El negr0 no era su color, su tez pálida en contraste con el pigmento oscuro la hacía verse ultratumba. Le hubiera gustado estar frente a un espejo para verse, siempre fue muy cuidadosa con su aspecto. Se tiró sobre la cama, estaba aburrida, una bruja acostumbrada a la libertad de la naturaleza más serena, normal que la martirizara ese encierro siniestro. Rodó, contó incluso en el aire hasta que sintió pasos acercarse. No la decepcionó su intuición, las dos mujeres que estuvieron unas horas atrás en la recámara entraron. Kairon había cumplido su palabra.Seguían con sus rostros cabizbajos.—¿Qué tanto miran en dirección al piso?.—No le veia razón a su mansedumbre reverente.—Bastante feo que es, por cierto.—Mas bien horrible, igual que todas las paredes oscuras, lo único que las hacía resaltar eran los destellos de piedras preciosas en algunos lados.—Disculpe, reina Carmesí.—«¡Noooo!», gritó internamente, como si le dieran mil puñaladas en el pecho.—Por favor, no vuelvas a generarle
En plena contemplación del cuadro pintado en odas al magnífico instrumento de la fornicación del rey Kairon Loguember. Se dejo cegar por un incomprendido tormento, llamado Bastix. Se acercó más a la pintura, para debatirse con sus ojos; si el pintor no había exagerado, era casi una aparición. «¡No debe de importarte eso Vieda, al final tu prioridad es huir!». Le susurro la vocecita sensata que de vez en cuando la hacia aterrizar. En cambio no podía dejar el desasosiego a un lado.—Me satisface, verte tan maravillada por esta obra de arte.—Cerro los ojos, su voz la estremeció, acoplada a un profundo cosquilleo interno. La incómodo, ser sorprendida por el, contemplado sin decoro esa vulgaridad.—Es una gran obra aunque noto algunos defectos. Señor.—No tenía ganas de discutir. Lo dejaría regodearse en su propia vanidad enfermiza. —No creo que sepas mucho del arte. Con solo el hecho de yo estar inmortalizado en ese lienzo, lo convierte en una obra magnífica. —Debía recordarse que tenía
Kairon actuaba de lo más normal, estar rodeado de mascotas era su costumbre. Con ese calificativo solía denigrar a las mujeres. Miro de reojo a la mujer al otro lado del demonio, estaba en las mismas la famosa consentida, resbalando sus pupilas en su dirección. Al menos ya se había calmado su furia, había retomado el verde especial.—¡Vamos levántense, bailen y muevan esas tetas!. —Horrible, ahora tendría que ver esa escena tan degradante.Lo entendía así, más las decenas de hembras parecían felices de que su rey le hiciera esa petición, incluso saltaban de alegría, sus pechos rebotaban en el aire, al sacudirse con brincos libidinosos. —¡Vamos, bailen, el premio será chuparmela!. —No podía estar en ese lugar, ya los límites habían rebasado su entendimiento.—Esto es asqueroso. Deseo irme. —No censuro su lengua, tampoco la razón. El comportamiento de los seres en ese pedazo de infierno era asqueroso. El parecía haberla ignorado, no hubo respuesta.El espanto estaba delante de ella, l
Le causó una gran cólera en el epicentro de su estómago. La acritud de su malestar se elevaba como vórtices verticales, hasta lo más alto de su garganta. En su mente con una nublazón de furia impero la idea de correr y arrastrarla; incluso detenerla, azotarla y follarsela frente a sus demás mascotas. Cómo ejemplo de su poder sobre todo lo que se mueve en ese círculo infernal.Se limitó a ignorarla por pura arrogancia de su ego, aunque prácticamente la maldita bruja le había hecho un desaire.La complacencia de ver a Bastix y a todas sus hembras acompañándolo, pudo haber mermado su frustración; seguían bailando para él, como siempre solía ser; todas lo veneraban, todas lo deseaban, no era para menos, su sola presencia ponía en ebullición sus coños de perras celosas.Esto no evito que volviera a ser atrapado por la figura sensual y a la misma vez delicada de la bruja. Le rechinaba un poco su caminar aireado, como si se sintiera mejor que los demás.—«¡Grrr!».—Su gruñido, fue para intent
