el demonio vivía con estilo, como pocos humanos podían darse ese lujo. Eso le daba una señal de que el pecado no bastaba, para provocar la limitación de abundancia material.

—¡Amo!—Susurró un espectro que salió de la nada. Los otros se apartaron un poco para que pudiera pasar con mayor agilidad por el amplio pasillo. —Bienvenido a su morada.—Una voz entre reptiliana y mortuoria, un espanto para sus oídos.

La cadena de amplios serviles parecían demonios temerosos, no eran tan horrendos como los carroñeros, pero se les notaba que estaban bajo la subyugación del carmesí.

—¿Alguna novedad, durante mi ausencia, Boa?. —Se le acercó con autoridad, sin soltarla ni un segundo, la jalandeaba con la impetuosidad de sus ademanes bruscos.

—No, amo.—Eco y más eco se perdían entre las paredes, a la vez se clavaron con curiosidad en su silueta los ojos saltones de la "cosa servil" que parecía ser muy cercana al demonio raptor. —Huele a bruja dulce. ¿Oh me equivoco?

—«¡Grrr!».—Gruñó nuevamente ese animal. ¿Acaso era lo único qué podía hacer?.

Su cerebro no estaba más evolucionado para emitir respuestas racionales. Esa efervescencia animal le causaba malestar y un miedo bastante confuso. Esas dudas la asaltaban.

—¡Es mía!. Tengo un vínculo con esta bruja, de ahora en adelante será la reina. —Todos trotaron sus pies al unísono, no entendía de que se trataba la acción. Si se trataba de algún ritual.

El espectro llamado Boa, se acercó mucho más a ellos, en un trecho bastante prudente de no más de un metro y medio, inclinó su rostro primero en dirección a Kairon, luego hacia ella, rindiéndole honor. Se sintió un poco incómoda, que un demonio se subyugara ante su amo. Aparte tocará su pecho.

—Hoo-o-la. —Fue lo único que pudo decir, su lengua se entorpercio entre temblores de espanto...Estaba desconcertada por todo lo que empezaba a vivir.

—Mi amo, si desea puedo llevar a la reina a su habitación.

—No. —Escuchar la negación fue un alivio para ella, casi empieza a danzar de felicidad. —No dormiré con esta bruja hoy. Primero tengo que matar a alguien.—Los observo de reojo, casi le brota una risita inocente. Un demonio de estirpe, buscando su prometido imaginario. Se secaría rastreando. No sé le pudo haber ocurrido mejor idea.—Sabes que ni a mis espíritus, ni mucho menos a mi, nos gusta compartir nuestro espacio sagrado.

Más confusión. Estaba perdida. ¿De qué rayos hablaban estos demonios?, ningún espíritu podía ser más sádico que él, ni que compartiera habitación con el mismo diablo.

—Entonces, si me lo permite, señor, la llevaré a una habitación regular.

—Colócala frente a mi recámara. Y no olvides trancar la puerta.—Despues de dar la orden y soltarla, la volvió capturar —Es más, yo mismo la llevaré.

Sus palabras tuvieron acción casi de inmediato. La tomó con más fuerza y la llevo casi arrastrada. Subieron los peldaños de escalera a duras penas, estaba muy cansada.

En ciertos pasos sus pies resbalaban, la textura se sentía encerada, al carbónica.

Sus ojos revolotearon ya cansados, no alcanzó a mirar con detalles todo el aspecto lujoso del interior de ese castillo. Solo sabía que era inmenso y que tras los ventanales de cristal dorado, se visualizaba la bruma rojiza del espacio exterior.

Esos últimos minutos, fueron de los más libres que experimento, una vez se abrió otra puerta, fue lanzada a un rincón lúgubre. El sonido de la puerta agito el espacio. En cambio ella se quedo en quietud, explorando su soledad cautiva.

No hizo más que apelar a su sentido espiritual, sentarse en el piso y meditar.

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