Calentura

La fatiga, la llevo a conciliar el sueño casi al instante, fue larga la acogida en la suavidad lúgubre de la cama, se acurrucó con recelo de su propia piel, no reparo en su propio pudor. Yacía desnuda, incluso el sereno tibio que visitaba la morada desde las afueras más caldeantes, se encargo de evaporar la humedad de su piel.

Con un aparente amanecer, sus párpados se abrieron. Miro con insistencia a todos lados, hasta recordar que era una prisionera del demonio Carmesí, Kairon Loguember; para colmo, su destinada.

Dio algunas vueltas infantiles en la cama, incluso pataleo intentando desvanecer la frustración. La acción tuvo fin cuando un leve ardor revivió entre sus piernas. Tocó su pelvis.

—¡Oh Vieda!, ese demonio te destrozó. Los golpes fríos dolían más, ella había recibido bastantes en la madrugada, con brutalidad. Todo su cuerpo se retorció al recordar las vivencias, los pezones se ponían turgentes con la pizca del recuerdo de haber estado dentro de la boca humedad del demonio.—¡
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