Cuando entró a la habitación estaba desnuda, la capa intentaba cubrir su cuerpo al parecer por los movimientos acalorados de la bruja, se había deslizado, exponiendo la tersa piel. La capa rozaba el piso.Se empezó a desnudar con rapidez, su miembro palpitaba, sentía que explotaría y pensar que hace poco Bastix se la había mamado. Se arrancó prácticamente la camiseta, por igual los pantalones de cuero, con abrupta rapidez. Desnudo, estuvo en vilo con la luz tenue y el frescor de esa habitación, caminó despacio intentando no ser tan estruendoso para que el eco no la sorprendiera, con un despertar anticipado a su acción. Una cosa más intensa la sorprendería. Más de cerca su piel se veía más blanca, tenía una piel perfecta, nada como la de ellos, bronceadas y con muchas cicatrices, era semejante a la porcelana, como si nunca hubiera ni frotado una espina. Abrió delicadamente sus piernas, tenía buenas carnes y curvas tentadoras, en el centro estaba su coño, algo colorado con una leve h
Dentro de su fastuosa habitación decorada con molduras de oro y piedras preciosas incrustadas en las lisas paredes, pulidas con esmero. La gran consentida de Kairo Loguember, "Bastix". La diabla carmesí más poderosa del infierno. Se regodeaba con sus movimientos sensuales, ante los reflejos de su hermosa silueta en el piso tan reluciente que le servia de espejo. Engrosando su vanidad infinita. Mecía su cadera de un lado a otro con un vaiven erótico, como anticipo de la carga sexual que sentía entre sus piernas.Exponía sus feromonas que brotaban por sus poros dorados, una estrategia para llamar al macho que deseaba sembrar en su sex0 hambriento. Totalmente desnuda, también se veía en el espejo que tenía, en uno de los laterales principales del basto espacio, alumbrado por algunas velas que ya había comenzado a encender, para aclimatar la noche de pasión. Tocó su melena oscura, brillaba con todo el esplendor. Sus labios le siguieron al andar de sus dedos inquietos; aún el sabor del s
—¡Ahhh!.—Grito, ante el indescriptible placer de sentirlo frotar con hambre animal su femineidad. Se habia dejado arrastrar sin remedio por ese torbellino de placer, al que había sido arrastrada sin piedad, aliñado a un oscuro gozo que exploraba y la empezaba a ser esclava.—«¡Grrr!»—Gruño, antes de introducir sus pechos en su boca. Su inagotable excitación era sobrenatural. No la había dejado dormir en toda la noche.—¡Uhhh!, te la daré, bruja.—Le propino un fuerte azote en sus glúteos, evidenciando su bestialidad lujuriosa. Su interior se resistió con estremecimiento y placer.El caliente de su esperma, se regó, sentía la humedad resbalosa, bañar sus pliegues, mezclado con su propios fluidos. La liberación de sus enredaderas le produjo un malestar de vacío."Debes estar loca Vieda, te está gustando fornicar con este demonio lujuriosos". Pensó. En vigilia de su accionar, rodó un poco por la cama y le dió la espalda, con claridad entendió que no estaba saciado. Su apetito voraz por pos
—«¡Grrr!».—Le ardía la verga, traspasaba los tejidos sensibles aún en la flacidez de su enorme bestia.—¡Mierda!.—Gritó, haciendo resistencia para no regresar a la habitación y partirle el pescuezo a esa inútil bruja.—Amo. —La voz seductora de su preciosa Bastix, le llegó como casi un alivio. —¿Qué hace mostrado sus magníficos atributos a los serviles?.—Bastix tenía razón, habían algunos demonios y muertas serviles en la cercanía, casi agonizando de envidia por su esplendor.—No merecen conocer la perfección.—Por eso nadie te igualara nunca, mi preciosa. —La acercó, para arrancarle un beso a sus labios complaciente. De haber elegido a Bastix, no tendría la verga accidentada.—Necesito que me atiendas.—Todo por usted, mí rey.—Camino sin pudor, al lado de su preferida.—Me honra cada vez que decide tenerme a su lado.La diabla carmesí no dejaba de parlotear, al menos cosas buenas. Inflaba su ego de macho inalcanzable. Al llegar a la habitación seductora de su diabla, se dejó caer sobre